Pico Lezna, 2.208 m y Pumar, 2.066 m, desde Lores (La Pernía II)
near El Campo, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Es una ruta larga para hacer en un día, aunque se puede hacer perfectamente saliendo pronto para no hacer cumbre con las horas de mayor calor o dependiendo de las horas de luz, según la estación del año. Yo la realicé en junio, saliendo por la tarde y haciendo noche en el último refugio (tenía pensado pernoctar en tienda inicialmente) después de avanzar bastante y, al día siguiente, completando la ruta por la mañana, quitándome las mayores horas de calor, terminando la etapa antes del mediodía.
La he calificado de difícil por la distancia, bastante larga, y el desnivel, que sin ser súper elevado, hay que tenerlo en cuenta. Pero perfectamente podría ser catalogada de moderada.
Saliendo de Lores cojo el camino que se dirige hacia el suroeste. Hay que tener cuidado dado que parten dos en direcciones similares, el que NO debemos coger toma dirección hacia el noroeste.
Una vez en el camino podemos progresar rápido debido al buen estado del mismo, uso frecuentado de jeeps para cuidar tanto el ganado como los refugios y cercados de los pastores que hay en esta zona.
Hacia la izquierda, una vez superado el desvío que se dirige a un antiguo molino, avanzo recreándome en el hayedo terriblemente bello que está un poco más abajo, detrás del Arroyo Gerino. El camino va ganando altura poco a poco, casi sin darte cuenta. Me encuentro con una pastora de vacas, muy amable, la cual me da indicaciones sobre los refugios que podría encontrar en el camino. La pregunto por la Casa de Cortes, dado que tenía intención de dormir en sus cercanías en tienda. Me comenta que, efectivamente, está reparada y ocupada. Tengo intención de avanzar un par de horas a buen ritmo para, de este modo, quitarme un buen trozo de la ruta del día siguiente, dado que es larga.
Paso otro desvío, prosigo por el lado de la derecha y a lo lejos veo la niebla bajando de las cumbres y dando al paisaje un aspecto otoñal increíble. En la meseta, de donde vengo, hacía calor y un sol tremendo. Aquí fresco, niebla... es genial, no me canso de esto. Enseguida me encuentro con la tenada que me había avisado la pastora, con un refugio. No está mal, chimenea y dos sitios para dormir, pero me encuentro a media hora de Lores y decido continuar.
El desnivel se mantiene en una constante subida pero, al cruzar un paso canadiense, aumenta considerablemente con unas rampas de un desnivel cercano al 20% en ocasiones. La pista de tierra ha sido asfaltada con hormigón para evitar los barros y las heladas y poder subir y bajar con los vehículos, si no sería imposible. Y eso ayuda a los todo terrenos y también me ayuda a mi. Sudo y disfruto y aprieto los dientes. Hacía frío y viento pero sabiendo que me venían unas rampas duras decidí no ponerme el cortavientos y ahora lo agradezco. Veo un rebeco observando mi esfuerzo a lo lejos, en una cimas a mi izquierda, por encima del cauce del arroyo. No se mueve, solo me mira todo el rato hasta que le dejo atrás.
Cuando termino las rampas he recorrido unos 5 kilómetros y superado casi 500 metros de desnivel desde Lores. Ahora es el momento de ponerse ropa y beber algo. El paisaje es esplendoroso, todo verde a rabiar con las nubes leves que lo envuelven todo y que son más espesas a lo lejos, hacia donde me dirijo. La sensación de soledad es plena, aun sabiendo que estoy en una zona poblada. La niebla amortigua todos los sonidos, solo se oye el viento y algunas aves.
Un poco más adelante, a la derecha del camino, está el segundo refugio, el de Tañuga. Está en buen estado, algo sucio y destartalado, pero tiene mesa y banquetas, chimenea y camastro de madera para un par de personas. Desde este veo la Casa de Cortes, con un coche a la entrada. Miro el mapa y decido proseguir aún un poco más, media hora estimo. Son las 9 de la tarde (o noche, según se mire) y aún queda algo de luz por la época del año que estamos, cerca del solsticio de verano. Sé, por los mapas, que hay otro refugio más adelante, no sé en qué estado, y decido ir a buscarlo.
