Prau Fontán (2.361 m), invernal desde Torrebarrio

Exigente invernal que desde Torrebarrio nos lleva a una montaña que hacía mucho, pero que mucho tiempo que quería intentar hollar: el Prau Fontán. Nos conocemos desde hace años, y prácticamente la finalidad de otra invernal que hice por el Colines fue únicamente admirar el apabullante paredón de casi 200 metros que aturulla en su cara Norte.
Finalmente conseguí subir; me resisto a escribir “cayó” como a veces leo por ahí para quienes una cumbre es solo un cromo más para coleccionar. Y hablando de caer, salimos de Torrebarrio con unos muy tiesos once grados bajo cero, y digo tiesos, porque ni las temperatura ni los termómetros se pueden desplomar como tantas veces tenemos que escuchar.
Empezamos a andar buscando una pista de esas “que no tiene pérdida” , sobre todo para los que saben donde se coge, pero que bueno, al ser común a la de las Ubiñas no tiene mucha dificultad de encontrar
Nieve casi sin pisar y cómoda de andar los primeros km, no como al regreso cuando como es habitual está muy pisada y mezclada con barro debido a la gran cantidad de rutas y corredores que por aquí comienzan.
Un poco antes de haber andado con comodidad un par de km y con las dos Ubiñas absorbiéndonos la vista nos encontramos un cercado ganadero y unos metros más adelante nos desviamos al Norte abandonando la pista que nos llevaría al collado Ronzón. De momento había huella, muy poca, pero suficiente para no tener que estar echando mano del GPS constantemente.
Seguimos ascendiendo un par de km y tras un giro al Este nos encontramos una explanada con una cabaña- refugio al fondo, Lomba Verde creo que se llama la zona. Desconozco su estado ya que no me acerqué , aunque sí bastante como para despistarme cinco minutos, lo suficiente para saber que iba a dar un pequeño rodeo, que la verdad es que lo dí hasta agradecido, ya que rodeado de belleza en blanco y verde, y en soledad, no voy a decidir que alimenta el espíritu, que es una cursilería, pero sí que te hace sentir muy muy bien. Por aquí me adelantó un supermontañero, también solitario, que luego mientras yo seguía ascendiendo ya bajaba dispuesto a hacerse la Ubiña grande. Estos personajes, casi profesionales o sin el casi, siempre son de ayuda, enseñándote los pasos buenos, y lo más curioso, que es que vaya donde vaya, siempre aparece alguno que me pega un repaso y me pone en mi sitio.
Un poco antes de los 1900 m de altitud ya podemos ver y estudiar la pala por la que vamos a ascender. Veréis en diferentes rutas que unos suben por el centro y otros un poco más al Este, siendo esta última dirección algo más cómoda que la pedrera pura. Pero claro, con la inmensa cantidad de nieve que había la cosa cambia, y la mejor forma de subir creo que es la que yo seguí. Obvio decir de la absoluta necesidad de piolet y crampones, y de saber usarlos con sutileza y precisión, ya que en línea recta de ascensión la pendiente es del 58%. Como comprenderéis, yo subí a base de “ziszas”, por hecérseme durísimo en línea recta, excepto cuando las condiciones de la nieve así lo exigían. Ocurre que al empezar una pala de estas características hay que prepararse bien antes de subir, ya que mientras dure no podrás prácticamente ponerte ni quitarte ropa, ni beber a no ser que tengas un tubito de esos que sale del macuto (yo personalmente los detesto porque la ausencia de fuerza de voluntad hace que me beba toda el agua en un santiamén (Spiritus Sancti. Amén); por supuesto, aunque esto ya lo sabe todo el mundo, ni se os ocurra sentaros ya que la caída está garantizada. Ascendemos 200 metros en algo más de 500 , pasamos un embudo y tenemos un falso llano, donde con el piolet me apañé un asiento artesanal y dejé descansar unos minutos mi cuerpo de anchoa y mis gemelos que empezaban a protestar más de la cuenta por lo que andaba algo preocupado. Me hidraté bien y empecé con la segunda pala. Cuando crees que vas a llegar, como siempre, es un repechito y la cumbre está al fondo. Yo me veía ascendiendo el K2 , más cansado que el cartero de los Corintios, pero al final aparece la cumbre, y entonces un escalofrío empieza a recorrerte la espalda y ya te ves arriba, tu y el Prau, Asturias y León a nuestros pies, el Cantábrico infinito….los Fontanes y la Ubiña enfrente, al Norte el Colines , Huertos del Diablo, Melluque, Cigacha…Al Noroeste Peña Rueda, medio aislada, y al Este todos los dosmiles de Babia, Montihuero, Orniz, Morronegro…
El espectáculo es tan apabullante que pronto se me pasó el agotamiento. Incapaz de describir las sensaciones de formar parte, aunque sea por unos instantes, de una montaña que nunca olvidaré. Hasta me puse nervioso, tipo ¿cómo? ¿ahora que hago? ¿me siento? ¿hago el pino con las orejas? ¿hago la peonza?... No todas estas gilipolleces te vienen a la cabeza, pero sí otras que son como cargas de profundidad en la vida y que hay que ir soltando.
Finalmente me senté enfrente de los Fontanes, de nuevo en el mejor restaurante del mundo, y bien abrigado, recuperé al sol cuál camaleón , parte de las fuerzas perdidas.
E inicié el descenso, ese sí en línea recta, y pensando todo el rato que ese descenso era como un partido de alta competición, donde no puedes perder la concentración, ya que lo que perderás no será un marcador, sino algo más importante. Tuve la suerte que en casi todo el descenso la nieve estaba muy bien, y me permitía talonar con los crampones con seguridad clavando con posterioridad todas las puntas, y no como al final de la pala, desesperadamente blanda, con el riesgo de meterse en un buen agujero, del que a veces, a mí que me cuesta levantarme en la playa, puede ser complicado salir.
La vuelta la hice ”en directo” con raquetas, que aunque realmente no eran necesarias ya que las llevaba me las puse, haciendo algo más cómodo el regreso hasta el consabido cercado, a partir del cual bajé canturreando hasta Torrebarrio, mezclando en mi mente la necesidad de unas lonchas de cecina y un par de cervezas con la satisfacción de haber compartido un “mondarino” con el Prau.
El grado de dificultad es meramente orientativo; no hay ningún paso complicado ni aéreo, aunque pueda haber zonas en la pala de nieve dura donde, con una pendiente de más del 55%, hay que estar habituado y saber utilizar con corrección piolet y crampones