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Subida al Morezón desde Candeleda., final en refugio Albarea.

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Trail stats

Distance
17.74 mi
Elevation gain
7,034 ft
Technical difficulty
Difficult
Elevation loss
5,433 ft
Max elevation
7,816 ft
TrailRank 
59
Min elevation
1,489 ft
Trail type
One Way
Time
11 hours 44 minutes
Coordinates
2888
Uploaded
March 17, 2019
Recorded
March 2019
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near Candeleda, Castilla y León (España)

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Itinerary description

Distancia: Caso 30 km
Tiempo: Unas 8 horas de subida y 3.30horas de bajada. Parando a reponer energías de vez en cuando.
Alpinismo pues es invernal.

El plan era subir desde Candeleda al Morezón para luego volvernos hasta el refugio de Albarea donde dejaríamos algunos coches, para ahorrarnos seis kilómetros de bajada pues se nos haría de noche.
A la cinco menos diez de la mañana pasó a mi casa de Villanueva de la Serena Jesús el Joven a recogerme, y nos dirigimos a Trujillo donde a las 5.45 horas quedamos con Eloísa para recogerla, en el coche de Josechu irían los demás Villanovenses.
Paramos en un bar de carretera de cuyo nombre no quiero acordarme en Almaraz a desayunar, donde nos recibió una vez más con su cara de piel encartonada y ajada, ese señor de edad faraónica que vende los tickets del desayuno que está todos los días y a todas horas en su taquilla, y le hizo un esbozo de sonrisa a Jesús, que casi nos espanta de terror a los que estábamos alrededor…
Le tuve que meter prisa a Jesús con su relajación tertuliana matinal en el desayuno, pues nos esperaban Alejandro y 30 km de ruta en Candeleda.
Llegamos a Candeleda donde llevaba media hora esperándonos Alejandro, nos bajamos junto al puente viejo y los tres coches con sus conductores siguieron hasta el refugio, dejarían dos coches allí y se volverían los tres conductores en el coche de Alejandro.
Eran las ocho menos cuarto de la mañana, empezamos a andar tranquilamente hasta el punto de encuentro, sería el convento de la Concepcionistas pues poco más arriba está la pista que lleva al puerto de Candeleda, una hora estuvimos esperando luchando contra el sueño y la relajación, puestos al calor del sol matinal.
Aparecen por fin a las nueve, y en quince minutos empezamos a andar tras la pertinente foto de inicio, el día será largo.
Hace tres años Josechu, Alejandro y yo subimos hasta el Puerto de Candeleda, así que ya sabía lo que me esperaba, me puse en “modo avión” nada más pisar las primeras cuestas que son muy duras y en asfalto, el “ modo avión” es agachar la cabeza y subir paso a paso, sin mirar a los lados para no perder el ritmo, y hablar lo menos posible para ahorrar energía…
Tras un rato de gran esfuerzo, llegamos a una curva donde sale un camino de tierra con un cartel que habla de la “Trocha Real” al puerto de Candeleda, aquí nos adentramos en bosque ya llaneando y empezamos a disfrutar de las vistas a las cimas de Gredos sin nieve, el color de la mañana nos acaricia en una primavera adelantada, pues este año no tuvo invierno…
El sitio es especialmente hermoso, la naturaleza exuberante, te rodea de bosques, arroyos y el sonido del río rugiendo de fondo, el camino empieza a descender en busca del río y tras cruzar un bosquete de enebros nos encontramos con un puente de aspecto románico, donde nos reagrupamos y comemos algo, ahora empieza lo duro, las rampas que cruzarán el bosque de pinos y robles hasta el chozo de la Hiruela Bajera.
Me coloco otra vez en modo avión y me dejo caer al final del grupo, no hay prisa, queda mucho día por delante, el camino serpentea luchando contra la pendiente mientras trato de no pisar demasiadas filas de procesionaria que avanzan en fila india, salimos a un cartel que indica el refugio de Albarea, por donde tendremos que volver a la tarde…
Seguimos por la pista que sube, la pendiente sigue muy intensa, Eloísa no está acostumbrada a llevar mochila grande, además lleva dentro sus botas de montaña nuevas que pesan bastante, pero no le recomendamos que se las ponga todavía, en las pistas forestales se va mejor en zapatillas…
Hace calor, voy justo detrás de Eloísa que lo está pasando mal, pero sufre en silencio, Alejandro se para a arreglarse un problema en el zapato y quedamos atrás los tres, y en el “modo avión” estoy a punto de salirme un par de veces de la pista en las curvas, pues me miro tanto los pies que no veo el camino,…la verdad, la pendiente es muy fuerte.