Según me acerco por el camino, tomo el ramal de la derecha para dejar la Casa de Cortes a la izquierda. Luego tengo que coger un desvío que casi me lo paso si no consulto el track que seguía. Me tocó vadear un riachuelo, casi río, siendo algo complicado por el caudal que llevaba. Desde ese punto toca volver a ascender, suavemente ahora, pasando al lado del refugio Pumar, según la pastora, cerrado. He leído por ahí que es la casa de unos pastores, no lo sé y pasé de largo intentando llegar antes del anochecer donde había decidido dormir, descartando ya el hacerlo en tienda dado que hacía frío y todo estaba muy, muy húmedo. De hecho, el trecho que hacía ahora casi era una marisma y tenía que ir pisando entre islotes de hierbas para evitar hundirme en el barro.
Al cabo de algo más de la media hora que había estimado, aún con bastante luz, conseguí llegar al tercer refugio. He logrado avanzar 9 kilómetros y quitarme un gran desnivel, lo cual hará la ruta de mañana más corta y menos pesada. Con suma alegría comprobé que estaba en buen estado, limpio. Puerta y tejado arreglados no hace mucho tiempo. Chimenea rara, en forma de gloria y leña seca dentro y húmeda en abundancia fuera.
Fue genial pasar la noche en él, me costó encender un buen fuego, pero cuando lo conseguí la chimenea logró tirar adecuadamente.
Al día siguiente no había rastro de las nubes de la tarde anterior y un sol espléndido me acompaño todo el trayecto. Siguiendo el track me dirijo en dirección oeste subiendo sin dilación hacia la Collada Pumar para luego, al alcanzar una valla de pinchos en mal estado, continuar junto a ella en dirección suroeste realizando una fuerte ascensión que me lleva al lado del Pico Pumar, el cual corono y me doy media vuelta para, ahora en dirección sur, ascender por la cuerda muy gastada y redondeada hacia el Pico Lezna.
No me cuesta llegar a él. A pesar de los tres grandes repechos superados en apenas 4 kilómetros, estoy eufórico por el día de ayer y el camino es claro. En la cumbre hay un hito geodésico muy raro (ver foto) que me recuerda al Spunik de los rusos. Profiero gritos de entusiasmo porque pienso que me va a inmunizar contra el covid, por eso lo beso encantado.
El camino de regreso lo realizo por la vertiente contraria al de la ida, llegando al cruce de caminos donde estaba la Casa de Cortes, que ahora vuelvo a dejar a mi lado izquierdo. Desde ahí, por una gran llanura interminable, voy recto hasta cruzar un río y enlazar con las pistas de tierra. Vuelvo a bajar las rampas asfaltadas siendo ahora consciente de los duras que son, cosa que ayer no lo percibí de igual manera.
La alegría del día me da encontrarme de nuevo con la pastora, atenta a las explicaciones de mi aventura. La gusta saber cómo están los refugios por boca de los que los ven, ella no suele ir allí, no tiene necesidad.
En definitiva una ruta larga para hacer en un día, en dos muy accesible. Cuenta con gran parte de su recorrido por pistas de tierra, lo cual tiene el pro de progresar muy rápido y el contra de que no te da la sensación total de estar en plena naturaleza, más aún cuando te cruzas con algún vehículo, lo que me pasó el segundo día, según regresaba.
Personalmente disfruté mucho el primer día por el tiempo que hizo, el andar hacia lo desconocido en medio de la niebla buscando un cobijo para guarecerse... fue genial. El segundo día con todo su esplendor y luz, la ruta sin mayores complicaciones que hizo que no me perdiera... me parece que fue todo perfecto y que no podría pedir más que una cosa, poder seguir disfrutando del monte.
