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Mulhacén desde Refugio Poqueira. Descenso a Mulhacén II y vuelta directa por palas de nieve.

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Author

Trail stats

Distance
5.79 mi
Elevation gain
3,215 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
3,215 ft
Max elevation
11,291 ft
TrailRank 
59
Min elevation
8,142 ft
Trail type
Loop
Time
8 hours 13 minutes
Coordinates
1559
Uploaded
January 28, 2019
Recorded
January 2019
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near Trevélez, Andalucía (España)

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Itinerary description

Distancia; Unos once kilómetros.
Tiempo: 6 horas sin correr.
Alpinismo pues es invierno. Llevar equipo básico.

" El final se acercaba, él lo presentía. Muley Hacén el que fuera rey de Granada, triste y abatido, harto de vivir, olvidado de todos, agonizaba en su lecho:
- Zorayda, Zorayda ¿Dónde estás?. Mi Zorayda.
- Aquí estoy mi señor, junto a vos, ya no me podéis ver pero aquí estaré siempre, a vuestro lado.
- Zorayda, Zorayda. Mi dulce Zorayda, sólo tú me quedas, ese perro de Boabdil que se hizo llamar hijo mío me traicionó, su madre, alá la maldiga, conspiró contra mí, como todos, y ahora voy a morir. Llama a nuestros hijos, Zorayda.
- Si, mi señor.
Saad y Nazar eran adolescentes y como tales estaban en el patio de la fortaleza practicando sus destrezas con las armas, cuando vino un criado a avisarles.
-Padre, aquí estamos, qué queréis.
-Hijos, voy a morir, estoy harto de vivir, mis ojos ciegos han visto demasiadas traiciones. Tenéis que prometedme una cosa.
-Lo que queráis, será, padre.
- Hijos míos, enterrad mi cuerpo en un sitio que esté muy lejos de los hombres, un lugar cerca del cielo y dónde nadie pueda ver mi tumba. Lo habéis entendido…
-Sí, padre, así se hará."

Y la emoción me embargaba por momentos, no sólo era la satisfacción del sueño cumplido, pues subir La Alcazaba siempre es uno de los grandes sueños de todo montañero granadino, no sólo era el sentir que después de casi doce horas de ruta apenas tenía cansancio, habiendo superado la lesión que me mortificó durante más de un año, pues también te palpita el pecho al pensar en subir de nuevo al Mulhacén, la tumba del Rey…
Estábamos en el refugio de Poqueira, acabábamos de llegar de la Alcazaba Bene y yo, y descubrimos que no estaríamos solos en el refugio como el día anterior, pues era viernes y habría más montañeros, nada más entrar me encontré a un joven montañero solitario, era Jorge, su acento le delataba, sin duda Onubense, me preguntó si debía alquilar crampones para subir al Mulhacén al día siguiente, pues era nuevo en estas lides invernales, los crampones siempre hay que llevarlos a la montaña nevada, es un seguro de vida…, y el piolet es la pareja del crampón y debe ir en la mochila, eso le respondí, más o menos, pues creo que me enrollé bastante…, y Jorge decidió alquilar ambas cosas.
Subimos a las dependencias, y tras asearnos, pues la ducha nos parecía imposible a la temperatura que estaba el cuarto de baño, no somos esquimales, bajamos al salón a calentarnos en la estufa, allí encontramos a Abel de Zafra, residente en Sevilla que también vino a subir la tumba del Rey, y mientras hablábamos notamos la presencia de un notable grupo de 15 personas que se lo estaban pasando genial…,daban hasta envidia, nos tomamos nuestra cerveza con palomitas de tapa, merecida tras nuestra ascensión…
Yo estaba un poco distraído, Bene congeniaba con Abel, y con otros cuatro montañeros que venían con la intención de ir a La Alcazaba, miraba de reojo la puesta de sol y les invité a los del grupo grande a verla, pues es de lo más hermoso en estos lares, pero mi cabeza no estaba sobre mi cuerpo, mis ojos seguían encaramados en el gran hito de la Alcazaba con el Mulhacén de fondo, el sonido de Maese Viento invernal azotando mi rostro, las imágenes de montañas lejanas…, todo en mis ojos, abiertos y perdidos, y si los cerraba escuchaba el sonido de la nieve al ser pisada…