Llegamos por fin al final del bosque, aquí en la Hiruela Bajera hay un chozo tradicional a modo de refugio, que es presa de mi cámara de fotos…
Hemos superado las peores cuestas, pero nos falta muchísimo, llevamos mil metros y nos faltan otros mil, comemos un poco y seguimos ya sin bosque entre los piornos, la senda se estrecha pero bien señalizada asciende con menos pendiente.
Aquí sin bosque vamos descubriendo el rostro de las cimas del circo de Gredos que nos miran desnudos de nieve, privados de su capa virginal invernal, el calor de hoy puede ser muy intenso…
Seguimos en el mismo trazado de ruta, Eloísa, Alejandro y yo estamos en la cola separados del resto del grupo que marcha a más velocidad y de vez en cuando se paran para reagruparnos y comer algo.
Vemos el camino cortado con un tronco y sigue a la izquierda, es un pequeño rodeo que nos permite ver las vistas de todo el valle del Tiétar, con sus vegas verde intenso que contrasta con la sequedad de los prados que estamos ascendiendo en la montaña.
Tras pasar el pradito de la Hiruela de en medio, encontramos los esqueletos de los piornos quemados que nos facilitan el paso hasta llegar al hito de la Hiruela Cimera.

Pasan las horas, vamos guardando fuerzas, las paradas las hacemos con tiempo para tomar frutos secos, barritas y otros alimentos, me comenta Alejandro que le ha estado a punto de dar varios tirones, Jesús dice que a él también, por lo que saco las pastillas de magnesio, y en el momento “pastillero” del día nos tomamos magnesio y sales minerales, aunque hubo quien no quiso o no se atrevió a “empastillarse”…
Estamos en la fuente, rellenamos agua, yo no lo hice pues llevaba 4 litros para hacer peso en la mochila como entrenamiento, ya mismo estaremos en el Puerto de Candeleda.

En el Puerto de Candeleda hay grandes hitos que nos sirven de referencia, nos quedan 300 metros de desnivel, pero hay que llegar al refugio de Rey y luego tras pasar el cerro de la Cagarruta afrontar la última subida.

Empezamos a ver algo de nieve sobre los prados amarillentos, el calor está terminando con la poca nieve que queda, ganas teníamos de pisarla, la subida no se me ha hecho demasiado larga para las seis horas que llevamos, hemos ido a un ritmo soportable sin parar demasiado tiempo.

Eloísa se coloca sus botas nuevas, pues ya hay que pisar nieve y quedo otra vez más atrás, pues es el precio que tiene hacer fotos. Las ruinas del refugio de Rey se asoman a recibirnos, en un subterfugio del pasado, las ruinas desprendidas en bloques nos recuerdan que todo tiene su momento y todo pasa…
Aquí nos abrigamos pues Maese Viento es frío, y nos detenemos a tomarnos un bocadillo, yo no suelo tomar bocadillos en las subidas pero hoy he traído un arma secreta…, el salchichón casera que me regaló la Vicenta que hizo deleitarnos a todos los que lo probamos, sobre todo a Jesús, muy amante de versiones caseras…
Nos queda el último empujón hasta la cima, buscamos la forma de no tener que subir el Cerro Cagarruta, pues luego hay que bajar, así que tiramos por la derecha por la senda desbrozada, aquí hay empieza a haber más nieve por fin, y nos tenemos que parar a ponernos los crampones para no resbalarnos, la capa muy blanda de arriba es sobre hielo y cuesta arriba nos dificultaría el avance…
Tardo poco en ponérmelos y me está dando frío, pues Maese Viento atiza con más ganas de lo que habían pronosticado, voy siguiendo huellas y llego a una llanura con una rampa, me espero a que vengan los demás, quiero hacer fotos de la subida del grupo, aparece Alejandro primero y vemos a lo lejos unos esquiadores que bajan, y a otros que van subiendo al Morezón más adelante.

