Subida al Monduber desde Tavernes playa. Pura Vida ¡¡. Tavernes, Simat, Barx, Monduber y vuelta.

Siempre que voy a Tavernes veo este imponente pico a mi derecha. Me desafía con su imponente porte y me recuerda que aún no he tenido “cuajo“ para afrontar sus rampas.
La culpa de todo esto la tiene el de siempre, el bueno de Pepe. Me lleva de paseo por lo mejor de sus tierras y para que nos vamos a meter a una subida de semejante entidad. Por otro lado las sendas de bajada al parecer son demasiado agresivas y se necesita mucha técnica y quizás unas bicis más preparadas que las nuestras, por lo que la bajada es de nuevo por asfalto y eso ya sabéis que no me gusta nada. El caso es que este imponente pico me recordaba cada vez que estaba en la playa que seguía sin subirlo… Y el jodio se ve incluso desde la sombrilla.
La culpa de que por fin lo haya subido también es de Pepe, pues para preparar nuestra pasada aventura por las montañas que riega el Vidasoa, decidió que ya estaba bien de paseítos por huertas de naranjos e idílicos riachuelos y tocaba dejarse la piel subiendo el Monduber.
Engañó a otros cuantos entre ellos Tony, Paco y Miguel, y nos fuimos dispuestos a desgastar el plato pequeño.
Salgo desde la paya de Tavernes, o que significa que salgo desde cota cero y llegaré a cota 840 sin dejar de subir.
Al resto de compañeros los recojo en Simat desde donde afrontamos la primera subida a Barx, un puerto muy típico de ciclistas de carretera que nos pasan sin piedad, pero a algunos les aguantamos el ritmo e incluso a alguno lo pasamos. Parada obligatoria en el Mirador de la Visteta, una maravilla con vistas al valle y al monasterio de Simat.
Atravesamos Barx por el centro y tenemos una fuente donde reponer agua en caso necesario. Seguimos subiendo y al llegar a la urbanización tomamos calle a la izquierda y comienza la primera rampa criminal que nos deja claro lo que tenemos por delante. Ya se hace difícil no poner el pié en este primer tramo y hay que concentrase y hacerse a la idea de que lo que nos queda es sufrir.
El amigo Miguel (lonchero) comienza a subir como un superclase y ya no lo vemos más, los demás vamos buscando nuestro sitio y cada uno sube como puede, a ritmo y con tranquilidad.
Se va disfrutando de las vistas, del esfuerzo, de la naturaleza e incluso de las rampas. Es importante no pensar si llega un descansillo o no, si podremos subir ese muro que vemos a la lejos o no, solo hay que concentrarse en cada pedalada y disfrutar.
Así llegamos a la zona donde el asfalto deja paso al cemento y tenemos un primer rampón inquietante. No penséis que ya debe quedar poco pues nos queda mucha subida. Tras ese rampón tenemos curva a la izquierda y nos cambiamos de valle, con otro rampón antes de tomar la otra cara de la subida absolutamente criminal. Aquí cambiarán las vistas y veremos la costa con Xeraco, Xeresa y Gandía. Una maravilla.
Ahora si que nos queda poco, pero duro.
Rampones imposibles finales y llegaremos exhautos a la cima donde Miguel nos espera desde hace rato.
La sensación en la cima es de satisfacción, orgullo, y sobre todo alivio¡¡
Las vistas son impresionantes.
Hay una péquela senda que rodea la valla y lo suyo es adentrarse unos pasos y disfrutar de las vistas de Gandía y de toda la costa.
Es espectacular.
Desde la cima veo también la senda que baja en dirección a Xeraco y de nuevo me dirijo a Pepe para preguntarle por enésima vez si quizás no se podría bajar por la senda… No consigo convencerlo.
Por cierto Pepe nos confiesa que hacía años que no hacía esta ascensión, pero muchos, y que no estaba seguro de poder con ella. Lo cierto es que la subió como uno más, como el campeó que es. Sin duda todos estuvimos a la altura.
La bajada… Pues como si no hubiera mañana, como locos calentando frenos a base de bien hasta llegar a Barx donde nos pegamos un almuerzo de escándalo, de excesivo escándalo diría yo y de nuevo bajada a Simat donde me despido del resto de compañeros y llego de nuevo a Tavernes orgulloso de haber puesto otra x en mi cuenta de retos personales.
Pura vida¡¡