Tocaba cenar, eran más de las siete y media, el grupo jolgorioso se colocó en la mesa de al lado, y Bene y yo nos sentamos con Abel, y los cuatro que irían mañana a La Alcazaba y luego vino Jorge ya cenado a conversar con nosotros, quedamos en que iríamos juntos al día siguiente a subir al Mulhacén.
Nos acostamos de nuevo en la habitación del Veleta, de nuevo el frío era terrorífico y pensamos en abrir las ventanas para que se calentara…
El viento de había calmado, me arrebujé en el saco y tras escuchar algún suave ronquido caí dormido.
Eran las siete de la mañana ya empezaba a levantarse todo el mundo a asearse y desayunar, Bene y yo no teníamos prisa, pues el Mulhacén se hace en seis horas muy tranquilamente, nos pusimos a prepararnos, y nuestro plan era el de dejar al grupo grande jubiloso que nos abriera la huella, …pero no salían ni a la de tres.
Abel partió el primero pues tenía que bajarse pronto para volver a Sevilla, Jorge también estaba en esa tesitura de volver ese mismo día a Huelva pero se esperó con nosotros, cuando me di cuenta, Bene ya había salido, siempre teme hundirse demasiado en la nieve cuando el sol la calienta, así que me quedé con Jorge haciendo fotos y partimos los dos juntos, eran las ocho y diez de la mañana…
Partimos tranquilamente muy despacio, sin prisa, conversando, Jorge era triatleta que había dejado la competición, y estaba probando otras lides, entre ellas la montaña, también había cruzado el estrecho a nado, así que esto del Mulhacén lo podría hacer a pata coja...
Era la tercera vez para mí que ascendería el Barranco del río Mulhacén, y el guarda del año pasado, David, nos enseñó que era mejor hacerlo por la izquierda evitando el centro del valle más empinado y con más posibilidades de hundirte en la nieve, este valle tiene tres terrazas o palas de nieve antes de subir al collado del Ciervo, la pala más dura y empinada, así que siguiendo a Bene de lejos, evitábamos la nieve que no era muy abundante desviándonos del centro del Barranco.
Hablamos y hablamos, Jorge y yo, le di algunos consejos de montañero, pues algunos tiros he pegado ya…, y sin darnos cuenta subíamos terraza a terraza sin esfuerzo ni dificultad, a paso de paseo sabático…
Empezamos a ver al grupo numeroso, por el centro del valle venía muy deshilachado, y Bene iba más a nuestra izquierda por lo más empinado…
Cuando pasamos la segunda terraza, nos habían sobrepasado los primeros del grupo, y le recomendé a Jorge que se fuera con ellos, pues no sabía si Bene se iba a parar en el refugio de la Caldera antes de subir, e iba muy alejado para preguntarle, en la tercera terraza era inevitable pisar la nieve, que estaba muy dura, así que nos colocamos los crampones, nos despedimos, y yo salí a la izquierda hacia el refugio y Jorge a la derecha hacia el grupo, le deseé que nos volviéramos a encontrarnos algún día en la montaña…

Nada más pisar la nieve me di cuenta de la situación, la nieve estaba perfecta, no hacía nada de frío y en cuanto diera el sol se pondría muy blanda, habría que subir sin dilación…
Apreté el paso, sabía que Bene también iría directo a la cima, aunque le había perdido de vista por la pendiente, superé la tercera terraza y vislumbré a un montañero que salía del refugio de la Caldera, pero no era Bene, su mochila era demasiado grande y voluminosa, aceleré más y vi a Bene, estaba esperando al pie de la subida al collado del Ciervo, no había tiempo que perder, estaba un poco blanda la nieve por esta zona, llegué hasta su altura y se nos juntó el montañero anónimo…, y resulta que era ¡Sam!, nuestro amigo inglés que conocimos el primer día en el refugio y que se fue al Veleta…
Me contó que no había podido subir al Mulhacén y que lo iba a hacer ahora, me alegró encontrarle de nuevo, y con nuestros apremios me doy cuenta que habíamos superado ampliamente al grupo numeroso y uno de los componentes viene directos a nosotros…, era Jorge, nos volvíamos a encontrar, media hora más tarde, subiríamos los cuatro, Bene, Sam, Jorge y yo…
Pasamos un terreno mixto de rocas y hielo, nos asomamos a ver la cara norte, seguimos adelante, vemos más arriba a otro montañero, es Abel, nos saca media hora, Jorge dice que va a subir más deprisa pues tiene que volverse a Huelva, y Sam se va quedando detrás con su mochila de 20 kilos…, al final Bene y yo ascendemos solos el Mulhacén, pero muy diferente de cuando lo hicimos el año pasado, menos nieve, menos hielo engelante, y sobre todo, menos frío, no hace ni pizca de viento…
Pegados más al borde que el año pasado, pasábamos zonas de nieve dura con zonas de rocas y hielo, subíamos sin pausa ni prisa, teníamos todo el día por delante, Jorge nos iba sacando ventaja y Sam se iba quedando cada vez más atrasado…
Había que tener cuidado con los crampones, evitar todo lo posible las rocas donde puedes enredar algún diente del crampón y caerte, ya casi arriba tuvimos que evitar una zona de rocas sin tapar por la nieve, aquí se paró Bene ajustarse la bota y yo seguí adelante, mi deseo era llegar cuanto antes pues el día iba a ser perfecto, ya estoy en la loma, las vistas son increíbles el día es puro y diáfano, llegando me encuentro a Abel ya se baja de vuelta, y al pie del geodésico estaba Jorge tomándose un bocata, y en poco minutos llega Bene…
Nos quitamos las mochilas, la paz de inunda, mis ojos se dilatan y se dispersan en la lejanía,…mis ojos son enormes, veo la sierra de Ronda, la de las Nieves, Sierra Morena, Cazorla, María, Filabres, Baza y tras el mar toda la línea del Atlas…, siento una calma profunda, íntima, sublime, que me desborda e inunda por todos los rincones de mi ser, llenando mi pecho en cada inspiración, sorbo a sorbo, respiración a respiración, todo tiene sentido, el mundo es un lugar perfecto y las preocupaciones de los problemas diarios se desvanecen, se diluyen desparramándose en un horizonte de silencios, en un horizonte infinito sin tiempo ni espacio que me calma y me conmueve, como bálsamo mágico de vida y ensueño…,aquí en la tumba de Rey, la tumba de todos mis desvelos…