La he calificado de difícil por la distancia, bastante larga, y el desnivel, que sin ser súper elevado, hay que tenerlo en cuenta. Pero perfectamente podría ser catalogada de moderada.
Saliendo de Lores cojo el camino que se dirige hacia el suroeste. Hay que tener cuidado dado que parten dos en direcciones similares, el que NO debemos coger toma dirección hacia el noroeste.
Una vez en el camino podemos progresar rápido debido al buen estado del mismo, uso frecuentado de jeeps para cuidar tanto el ganado como los refugios y cercados de los pastores que hay en esta zona.
Hacia la izquierda, una vez superado el desvío que se dirige a un antiguo molino, avanzo recreándome en el hayedo terriblemente bello que está un poco más abajo, detrás del Arroyo Gerino. El camino va ganando altura poco a poco, casi sin darte cuenta. Me encuentro con una pastora de vacas, muy amable, la cual me da indicaciones sobre los refugios que podría encontrar en el camino. La pregunto por la Casa de Cortes, dado que tenía intención de dormir en sus cercanías en tienda. Me comenta que, efectivamente, está reparada y ocupada. Tengo intención de avanzar un par de horas a buen ritmo para, de este modo, quitarme un buen trozo de la ruta del día siguiente, dado que es larga.
Paso otro desvío, prosigo por el lado de la derecha y a lo lejos veo la niebla bajando de las cumbres y dando al paisaje un aspecto otoñal increíble. En la meseta, de donde vengo, hacía calor y un sol tremendo. Aquí fresco, niebla... es genial, no me canso de esto. Enseguida me encuentro con la tenada que me había avisado la pastora, con un refugio. No está mal, chimenea y dos sitios para dormir, pero me encuentro a media hora de Lores y decido continuar.
El desnivel se mantiene en una constante subida pero, al cruzar un paso canadiense, aumenta considerablemente con unas rampas de un desnivel cercano al 20% en ocasiones. La pista de tierra ha sido asfaltada con hormigón para evitar los barros y las heladas y poder subir y bajar con los vehículos, si no sería imposible. Y eso ayuda a los todo terrenos y también me ayuda a mi. Sudo y disfruto y aprieto los dientes. Hacía frío y viento pero sabiendo que me venían unas rampas duras decidí no ponerme el cortavientos y ahora lo agradezco. Veo un rebeco observando mi esfuerzo a lo lejos, en una cimas a mi izquierda, por encima del cauce del arroyo. No se mueve, solo me mira todo el rato hasta que le dejo atrás.
Cuando termino las rampas he recorrido unos 5 kilómetros y superado casi 500 metros de desnivel desde Lores. Ahora es el momento de ponerse ropa y beber algo. El paisaje es esplendoroso, todo verde a rabiar con las nubes leves que lo envuelven todo y que son más espesas a lo lejos, hacia donde me dirijo. La sensación de soledad es plena, aun sabiendo que estoy en una zona poblada. La niebla amortigua todos los sonidos, solo se oye el viento y algunas aves.
Un poco más adelante, a la derecha del camino, está el segundo refugio, el de Tañuga. Está en buen estado, algo sucio y destartalado, pero tiene mesa y banquetas, chimenea y camastro de madera para un par de personas. Desde este veo la Casa de Cortes, con un coche a la entrada. Miro el mapa y decido proseguir aún un poco más, media hora estimo. Son las 9 de la tarde (o noche, según se mire) y aún queda algo de luz por la época del año que estamos, cerca del solsticio de verano. Sé, por los mapas, que hay otro refugio más adelante, no sé en qué estado, y decido ir a buscarlo.
