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www.comunidadbiker-mtb.com Ruta MTB montañas entre Benizar y Socovos con ascenso a antenas de Benizar

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Trail stats

Distance
21.38 mi
Elevation gain
2,556 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
2,556 ft
Max elevation
3,560 ft
TrailRank 
34
Min elevation
2,273 ft
Trail type
Loop
Time
3 hours 44 minutes
Coordinates
5283
Uploaded
December 1, 2019
Recorded
December 2019
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near La Tercia, Murcia (España)

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Itinerary description

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Estimados y queridos comunitarios, por fin volvemos a la carretera con la autocaravana Peperota Viajera. En este caso, como disponemos de poco tiempo porque se acercan los exámenes universitarios y por cuestiones laborales, decidimos viajar hasta Benizar, el último pueblo de Murcia que linda con Albacete. Nos queda a una hora y poco de la Peperota Viajera, por lo que es asequible para hacer un viaje «rápido».

Preparamos todo, como ya hemos contado en otros viajes, la rutina es la misma. En este caso procuramos echarnos lo justo para pasar una noche y una mañana. Aunque la única cosa diferente es que estamos en invierno y eso hay que tenerlo en cuenta: un nórdico para la cama, pijamas por si acaso y revisar que llevamos butano/propano de sobra para encender la calefacción. Por lo demás lo mismo: cargar las bicis, alimentos para cena, desayuno y comida, ropa para la ruta de ciclismo, depósito de agua al menos a la mitad y ¡a viajar!.

Partimos por la tarde del sábado por cuestiones laborales, llegamos de noche a Benizar. En una hora y unos 10 minutos estábamos allí. Como siempre antes de cada viaje con la autocaravana solemos mirar sitios para aparcar y pernoctar. En este caso vimos, desde Google Earth, un par de sitios antes de llegar al pueblo. Pero al llegar, tal vez por ser de noche, no encontramos esos sitios o los vimos poco prácticos. Así que avanzamos y cruzamos el pueblo, con un poco de miedo por si la calle principal se estrechaba mucho. Había unas vayas seguramente por las fiestas del pueblo, para hacer encierro de toros, eso estrechaba la calle y en algún sitio tuvimos que parar a esperar a que pasaran los coches.

Cruzamos el pueblo y no encontramos sitio, por lo que dimos la vuelta y salimos de nuevo, esta vez más despacio y mirando bien. Justo en la salida vimos una zona, cerca de la carretera, llana y con buenas posibilidades de ser nuestro lugar de aparcamiento de la autocaravana y de pernoctación. Paramos, echamos un vistazo a la zona, el reconocimiento habitual. Siempre buscamos no molestar y procuramos tener también las menores molestias posible.

Bajé por la calle y vi otro sitio aún mejor, más alejado de la carretera y donde la autocaravana quedaba oculta a la gente. Examinamos el lugar, si era posible entrar bien, si molestábamos, si era privado, etc.. Lo vimos mucho mejor y aparcamos la Peperota Viajera definitivamente allí.

Apagamos el motor, revisamos que estuviera llana, volvimos a inspeccionar la zona, cerca de una maderera, entre pinos, bien ocultos. Nos gustó. Encendimos las luces y la calefacción. Nos sentamos en el salón tranquilamente a leer y a esperar la hora de la cena.

Preparamos la cena, consistente en unos sándwiches con queso y jamón cocido y unas croquetas que nos sobraron de la comida. Recogimos y continuamos leyendo y estudiando, aprovechando el rato que los exámenes se acercan.

Nos acostamos temprano, estábamos cansados del día de trabajo y en mi caso de la ruta de ciclismo de la mañana, donde me picó el pollo a base de bien, como cuento en esta crónica:

Una picadura de pollo o pájara encubierta en ruta de ciclismo de montaña por el Relojero.

Nos levantamos a las 8. Pasamos una de las mejores noches en la autocaravana. Nada de ruidos de ningún tipo ni otras molestias. Nada de ladridos de perros, ni de vehículos, ni de vecinos molestos, ni viento, ni lluvia, ni luces fuertes. Oscuridad y silencio plenos. Una estupenda noche donde pudimos descansar. Sin la calefacción que la quitamos antes de acostarnos y con el nórdico, que incluso pasamos algo de calor.

Preparamos el desayuno: la bebida que me hago para todas las mañanas (agua, avena, dátil, almendras, cacao) y cereales. Desayunamos sin prisa y con la calefacción, aunque no era muy necesaria porque prácticamente no hacía frío.

Preparamos las bicicletas, que sacamos del garaje de la autocaravana. Nos pusimos la equipación comunitaria de invierno, con el pijama, la chaqueta y la braga. Limpiamos y engrasamos la cadena. Cargamos el fichero GPX de una ruta que vimos por Internet en la App Routes, para tomarla como referencia.

Partimos por la carretera a buscar el inicio de la ruta. El frío bajando a toda velocidad era intenso, pero luego al entrar en la montaña y hacer el primer repecho nos sobraba la ropa.

Justo en los primeros kilómetros de camino oímos un fuerte crujido. Paré y era un radio roto. Algo que no debería haberme ocurrido, pues cambié las ruedas por unas Miche hace unos meses, justo porque con las viejas no paraban de rompérseme radios. Cruda realidad del ciclista de montaña. Seguramente el frío, mi peso y mi conducción hacen que rompa radios, porque no le veo otra explicación. Dejé el radio partido enrollado en otro para que no fuera dando golpes y continuamos con la aventura.

Pronto nos encontramos con varias subidas importantes, siempre por camino o pista forestal. El paisaje muy bonito, bosque de pinos que olía de maravilla, a humedad, hierva y pinos. El camino estaba recién arreglado. Seguramente las últimas lluvias lo dejaron poco transitable.