Van llegando el grupo grande poco a poco, Jorge también se baja, lo hará por el mismo sitio, nuestro amigo Sam también llega, el júbilo y el jolgorio de adueñan de la cumbre, no hace nada de frío, casi se podría estar tomando el sol en bañador, la sensación es muy agradable, empezamos a hablar con uno y con otro del grupo grande, la mayoría vienen de Madrid, Bene y yo nos encontramos muy a gusto con ellos, son un grupo muy heterogéneo, bien avenidos y alegres,…da gusto. Me cuentan que son un grupo de amigos formado en torno a Carlos y algunos más, se fueron conociendo y se juntan para hacer salidas, son “los Abejorros”, me cuenta Carlos mientras les explico las Sierras del horizonte grabando un video, que iban a ir 25 personas a los Pirineos, al Taillon y la Brecha de Roland, pero el temporal les envió a Sierra Nevada como nos pasó a Bene y a mí, y vinieron sólo 15 amigos, pues los de más al norte no bajaron casi ninguno…, les hacemos algunas fotos sintiéndonos partícipes de su “buen rollo”.
Le digo a Bene que no me apetece bajar por el mismo sitio, aunque inicialmente queríamos hacerlo para subir al Puntal de la Caldera, que prefiero ir por la loma, pues necesito seguir disfrutando de las vistas, en un día como hoy, que no hay rastro de Maese Viento, así que nos volveremos con los Abejorros, hoy nos haremos insectos voladores…, voladores en sueños y horizontes expandidos.
Bajamos ya integrados en ellos tras dos horas de disfrute en la cima, llegamos arriba dos montañeros y bajaremos diez y siete, me encanta sumar en la montaña, Sam hace rato que bajó, tiramos para el geodésico del Mulhacén II, acaso estaría aquí la tumba del Rey…

