Tres días por Almería

Ruta que recorre el desierto de Tabernas y el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, en la provincia de Almería. Cicloturismo con MTB. El terreno para rodar es 60% pistas - 40% asfalto, casi siempre por carreteras de poco tráfico, salvo la entrada a Almería capital. Pensada para hacerla en tres días; aunque en la zona costera hay múltiples alojamientos, por el interior sólo Tabernas y algún pueblo cerca de la ruta tenían hotel, lo que limitaba las posibilidades de pernoctar.
La ruta comienza en Tabernas, con el típico paisaje de desierto que hemos visto en tantas películas del Oeste. Lástima que rodamos por el fondo de un barranco, desde ahí no se divisan los decorados de películas, aunque algo sí se alcanza a ver... tras cruzar la autopista vemos unos cuantos carteles de "prohibido el paso, finca privada". Damos un pequeño rodeo para sortear una puerta cerrada y accedemos a una pista que nos adentra en el desierto y nos hace ganar altura. Nos cruzamos con unos cuantos ciclistas y un 4X4 que va llenando de pienso los comederos de conejos; los trabajadores nos saludan y listos.
La pista se hace sendero y el último trozo de ascensión es un pateo, con un escalón de casi un metro que se hace complicado salvar con la bici y las alforjas. Pero es el anuncio del fin de la subida; por una pista algo rota bajamos a una estación abandonada, a la que accedemos por un paso también complicado; seguro que hay un paso mejor.
El caso es que, ya cruzada la estación, bajamos a un barranco estrecho que pronto se convierte en una amplia rambla, con buen firme, que nos baja a buena velocidad hacia Almería. A partir de Sta Fe de Mondújar retomamos el asfalto hasta la capital, por carreteras abundantes en ciclistas, hasta empezar a callejear por carriles bici o ciclocalles, hasta el puerto y el antiguo cargadero.
Al llegar al mar giramos a la izquierda y salimos por el paseo marítimo, que en los festivos se pone lleno de peatones (¡cuidado por favor!); un excelente sitio para calzarse el bocadillo comprado antes. Ya con las fuerzas repuestas salimos de Almería por un carril bici y vemos la amplia curva que tiene el litoral, llegando la vista casi hasta el Cabo de Gata. El track sigue ya plano, pegado al mar, por pistas de tierra y algún pateo ocasional por meterse en la playa; estas arenas no sirven para rodar ni en marea baja. De esta manera llegamos a nuestro destino, Cabo de Gata (el pueblo). Hay bares, restaurantes y alguna tienda de alimentación.
El segundo día retomamos el amino pegado al mar, aunque ahora es una carretera asfaltada. Los pocos vehículos que nos adelantan lo hacen con respeto, al fin y al cabo es un puente festivo, no hay prisas y la carretera no tiene salida… Pasamos junto a la almadraba, las salinas y su pequeño pueblo de pescadores. Y empezamos la tónica de la jornada, las rampas rompepiernas. El camino hasta el faro es una cuesta corta pero dura, aunque las vistas lo merecen. Y la rápida bajada nos deja en el faro de Cabo de Gata, con esa vista de postal del arrecife de las Sirenas. Tras las fotos de rigor, seguimos hasta la torre vigía de Vela Blanca. Todo el litoral por esta parte está plagada de torres de vigilancia para alertar de la llegada de piratas berberiscos (de ahí la expresión “no hay moros en la costa”), sirviendo también de torres de señales entre ellas. Y la de Vela Blanca está en un sitio desde donde se toman unas hermosas fotos.
El camino sigue ya por pista, cerrada al tráfico al principio. El recorrido del día es: bajamos a una cala. Subimos a un cabo. Bajamos a la siguiente cala… Así, por pistas amplias de tierra, llegamos a San José, un pueblo que cuenta con buena oferta hostelera. Pero la salida del pueblo nos obliga al peor pateo del finde, una cuesta rota y empinada. Por suerte dura poco, y merece la pena. Pasamos cerca de un fuerte y volvemos a subir, ahora por una carretera abierta al tráfico, que nos regala otro hermoso mirador.
Ahora la ruta se aleja del mar; vamos a Rodalquilar, un pueblo que vivió su particular fiebre del oro. Los edificios de procesamiento del material quedan en pie como fantasmas, y las pistas por donde los camiones cargados de tierra se enviaban a la planta procesadora nos sirven para seguir viaje. Por toda la zona se ven los distintos cortes de terreno donde se extraía el material, al aire libre o en mina.
Bajando de la montaña aparece la vega; vuelven los cultivos, en invernadero o sin plásticos, y en Fernán Pérez nos tomamos un descanso y un bocadillo. Giramos hacia el mar otra vez, a donde llegamos por una pista asfaltada, concretamente a Agua Amarga, precios pueblo blanco enclavado en una cala. Para admirarlo no hay mejor sitio que desde lo alto, desde el antiguo embarcadero de mineral, que nos pilla de paso hacia Carboneras. Callejear hasta el hotel y a buscar dónde cenar algo
En la mañana del tercer día, tras desayunar, damos la espalda al mar y buscamos el punto de partida, entre cultivos, por barrancos y pistas asfaltadas o no, disfrutando del sol de Diciembre del que hemos gozado este puente del 2014. De lo que no se disfruta es de las cuestas; la subida es de las que dan fatiguita, y encima rompepiernas. A media mañana llevamos casi el doble de ascensión acumulada que de altitud, cada cruce de barranco es un bajar para luego subir. Aunque al fin llegamos a la vía verde, primero compartida con coches y luego en exclusiva. Esta Vía verde fue minera, hecha para el transporte de material hacia Agua Amarga desde Lucainena, a donde nos dirigimos. Una vía verde bien cuidada, nueva, aunque el terreno de gravilla haga el rodar un punto más duro.
En Lucainena, tras un pequeño enlace por carretera, tomamos un GR entre olivos. Hemos terminado la subida y Tabernas ya se adivina tras las sierra, pero no va a ser tan fácil. El trazado del GR nos lleva por el cauce seco de la rambla del Horcajo primero, y de la rambla de Lucainena después. Aunque es bajada, la arena suelta nos obliga a echar pie a tierra, buscar caminos paralelos, o rodar esquivando piedras como puños. Cuando pedaleamos, a pesar de ser bajada, vamos en plato pequeño y no ganamos velocidad… al fin se acaba el suplicio cuando dejamos el GR244 y enfilamos el castillo de Tabernas, ya visible, por pistas agrícolas. Un último esfuerzo y llegamos al punto de partida, después de tres días recorriendo el interior y la costa de la provincia de Almería. ¡Ojo con el sol y el viento!