Peña Negra, Sierra del Co

Por fin pudimos subir la imponente Peña Negra, máxima altura de la Sierra del Co, en pleno Arco Calizo Central malagueño. Marco la ruta como alpinismo porque aunque no es necesario ningún material de aseguramiento, el ascenso a la montaña se hace trepada tras trepada; y su descenso por una vertiginosa canal que se convierte en canchal. No obstante, la ruta es asequible para los acostumbrados a pelear con la caliza y no tiene pasos expuestos obligados, a pesar de que gran parte de la subida la hicimos pegados a los tajos. Siempre hay opciones, por lo que cada uno puede regular el riesgo que quiere correr. Justo es señalar que nosotros contábamos con Manu Rinconero, que conoce esta ruta muy bien; siempre es sinónimo de seguridad, aventura y diversión salir con Manuel a la montaña.

La ruta comienza en uno de los apartaderos de la carretera que va desde Villanueva del Cauche a Colmenar, donde hay espacio para varios coches. Una veredilla que nos lleva a una modesta cueva es de los pocos tramos de senderismo del día, porque desde aquí empezamos a buscar soluciones para empezar a subir, aunque el tramo hasta la cruz todavía guarda bastante materia orgánica en el suelo. Desde la cruz comienzan las maravillosas panorámicas de casi toda la provincia de Málaga que vamos a disfrutar durante toda la mañana, pero sobre todo comienza lo serio de la ruta: el erizado espinazo norte de la Peña Negra. Pasamos pegados a los tajos, durante varios largos e impactantes tramos, pero siempre tuvimos mínimo un metro de roca y más opciones a nuestra derecha. Trepada tras trepada fuimos ganando altura, superando también una fea y destartalada malla que aún sobrevive allí arriba, y que nos fue guiando prácticamente hasta la achatada cima, donde merece la pena estar un buen rato disfrutando de las vistas.

Acto seguido comenzamos a bajar hasta el Surco de San Isidro, un collado de curioso nombre que separa las dos cimas de esta bicéfala montaña. La bajada tiene su miga, pero sabiamente guiados por Manuel la hicimos en un periquete. La posterior subida a la subcima (16 metros más baja que su hermana mayor) no tiene mayor dificultad técnica comparado con lo que ya llevábamos, pero a partir de ella tenemos que seguir usando manos por una ancha cresta llena de afilados puntales. Se abren hasta tres canales de bajada a nuestra izquierda, utilizando nosotros el segundo, muy cómodo al principio y más laborioso conforme el canchal final gana magnitud. Nosotros bajamos apoyándonos en la pared izquierda de la canal, ayudándonos en casi todo momento de la roca, regateando como pudimos el caos de piedra del despeñadero. Abajo nos despedimos de Manuel que se animó a subir también al cercano Morrón de Gragea, y comenzamos a rodear Peña Negra para salir a su imponente cara sur. Me esperaba yo un paseo final hasta el coche, pero nada más lejos de la realidad: el sendero no era más que una promesa que se perdía constantemente entre la vegetación (ojo, porque en primavera tardía y el verano tiene que estar alta, pinchosa y, por tanto, insoportable) y los peñascales. El paso mejora algo, no mucho, después de pasar por la zona de escalada, apareciendo una línea que nos deja en la carretera a pocos metros del coche.