Pico Lezna, 2.208 m. y Peña Bistruey, 2.002 m. desde Lores (La Pernía IV)
near El Campo, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Con el comienzo del verano decido hacer una ruta que recorre desde Lores los valles a los pies de los picos Pumar y Lezna, ascendiendo el pico Lezna y, desde allí, alcanzar la peña Bistruey para bajar por el cordal desde esta peña e ir por otros senderos hasta Lores y así hacerla circular.
La catalogo de dificultad moderada dado que no hay pasos técnicos, aunque hay que tener en cuenta que es una ruta larga y con un desnivel acumulado importante. Esto hay que tenerlo en cuenta si se quisiera realizar en una sola jornada, recomendando haber hecho otras similares previamente. Yo la realicé saliendo por la tarde el primer día, haciendo noche y terminándola al día siguiente por la tarde. Al trascurrir al lado de los arroyos, hay agua hasta el momento en que coge altura al afrontar el Lezna. Por los cordales no hay posibilidad de reabastecerse, salvo algún arroyuelo si ha llovido recientemente, como fue el caso.
Salgo de la plaza de Lores y cojo una pista de tierra en buen estado que transcurre hacia el SURoeste (OJO que hay otro que se encamina hacia el NORoeste, que es por el que realizaré el regreso, no errar uno con otro), pasando al lado de dos tenadas con refugios libres de camino. En vez de ir directo al pico Lezna, pasando por la Casa de Cortes y atravesando la pradera del Camperón y remontando el Arroyo Cortes, sigo recto vadeando el arroyo Pumar, crecido por la lluvias del último mes. Ha sido una primavera seca y calurosa que siguió en una lluviosa y fresca que ha durado hasta la entrada del verano. Aún hay marcas de las lluvias de los días anteriores y todo luce esplendoroso, verde a rabiar y lleno de flores de todo tipo. La tarde es ideal para andar y me recuerda la ruta que hice hace dos años, muy parecida a esta, exactamente igual en su primera etapa hasta el refugio al que voy a hacer noche.
Al igual que la otra vez, porto la tienda por si me apeteciera hacer vivac en algún sitio, pero decido dormir en el último refugio de los tres que voy a recorrer, muy precario por dentro con camastro de madera y una chimenea muy profunda y complicada de hacer fuego. El suelo es de tierra polvorienta, pero la cubierta fue arreglada hace pocos años y ya he hecho noche en el mismo en otras ocasiones. Aunque no es ni cómodo ni caliente en invierno, a mi me gusta por estar muy lejos de Lores y en medio del precioso valle del Lezna y Pumar.
He recorrido casi 10 kilómetros desde el inicio de la ruta a un paso vivo al transitar por pistas y conocer el terreno y no tener que mirar el gps, lo cual se agradece.
Al día siguiente tengo que encontrar un camino que vi en casa en los mapas, para poder llegar al pies del Lezna. Voy sin track en esta parte de la ruta y la disfruto enormemente al tener que orientarme solo con el mapa, los cardinales y luego con la visual del Lezna, cuando aparece ante mí. El camino lo encuentro y serpenteo y luego lo abandonó y llego así al arroyo Lezna, que baja con las aguas recogidas de su ladera oeste con preciosas caídas y llenando todo de su sonido, todo vivo y solitario.
Para llegar a la cumbre asciendo a pico, sin senderos, una gran pendiente hasta hayarme en el cordal y seguir subiendo hasta hacer cumbre. Al subir al cordal el Curavacas se yergue enhiesto, altivo y demoledor ante mí, me hace sentirme pequeño y desear volver a subirlo, hace años que no lo hago. La cumbre del Lezna es redondeada y con un extraño monolito que indica su cota, 2.208 m. Una cumbre modesta, solitaria y poco transitada. Me encanta.
Desde allí, sigo parte de la ruta de hace dos años, pero en sentido inverso, por el cordal, bajando al pico Pumar y luego hacia la Collada Pumar. Intenté acortar parte del recorrido y del desnivel saliendo de la cuerda y yendo campo a través, pero me enfrenté con una maraña de piornos y brezos que me obligaron a volver a coger altura y así evitarlos. Se podría seguir por el cordal, creo que sería mejor la verdad, pero el objetivo es llegar al Collado Arauz para, desde aquí, hacer la última gran subida de la ruta, 300 metros de subida en 1 kilómetro, y llegar a la Peña Bistruey, 2.001 m.
En esta cota me encuentro con tres montañeros madrileños que están haciendo rutas por la zona, me comentan que hasta ayer tuvieron lluvias y nieblas.
Desde este punto tengo que seguir recorriendo la cuerda, siempre campo a través, hasta enlazar con una pista de tierra que me lleva de regreso a Lores, atravesando un bonito hayedo, sin ninguna dificultad salvo un desvío de la misma que hay que estar atento.
Esta parte de la montaña palentina me encanta por varios factores, su belleza y extensión, principalmente, unido a su fácil acceso por ser tierra ganadera pero, al mismo tiempo, sendas poco recorridas que le da un punto de soledad en el medio natural que, personalmente, valoro más que otros factores cuando estoy recorriendo los montes.