Queda la última rampa, bastante dura, pero al tener los crampones nos podemos permitir el lujo de ir por lo más empinado sin problema, una vez más se rompe el grupo y esta vez quedamos Alejandro, Eloísa Noemí y yo, el hacedor de fotos…

Me encuentra genial, el salchichón mágico de la Vicenta ha hecho maravillas, podría estar subiendo otras ocho horas…, bueno, no es para tanto, dejémoslo en seis…

La cima a nuestro alcance, parece increíble, llegaremos todos sanos y medio enteros…

Hemos coincidido con un grupo de cuatro montañeros con los que intercambiaremos fotos, no hace viento, es una suerte poder disfrutar del circo de Gredos con todas las cimas de frente y con mucha más nieve de la que esperaba, Gredos siempre sorprende…
Son las cinco y cuarto de la tarde, tendremos que bajarnos, aunque no nos apetece, nos quedan unos doce kilómetros de vuelta y aunque llevamos frontales, de noche se avanza mal, queremos llegar al Chozo con luz pues allí empieza la pista forestal, siempre más fácil de andar.
El sol no dejó hacer la mejores fotos del Almanzor al situarse sobre él, ahora lo tenemos a la espalda, bajamos directamente al Cerro Cagarruta, con los crampones en nieve parece que volamos…

Estamos cerca del refugio del Rey, nos quitamos los crampones, la nieve se acaba, comemos de nuevo, la bajada será muy dura.
Tratamos de ir deprisa, pasamos los prados antes del Puerto y vamos apretando el paso, la noche nos persigue…
Nos quedamos Alejandro y yo reponiendo agua en la fuente, nos esperan un poco más adelante, las sombras avanzan pero volvemos a salir al sol al encarar las Hiruelas.
Aquí cada uno va a su ritmo, me quedo en soledad, el color del sol crepuscular baña todo de un tul de irrealidad, parecen imágenes escapadas de otro mundo, el pardo cobrizo de la tierra se apelmaza en nuestros pies arañados por los brazos esqueléticos de los piornos quemados, mientras en nuestros ojos se descuelga el verde intenso de la vegas del Tiétar competiendo con los azules del cielo y del pantano de Rosarito que yace explayado lejos de nuestros dedos al borde del horizonte…
El sol crepuscular se resiste a morir, va declinando rozando las cumbres de Gredos que descienden en nuestra dirección, agarrándose a los riscos, rozando las rocas, desparramándose por las laderas del valle que cae a nuestros pies, y ahogado en un susurro se silencia su voz de repente, pues el sol habla en nuestra piel…, e inmediatamente tras desaparecer tras la montaña, el rugido del río parece ascender desde el fondo del valle, pues estaba sofocado por la inmensidad de la luz crepuscular del sol…
Y el Viento inmediatamente empieza a revolverse inquieto en las sombras como hace en todos los ocasos…
• Maese Viento, sé que estás hoy de buen humor, no me lo niegues, tu brisa es cálida y trémula…
• Y a ti qué te importa mi humor, humano. Estoy como tengo que estar…
• Maese, me debes una…
• Qué quieres que te deba, humano, yo no tengo deberes con vuestra especie.
• Recuerda, hace dos años ascendí en solitario por la Brecha de Rolando hacia el Taillon en Pirineos, y me prometiste que me contarías quién es la Dama de las Nieves, pues me dijiste que podría acabar en sus brazos…
• Creí que tu necia y corta memoria había desdeñado ese recuerdo, pues abre tus sordos oídos y escucha, humano, que no lo repetiré…

Los ojos de Marguerite.
Todos creéis que me conocéis, pero no lo sabéis…, no tenéis ni idea.
Creéis que Yo soy quien arranca las hojas en otoño, el que levanta el polvo que te hace cerrar los ojos, el que hace temblar las rejas de tu ventana con furia…
No, soy mucho más, mucho más que el simple viento, debes saber que cada vez que susurras, yo estoy ahí, cada vez que gimes, que comes, que hablas, que respiras…, yo lo siento, yo lo sé.
Yo soy el que te seca las lágrimas cuando lloras, y el que te llena el pecho cuando suspiras…, sé todo de ti y de cada uno de vosotros.
Esta vez os enseñaré una historia que sucedió hace poco tiempo, hasta para vuestras cortas memorias, venid conmigo y mirad…