Según me acerco por el camino, tomo el ramal de la derecha para dejar la Casa de Cortes a la izquierda. Luego tengo que coger un desvío que casi me lo paso si no consulto el track que seguía. Me tocó vadear un riachuelo, casi río, siendo algo complicado por el caudal que llevaba. Desde ese punto toca volver a ascender, suavemente ahora, pasando al lado del refugio Pumar, según la pastora, cerrado. He leído por ahí que es la casa de unos pastores, no lo sé y pasé de largo intentando llegar antes del anochecer donde había decidido dormir, descartando ya el hacerlo en tienda dado que hacía frío y todo estaba muy, muy húmedo. De hecho, el trecho que hacía ahora casi era una marisma y tenía que ir pisando entre islotes de hierbas para evitar hundirme en el barro.
Al cabo de algo más de la media hora que había estimado, aún con bastante luz, conseguí llegar al tercer refugio. He logrado avanzar 9 kilómetros y quitarme un gran desnivel, lo cual hará la ruta de mañana más corta y menos pesada. Con suma alegría comprobé que estaba en buen estado, limpio. Puerta y tejado arreglados no hace mucho tiempo. Chimenea rara, en forma de gloria y leña seca dentro y húmeda en abundancia fuera.
Fue genial pasar la noche en él, me costó encender un buen fuego, pero cuando lo conseguí la chimenea logró tirar adecuadamente.
Al día siguiente no había rastro de las nubes de la tarde anterior y un sol espléndido me acompaño todo el trayecto. Siguiendo el track me dirijo en dirección oeste subiendo sin dilación hacia la Collada Pumar para luego, al alcanzar una valla de pinchos en mal estado, continuar junto a ella en dirección suroeste realizando una fuerte ascensión que me lleva al lado del Pico Pumar, el cual corono y me doy media vuelta para, ahora en dirección sur, ascender por la cuerda muy gastada y redondeada hacia el Pico Lezna.
No me cuesta llegar a él. A pesar de los tres grandes repechos superados en apenas 4 kilómetros, estoy eufórico por el día de ayer y el camino es claro. En la cumbre hay un hito geodésico muy raro (ver foto) que me recuerda al Spunik de los rusos. Profiero gritos de entusiasmo porque pienso que me va a inmunizar contra el covid, por eso lo beso encantado.
El camino de regreso lo realizo por la vertiente contraria al de la ida, llegando al cruce de caminos donde estaba la Casa de Cortes, que ahora vuelvo a dejar a mi lado izquierdo. Desde ahí, por una gran llanura interminable, voy recto hasta cruzar un río y enlazar con las pistas de tierra. Vuelvo a bajar las rampas asfaltadas siendo ahora consciente de los duras que son, cosa que ayer no lo percibí de igual manera.
La alegría del día me da encontrarme de nuevo con la pastora, atenta a las explicaciones de mi aventura. La gusta saber cómo están los refugios por boca de los que los ven, ella no suele ir allí, no tiene necesidad.
En definitiva una ruta larga para hacer en un día, en dos muy accesible. Cuenta con gran parte de su recorrido por pistas de tierra, lo cual tiene el pro de progresar muy rápido y el contra de que no te da la sensación total de estar en plena naturaleza, más aún cuando te cruzas con algún vehículo, lo que me pasó el segundo día, según regresaba.
Personalmente disfruté mucho el primer día por el tiempo que hizo, el andar hacia lo desconocido en medio de la niebla buscando un cobijo para guarecerse... fue genial. El segundo día con todo su esplendor y luz, la ruta sin mayores complicaciones que hizo que no me perdiera... me parece que fue todo perfecto y que no podría pedir más que una cosa, poder seguir disfrutando del monte.
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Comments (3)
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Hola,había pensado en ir este jueves,pero hacer en coche hasta el collado tañuga( no me da tiempo a hacerla entera) es posible subir en coche hasta el collado?
Hola César. Con Jeep o similar se podría. Pista de tierra con barros y grandes pendientes de más del 15%. Creo q el paso de vehículos queda restringido a cuidado del ganado, lo siento.
Haz lo que te de tiempo de la ruta, merece la pena, y otro día la completas.
Saludos!
Gracias,creo que madrugare,a ver si puedo hacerla entera 🙂