Disfrutamos, como siempre, de una nueva montaña. Veíamos a los lados indicaciones y senderos, probablemente ciclables, pero cuando estamos fuera y es algo nuevo para nosotros no solemos arriesgar más de lo necesario. La exploración la dejamos para nuestra zona. Algunas de las sendas tenían buena pinta, incluso había señales de bicis que habían pasado recientemente.

Cogimos un cruce de caminos, el de la derecha iba hacia el pueblo de Socovos, el de la izquierda bajaba a la carretera. No queríamos alargar mucho la ruta, por lo que tomamos el de la izquierda. El camino era más salvaje y menos transitado que el anterior y el bosque igual de bonito.

Llegamos a la carretera, que cogimos hacia la izquierda para hacer un círculo y rodear la sierra. Pedaleamos durante unos cinco kilómetros por carretera. Nos gustó mucho porque no había coches y estaba rodeada por monte a ambos lados.

Llegamos al cruce donde continuaba nuestra ruta. Aunque habíamos hecho variaciones respecto a la ruta original que íbamos siguiendo. Por ejemplo, este tramo, lo habían hecho de bajada y nosotros lo haríamos de subida. A los pocos metros de adentrarnos por el camino y dejar la carretera entendimos por qué lo habían hecho de bajada y no de subida. Un pedazo de pared, un cuestarrón del 30% de inclinación en varios tramos largos. El suelo húmedo y resbaladizo en algunas zonas con raíces y piedras. De repente oímos una especie de alarido, de un animal no identificado. A un lado oí lo que parecía la respiración de un perro. Empecé a prepararme para lo peor, saqué la caña selfie.

Tuvimos que poner pie a tierra, nos resultó imposible subir esa pared. Justo cuando estábamos empujando las bicis levanté la cabeza y vi, a mi derecha, las colas de dos o tres perros que venían hacia nosotros. Preparé la caña selfie por lo que pudiera pasar. La comunitaria Patricia se asustó bastante y decía de dar la vuelta y bajar a toda velocidad hacia la carretera. Observé los perros y, sin verlos, ocultos por la vegetación, oí que se alejaban monte abajo. Convencí, con mucho esfuerzo, a la comunitaria Patricia para continuar subiendo.

Tras el susto monumental seguimos empujando las bicis, bajados, seguía siendo imposible subir pedaleando. Aún teníamos miedo por si aparecía la jauría de perros. Seguramente eran de cazadores y seguramente estábamos en algún coto de caza, lo cual nos asustaba más.

Mirando la aplicación del móvil vi que faltaba poco para coronar y emprender el descenso al pueblo. Eso fue lo que convenció a la comunitaria Patricia de continuar y no dar la vuelta.

Llegamos a lo más alto, por fin, pudimos montarnos en la bici y retomar el pedaleo. Se nos fue quitando el miedo del cuerpo, aunque lo de que hubiera cazadores cerca seguía pesando en el ambiente.

Bajamos hacia la carretera, cruzando la montaña, y respiramos aliviados. Estábamos de nuevo en Benizar. Recorrimos el pueblo buscando un restaurante que nos habían aconsejado, para reservar y comer allí. Lo encontramos tras dar varias vueltas. Preguntamos y estaba completo, no había sitio ni para dos.

Seguimos con la ruta, ahora tocaba hacer la otra parte de la montaña. Cogimos velocidad por la carretera, la misma por la que habíamos iniciado la ruta, la de entrada a Benizar pero en sentido contrario.

Nos desviamos hacia la derecha por un camino particular, siguiendo la ruta que llevábamos descargada en el móvil. Recorrimos esta otra parte de la montaña, que también nos encantó.

Subimos por un camino por el que se notaba que apenas pasaba nadie. Estaba algo roto por las fuertes lluvias y tenía zonas donde tuvimos que bajarnos de la bici, pero eran muy pocas, las más inclinadas.

Llegamos a lo más alto de la ruta que íbamos siguiendo, solo nos quedaba bajar al pueblo nuevamente. Pero vimos unas antenas a la izquierda y decidimos subir. Nos encontramos con unos magníficos repechos, de más del 25%, algunos hormigonados. Disfrutamos y sudamos a partes iguales.

Llegamos a las antenas, con 30 kilómetros y unos 800 metros de desnivel acumulado. Se hacía la hora de comer por lo que dejamos la exploración del castillo de Benizar para otro día.

Bajamos al pueblo, buscamos un pollo asado para comer en la autocaravana, aprovechando que había mercado. Encendimos la calefacción y vimos que daba error, indicando que no quedaba gas butano/propano.

Tras 9 viajes, tras unos 30 días viviendo en la autocaravana, algunos cuatro personas, tocaba cambiar la bombona de butano. Era la primera vez que lo hacíamos. Lo cierto es que esos 8 viajes anteriores los hicimos en verano, por lo que supongo que se consumirá menos butano/propano que en invierno. De todas formas, afortundamente, una bombona dura bastantes días. Como llevamos dos en la autocaravana, cambiamos el cabezal y a seguir funcionando.

Nos duchamos, calentamos el pollo asado y comimos tranquilamente. Contentos tras haber realizado una bonita ruta, sin imprevistos, sin perdernos, sin crudas realidades (más allá del radio partido y de ese casi ataque de perros).

Recogimos todo y nos acostamos un rato a dormir la siesta, una media hora, para estar descansados y emprender el viaje de regreso.

Otra nueva aventura con la autocaravana Peperota Viajera. Otra nueva ruta por tierras desconocidas para nosotros.

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