Candina - Salpico

Desde la puebla vieja de Laredo comenzamos ruta por la costa camino del Monte Candina. LLegamos a un alto con una casa en ruinas y buenas vistas a Laredo y el Buciero hasta situarnos en la base de La Peña, todo un gran abanico de dos picos enfrentándose al mar cantábrico, donde en su base hay un antiguo cargadero de mineral.
Pasamos por otras de las preciosidades costeras de Cantabria, la playa de San Julián y seguidamente la ermita que lleva el mismo nombre, penosamente en ruinas.
Nos situamos prácticamente en la base de nuestro objetivo, da respeto ver desde esa perpectiva el murallón del Candina pareciendo un castillo inexpugnable. Toca acercarnos hasta la casa que se ve en su base y subir siguiendo Hitos y marcas. Nos costó el ascenso por el tremendo calor que anunciaba unas fuertes tormentas. Teníamos la esperanza que no llegaran a la costa pero desgraciadamente no fue así.
Disfrutamos hasta que comenzó la tormenta de la compañía de los buitres, los más septentrionales de la península.
El ascenso tiene tres tramos consecutivos con cierta dificultad, un paso estrecho con no muchos apoyos, una trepada por una canalilla fácil y una última trepada más complicada pero con buenos agarres. Luego andar por el lapiaz hay que andarse con ojo sobre todo en la cresta del Salpico al Candina.
Una vez arriba se crestea hacia la cumbre del Salpico con un curioso perro metálico en ella. Luego al Candina donde desgraciadamente se encuentra en el suelo el geodésico. A partir de aquí todo cambió por las tormentas.
Y se hizo de noche, eran las seis de la tarde, los Ojos del Diablo nos empezaron a mirar con toda su ferocidad. Estábamos en pleno lapiaz, entre el Salpico y el Candina, la lluvia arreció y los angelitos empezaron a jugar a los bolos, cuando hacían emboque soltaban los rayos de alegría y nosotros abajo pero en las alturas, donde más peligro hay. La decisión fue clara, no podíamos volver por donde hicimos la ascensión con un paso estrecho y un par de trepadas, la última un poco expuesta, la roca mojada…todo un peligro. Lo cierto es que pasamos momentos de miedo e incertidumbre mientras los “Ojos el Diablo” se hacían más penetrantes.
Volvimos por los hoyos y el encinar hasta la nacional para ir a Liendo y Laredo. La bajada fue lenta y resbaladiza, no paró de llover, pero a medida que bajábamos metros se nos iba pasando el susto de los rayos y nos sentimos más seguros.
Las vistas son estupendas a Laredo, Valle de Liendo, Sonabia y monte Cerredo.
Me es complicado catalogar esta ruta, entre moderada y difícil. Por aquello de las inclemencias que padecimos y esos pasos más delicados del murallón hasta la cima la pondré de difícil. Si se quiere hacer más relajadamente subir por donde bajamos.