Hay que tener precaución en controlar bien los tiempos y distancias y en ser consciente que la mitad de la ruta es sin sendas ni camino hitados, aunque la otra mitad es por pistas en buen estado que hacen que los kilómetros caigan con velocidad.
Salud y montañas.
La catalogo de dificultad moderada dado que no hay pasos técnicos, aunque hay que tener en cuenta que es una ruta larga y con un desnivel acumulado importante. Esto hay que tenerlo en cuenta si se quisiera realizar en una sola jornada, recomendando haber hecho otras similares previamente. Yo la realicé saliendo por la tarde el primer día, haciendo noche y terminándola al día siguiente por la tarde. Al trascurrir al lado de los arroyos, hay agua hasta el momento en que coge altura al afrontar el Lezna. Por los cordales no hay posibilidad de reabastecerse, salvo algún arroyuelo si ha llovido recientemente, como fue el caso.
Salgo de la plaza de Lores y cojo una pista de tierra en buen estado que transcurre hacia el SURoeste (OJO que hay otro que se encamina hacia el NORoeste, que es por el que realizaré el regreso, no errar uno con otro), pasando al lado de dos tenadas con refugios libres de camino. En vez de ir directo al pico Lezna, pasando por la Casa de Cortes y atravesando la pradera del Camperón y remontando el Arroyo Cortes, sigo recto vadeando el arroyo Pumar, crecido por la lluvias del último mes. Ha sido una primavera seca y calurosa que siguió en una lluviosa y fresca que ha durado hasta la entrada del verano. Aún hay marcas de las lluvias de los días anteriores y todo luce esplendoroso, verde a rabiar y lleno de flores de todo tipo. La tarde es ideal para andar y me recuerda la ruta que hice hace dos años, muy parecida a esta, exactamente igual en su primera etapa hasta el refugio al que voy a hacer noche.
Al igual que la otra vez, porto la tienda por si me apeteciera hacer vivac en algún sitio, pero decido dormir en el último refugio de los tres que voy a recorrer, muy precario por dentro con camastro de madera y una chimenea muy profunda y complicada de hacer fuego. El suelo es de tierra polvorienta, pero la cubierta fue arreglada hace pocos años y ya he hecho noche en el mismo en otras ocasiones. Aunque no es ni cómodo ni caliente en invierno, a mi me gusta por estar muy lejos de Lores y en medio del precioso valle del Lezna y Pumar.
He recorrido casi 10 kilómetros desde el inicio de la ruta a un paso vivo al transitar por pistas y conocer el terreno y no tener que mirar el gps, lo cual se agradece.
Al día siguiente tengo que encontrar un camino que vi en casa en los mapas, para poder llegar al pies del Lezna. Voy sin track en esta parte de la ruta y la disfruto enormemente al tener que orientarme solo con el mapa, los cardinales y luego con la visual del Lezna, cuando aparece ante mí. El camino lo encuentro y serpenteo y luego lo abandonó y llego así al arroyo Lezna, que baja con las aguas recogidas de su ladera oeste con preciosas caídas y llenando todo de su sonido, todo vivo y solitario.
Para llegar a la cumbre asciendo a pico, sin senderos, una gran pendiente hasta hayarme en el cordal y seguir subiendo hasta hacer cumbre. Al subir al cordal el Curavacas se yergue enhiesto, altivo y demoledor ante mí, me hace sentirme pequeño y desear volver a subirlo, hace años que no lo hago. La cumbre del Lezna es redondeada y con un extraño monolito que indica su cota, 2.208 m. Una cumbre modesta, solitaria y poco transitada. Me encanta.
Desde allí, sigo parte de la ruta de hace dos años, pero en sentido inverso, por el cordal, bajando al pico Pumar y luego hacia la Collada Pumar. Intenté acortar parte del recorrido y del desnivel saliendo de la cuerda y yendo campo a través, pero me enfrenté con una maraña de piornos y brezos que me obligaron a volver a coger altura y así evitarlos. Se podría seguir por el cordal, creo que sería mejor la verdad, pero el objetivo es llegar al Collado Arauz para, desde aquí, hacer la última gran subida de la ruta, 300 metros de subida en 1 kilómetro, y llegar a la Peña Bistruey, 2.001 m.
En esta cota me encuentro con tres montañeros madrileños que están haciendo rutas por la zona, me comentan que hasta ayer tuvieron lluvias y nieblas.
Desde este punto tengo que seguir recorriendo la cuerda, siempre campo a través, hasta enlazar con una pista de tierra que me lleva de regreso a Lores, atravesando un bonito hayedo, sin ninguna dificultad salvo un desvío de la misma que hay que estar atento.
Esta parte de la montaña palentina me encanta por varios factores, su belleza y extensión, principalmente, unido a su fácil acceso por ser tierra ganadera pero, al mismo tiempo, sendas poco recorridas que le da un punto de soledad en el medio natural que, personalmente, valoro más que otros factores cuando estoy recorriendo los montes.
Hay que tener precaución en controlar bien los tiempos y distancias y en ser consciente que la mitad de la ruta es sin sendas ni camino hitados, aunque la otra mitad es por pistas en buen estado que hacen que los kilómetros caigan con velocidad.
Salud y montañas.
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