Balaitous (3.145m) desde el embalse de La Sarra - 13/10/23

El Balaitús, con sus 3.145metros de altitud, es prácticamente el 3.000 más occidental de los Pirineos; ese honor les correspondería realmente, por poco, a las Frondellas (que se encuentran muy cerca del Balaitús), pero con una prominencia muy inferior.

No es una montaña fácil de subir (tiene esa dificultad que, siendo asequible para el montañero acostumbrado a trepar y a terrenos verticales, ofrece un punto de tensión/emoción que obliga a no bajar la guardia en los pasos más delicados) y además es la principal y más alta de su sector.
Esto sumado a que estaba entre nuestros objetivos desde hacía tiempo, motivó una salida exprés, rozando casi el último día de buen tiempo.

Nuestra idea era hacer la subida en el día, por lo que la opción más lógica era salir del embalse de La Sarra.

La ruta es larga (unos 18km) y el desnivel fuerte (casi 1.900 metros) y además teníamos 3 horas y cuarto de coche para ir y otro tanto para volver; pero la ilusión y las ganas podían superar todas estas dificultades.
Fuimos el 13 de octubre, con previsión de buen tiempo, aunque finalmente tuvimos muchas nubes y viento fuerte en la zona alta. Para los días siguientes anunciaban cambio de tiempo, lluvia y nieve, por lo que era prácticamente el último día de la temporada para hacer una subida en condiciones estivales.

El acceso al embalse es desde Sallent de Gállego, por pista en condiciones aceptables.
No hay problemas para aparcar (al menos a primera hora de la mañana), porque hay mucho sitio para ello a lo largo del embalse. Nosotros fuimos en coche hasta el final, con lo que recortamos al máximo los metros a recorrer a pie.

El primer tramo del recorrido es relativamente cómodo, por pista/sendero (GR-11) bueno y poca pendiente (sentido noroeste), cerca del río Aguas Limpias, que queda a nuestra derecha en la subida. Realmente, el río va quedándose muy abajo, en el fondo del barranco, con unos paredones que impresionan.
En el camino pasamos por un par de cascadas bonitas: la del Barranco de Balsaroleta y la de Soba.
En el kilómetro 4 nos encontramos con un desvío a la izquierda. Siguiendo derechos hubiéramos ido hacia Respumoso, pero para ir hacia los ibones de Arriel hay que hacer un giro brusco a la izquierda y comenzar una subida más pronunciada y por sendero más estrecho.
Dicho sendero discurre por un corto tramo de arbolado y sale a terreno despejado al poco tiempo. Tras otro kilómetro de recorrido (desde el desvío anterior) hace un giro brusco a la derecha para ir entrando en el barranco que baja de los ibones. Hay que estar atento en este giro, porque hay sendero también hacia arriba, recto en el sentido que veníamos, y es fácil despistarse.
Tras otro rato de subida llegamos al primer y el más pequeño ibón de Arriel; continuamos a los ibones de Arriel Bajo y Arriel Alto e hicimos otro giro a la derecha para subir en fuerte pendiente al Ibón Chelau; se trata de un pequeño lago con un color blanquecino sorprendente. Ya solo nos quedaba un corto tramo para comenzar la verdadera subida por la Gran Diagonal.

Si no me equivoco, se considera que la vía comienza en la Cueva de André Michaud, un pequeño refugio en la roca, a 2.700 metros de altitud.
La primera parte es sencilla: una amplia canal sin excesiva inclinación que se sube andando, excepto algún punto donde hay que apoyar las manos. A continuación, salimos a un rellano (realmente, un tramo abierto con poca pendiente), que es el “descanso” previo a la zona más delicada.
Atención en este punto: nosotros nos equivocamos e hicimos la subida por la cresta suroeste, justo por la derecha de la Gran Diagonal; el error vino provocado porque vimos otros montañeros que subían por el mismo sitio y fuimos ciegamente por donde iban ellos. La verdad es que esta variante tampoco es muy complicada en subida: tuvimos que hacer varias trepadas sencillas, pero en un terreno vertical (sin exposición).
Al final, siguiendo los hitos, nos salimos de la cresta hacia la izquierda, en ligero descenso unos metros y en un flanqueo horizontal luego, por una vira que atraviesa la pared que cae de la arista que queda a nuestra derecha. Este tramo es el más delicado de toda la subida, debido a la exposición, ya que la vira se trata de un ligero sendero en medio de una pared bastante vertical; no es difícil, pero hay que ir con mucha precaución.
Nos quedó la duda de si sería posible alcanzar la cima siguiendo por la cresta hasta arriba; quedaba poco, pero desconocemos si el terreno es practicable.

Una vez que atravesamos este tramo, enseguida terminamos conectando con los últimos metros de la Gran Diagonal. Ya solo nos quedaba una última trepada sencilla por una chimenea y girar a la derecha para alcanzar la cima.
No pudimos disfrutar mucho de ella, porque el viento era muy fuerte (y frío, a estas alturas del otoño), así que bajamos unos metros para ponernos a resguardo, comimos algo y comenzamos el descenso.
En este caso sí fuimos por la vía normal, por la Gran Diagonal. Por mucho que en algunos sitios he leído que es fácil, me pareció (sobre todo la parte alta) que no es tan sencilla; sin tener una dificultad técnica reseñable, sí que hay destrepes y tramos expuestos, donde uno no puede tener ningún descuido. Por supuesto, con nieve o hielo sería muy peligrosa.

Una vez que alcanzamos la Cueva de André Michaud, el descenso hasta el ibón de Arriel Bajo lo hicimos por un camino alternativo, sin pasar por el Ibón Chelau y el de Arriel Alto. Atajamos pasando por debajo de la arista Wallon, más hacia el sur que en la subida (por la izquierda en el descenso). Desde arriba se ve un sendero claro y la verdad es que es cómodo de andar.

Desde el ibón de Arriel Bajo, bajamos por el mismo sitio de la subida.

Nos pareció una ruta muy bonita, con un entorno espectacular y con ese punto de emoción que a nosotros nos gusta. No es una montaña fácil, pero con precaución y buen tiempo se puede hacer sin problemas. En cuanto al recorrido y desnivel, aunque es físicamente exigente, no nos pareció tan duro como lo esperábamos; posiblemente, porque el entretenimiento está garantizado, sobre todo en la parte alta, y el paisaje es precioso y cambiante a lo largo de los kilómetros.
Con esto se acaba la temporada en los Pirineos. El año que viene más, si Dios quiere.