VI Ruta BTT Arroz a la Zamorana.

Un año más hemos acudido fieles a la cita de Carbajales (y eso que yo no pensaba ir porque cada vez van subiendo un poco más los precios de inscripción y uno se cansa de que le tomen el pelo...) La ruta está muy bien organizada en cuanto a avituallamientos y señalización (salvo en un punto, luego os comento) pero muy mal en otros aspectos: por ejemplo no han colgado los recorridos, así que no puedes planificarte ni grabar la ruta en el móvil o el GPS para saber por dónde vas. En ese sentido un cero. Entrando ya en materia, hay tres recorridos: corto y fácil, medio y duro y largo y más duro. Eso está bien por un lado pero acumula casi toda la dificultad al final de la prueba (cuando ya estás cansado). De hecho, la mitad del desnivel de subida lo encontramos a partir del kilómetro 50. El recorrido es bonito, la verdad, primero nos llevaron hacia los aerogeneradores cerca de Santa Eufemia del Barco y Losilla (con jarales, ya sabéis) y después hasta Losacio con alguna subida que otra, pero nada del otro mundo. Poco antes se separaba la ruta corta y nuestro compañero Javi -hoy íbamos tres- se pasó el cruce sin enterarse, así que tuvo que hacer el doble (58 km). El caso es que después de Losacio llegamos sin problemas a Domez para inciar la segunda mitad del recorrido, la más bonita y dura, que discurre tomando siempre como referencia el Río Aliste. Nosotros hemos ido, en lo que es un error de principiante, demasiado rápido durante gran parte del recorrido (llevábamos una media de 19 km/h en el kilómetro 50) y yo tenía claro que lo íbamos a pagar (yo desde luego) al final. En Losacino paramos por última vez y nos despedimos de Javi que se iba a la ruta media mientras nosotros seguimos hacia las subidas del final (y nos quedaban unas cuantas). Pese a las glucosas (tomé cuatro), el agua y la comida, sufrí mucho desde ese momento. El mayor bajón fue entre los km 55-65, donde además del cansancio un gel me revolvió el estómago. Así que estaba con la comida en la boca y el cansancio en las piernas, situación ideal. Pero ya sabéis que todo es relativo, porque un poco más adelante había un pobre hombre caminando con la bici de la mano (en llano ¿eh?) Decía que no podía más ¡¡y le quedaban más de 20 km!! le di un gel y un buen trago de agua y seguimos a nuestro aire. El mayor obstáculo era la cuesta del km 58. Un rampón tremendo que te obliga a darlo todo. Arriba nos esperaba un último respiro: agua y zumo y un gel que me regalaron los de la organización y que compartí con Sergio -lo necesitábamos porque todavía quedaban 15 km de sube y baja y de praderas en la parte llana-. Paradójicamente yo sufría más en llano, porque era incapaz de mantener ya un ritmo alto, mientras que en las subidas, despacito y con buena letra, conseguía subir más o menos dignamente. Mi mayor preocupación subiendo eran las moscas, que revoloteaban por decenas delante de mí, posándose en los brazos y la cara. Muy cerca del embalse nos perdimos por un error en la señalización (km 68). Y no fuimos los únicos porque se oían voces que gritaban "¿por dónde hostias es?" (vamos, que no estaban muy contentos de perderse después de la paliza que llevabábamos encima). Sergio (más fuerte hoy que yo) encontró el camino bueno y cruzamos por última vez el Río Aliste. Quedaban solo 7 u 8 km. Un par de subidas más (suaves) y entramos en meta. Agotado. Las mujeres senderistas nos esperaban aburridas desde hacía un par de horas. Nos tomamos una caña con ellas y a las duchas: ¡frías, como siempre! Después arroz (claro) muy rico este año, sorteos donde no nos tocó nada y cada mochuelo a su olivo (o a tomar café, como nosotros).