Desde el geodésico en vez de ir por la vereda de la izquierda tiramos directamente, delante del grupo van dos corredores de montaña que apenas los puedo ver unos segundos antes de desaparecer, hay que ir con cuidado pues hay nieve muy blanda y la mayoría es roca sin nieve. Siguen por lo más empinado, hay un punto que no se ve, dudo si ir a la izquierda evitando la pendiente, pero nos dicen que se baja bien y seguimos hasta una roca donde nos paramos un grupito de unos ocho a esperar a los rezagados, pero yo sigo adelante un poco y me siento en una gran roca en soledad a esperarlos…
Inspiro aire, siento el calor de la roca bajo de mí, siento palpitar mi pecho, cada músculo de mi cuerpo se va haciendo presente mientras mis ojos se desparraman una vez más en el sueño alado de infinitos y letanías, siento el aire entrar en mi cuerpo, despacio…
• “ ¿Y llegarás alguna vez a ver, sentir y oír de verdad…,humano?
• Maese Viento, amigo mío, hoy te siento…, te siento dentro de mí en cada bocanada de aire…
• Eso es un avance para ti, Humano, sigue así, y alguna vez podrás escuchar la voz de Madre Tierra, puede que después de todo no seas tan necio…
• Maese Viento, déjame…, no ves que estoy meditando, me estás distrayendo…, mmm, ya me has interrumpido y he perdido el hilo…, a propósito, ¿eras tú el que me contaste la historia de La Tumba del Rey?
• Por supuesto, humano, pero por entonces estabas ciego y sordo, el dolor no te dejaba entender…, pues me oías y creías que eras tú el que se inventaba la historia.
• Eran otros tiempos, Maese, la felicidad no puede existir sin dolor, ¿Quién puede reír sin antes haber llorado?,…me lo contaste.
• Así es, humano, venís a este mundo llorando y sólo los sabios lo abandonáis sonriendo…”
No sé el tiempo que estuve en la roca pero me di cuenta que llegaban hasta mí, el grueso del grupo estaba más abajo en una explanada esperándonos,junto a la pista que sube y cruza toda la Sierra en su vertiente sur hasta el veleta, descendemos hasta ellos nos agrupamos y seguimos, unos son partidarios de seguir la pista, yo soy partidario de seguir bajando directamente, pues el refugio está justo debajo de nosotros, pero los dos corredores del grupo se tiran directos sin mirar atrás y le seguimos, van volando, para nuestra grata sorpresa encontramos una pala de nieve blanda que llega hasta el refugio, y por ahí nos bajamos, algunos deslizándose y solazándose en la nieve con la ilusión de infantes…
Llegamos en seguida al refugio, nos hicieron una foto a Bene y a mí, no recuerdo quien, pues hicimos tantas amistades a golpe de cumbre…
Nos sacamos unas cervezas y unas palomitas, Antonio el guarda me cuenta que Abel y Jorge ya se habían marchado del refugio. Salimos fuera con “los Abejorros” a tomar las cervezas mientras Laura “la Abejorrilla” dirigía unas sesiones de estiramientos, nos dieron a probar quesos y embutidos, algunos de Extremadura…, estábamos genial, aprovechando los últimos rayos de sol antes de volver a entrar en el refugio, pues afuera se estaba más calentito…

Al día siguiente nos bajaríamos con “Los Abejorros”, nunca pensé que me podrían caer tan bien los himenópteros…, y cenamos la última noche con una pareja joven de Sevilla que estuvo en Nepal por libre, y subirían al día siguiente al Mulhacén, hablamos y hablamos, pero mi cabeza estaba en otro sitio…, en una tumba de nieve y hielo donde se generan los horizontes de felicidad y amistad…
Nos levantamos a las siete tranquilamente, quedaba la vuelta hasta la furgoneta en Las Cebadillas, apenas 7 kilómetros, habíamos tenido una suerte terrible, hacía un viento huracanado, dando una sensación térmica bajísima, salimos junto con nuestros amigos “los Abejorros” a la puerta del refugio, nos quedamos todos atónitos al observar a una pareja de sordomudos que iban a subir al Mulhacén y uno de ellos iba en pantalón corto y con una sola manga…, nosotros estábamos todos tapados hasta las orejas, y cuando le preguntamos( pues una “Abejorra” conocía el lenguaje de signos) si subía así, nos contestó encogiéndose de hombros…
En la puerta del refugio les grabé un video cantándole el cumpleaños feliz a la madre de Iñaki creo, y casi se me congela la mano, el viento era realmente furioso y helador.

Bajamos, hay rachas de viento cercana a los cien por hora, casi me tira tres veces de boca y peso más de cien kilos con mochila, Laura, va delante de mí y le grabo un vídeo ( que luego no salió, no sé por qué) casi volando sin alas, apenas se puede andar, no quiero ni pensar en las cumbres en el día de hoy…

Seguimos hablando, conversando, bajamos el cortijo de la Toma y ya no hay viento, aquí con la montaña de fondo hacemos una sesión de retratos, Andrés, nos explica que no se pueden cortar los pies, y debe estar centrada la persona, el viene con cámara de las buenas y entiende…

Tras un rato de risas y fotos, fotos y más risas, seguimos adelante, pero se van parando y al final nos quedamos Iñaki y yo…
Bajamos todo el valle conversando, me cuenta que subió ayer al Mulhacén con gripe, y que lo llevaron en volandas hasta arriba, que no habría subido sin el aliento de sus amigos…, y es que la amistad es lo más grande de las montañas…

Cuando llegamos a la furgoneta, Bene, estaba ya aburrido de esperar, y es que nos quedamos atrás esperando a Juanma, Laura, Andrés y demás, por lo visto tuvieron que volver al sitio del “foto matón”, pues se dejaron allí una cámara…, fue una delicia compartir la montaña con “Los Abejorros”, espero encontrármelos de nuevo, gracias Bene, gracias a todos por estos días tan maravillosos…
“La felicidad es un río que nace en tu interior y se expande fuera de ti, abarcándolo todo, llenándolo todo, dando color y sentido a todo lo que te rodea…”
Maese Viento.
Eso me dijo después de su habitual reprimenda…, algún día puede que también le escuchéis…, o puede que no.

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Rio

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Borde

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Mulhacén

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Mulhacén 2

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Pista

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