Dos figuras humanas se debaten en la furia de mi ventisca, luchando por sus cortas vidas…, nunca entenderé vuestra locura de exponer inútilmente la vida, sois necios los humanos…
• Marguerite , no me sueltes por favor…,¡ no me sueltes!
• No te preocupes, yo te guiaré…confía en mí.
Mi furia arrecia cada vez más, no podían ver prácticamente nada, el polvo blanco helado les envuelve , el frío era insoportable, habían dejado la cuerda atrapada en el piolet para bajar una pared de hielo, ahora la única forma que tenían de no perderse era ir agarrados el uno del otro.
Pierre estaba aterrorizado, su iniciación en el alpinismo era demasiado peligrosa, nunca creyó que tendría que luchar por su vida…, pero confiaba ciegamente en Marguerite, ella le tenía hechizado con sus ojos, esos ojos color azul de mar intenso, de mar calmo en un día soleado de verano, esos ojos le transmitían paz y excitación, seguridad y riesgo, ternura y bravura, templanza y locura, esos ojos que le atrapaban y que cuando se clavaban en los suyos, el tiempo se paraba y un universo nuevo y desconocido se abría de repente para él…, eran sus ojos de Marguerite,…los ojos de Marguerite.
Tras el primer beso le había prometido que le iniciaría en su mundo de la nieve, de las montañas, y él eran hombre urbano y nunca había pisado la montaña, pero por esos ojos…, y tras unas pocas salidas de montaña buscaron algo más intenso, más difícil, porque esos ojos se lo pedían, no hacía falta que sus labios hablaran, y allí estaban ambos en el lugar que vosotros llamáis Pirineos, cerca del gran monte de caliza, cerca del Monte Perdido, luchando por sus humanas vidas…

• Mejor agárrate a mi arnés, Pierre. Necesito las manos libres, porqué tuviste que olvidar en el coche los malditos cordinos…
• Marguerite, no me sueltes…, tengo miedo, Marguerite…, mejor no me sueltes…
Siguieron avanzando, con mucha dificultad, de repente escucharon un crujido enorme, el suelo empezó a temblar, estaban sin saberlo en una cornisa de nieve que se desprendió, Marguerite cayó y se quedó agarrada de una mano de Pierre colgando en el vacío, y empezó a escurrirse poco a poco, dedo a dedo…
• Marguerite, Marguerite, ¡Marguerite!, no, Marguerite…¡No!, ¡por favor!,¡Marguerite!, ¡No me sueltes!, ¡No!
Y Pierre se quedó mirando esos ojos de azul intenso que tanto amaba, y entonces vio en ellos desesperación, en esos ojos que le miraban fijamente suplicantes mientras dedo a dedo se iba escurriendo de su mano, y luego vio miedo, ese miedo que traspasa el alma y se queda impreso en tu corazón, y luego vio terror…

Me despierto de mi letargo al cruzarme con un extraño individuo ataviado solo con camisa y pantalón que ascendía hacia el puerto en soledad, al llegar a mi altura fuerza una extraña sonrisa y me musita un saludo imperceptible, me quedo sorprendido ante la extraña aparición, por la hora y el sitio, y veo delante a Eloísa, y cuando llego a su altura me confiesa que ha sentido miedo al cruzarse con esta persona, la verdad que su mirada era muy perturbadora pero en la montaña no suelo tener miedo, pues es difícil estar más loco que yo…
Mientras por detrás, Noemí, Jesús y Alejandro han perdido la pista de los hitos y están luchando con los piornos y adelante Jose, Jesús el joven y Josechu nos esperan en el chozo.
Paramos a comer tranquilamente, la oscuridad se nos abalanza mientras una media luna luce en el cielo, la noche no será muy oscura, tras comer algo, el que quiso hacerlo, empezamos a bajar por la pista del bosque.
Josechu se puso en cabeza conmigo, por una vez iría delante, la pendiente era realmente grande, fuimos imprimiendo velocidad a nuestras piernas, y la pista en semioscuridad se iba retorciendo, una y otra vez, como en una pesadilla que no acaba y no acaba, no me di cuenta de los larga que era al subir, siempre me pasa, me gusta más subir que bajar. Y tras más de 2 km de pista interminable llegamos al desvío del refugio, nos esperamos a que lleguen los demás, ahora hay una pequeña subida, casi llana, por otros dos kilómetros de pista, seguimos a gran velocidad sin encender los frontales, pues la luna nos hacía las veces de lucero…, y empezamos a descubrir miles de estrellas ante nuestros ojos, silenciosas y expectantes de nuestra mirada, Alejandro nos empieza a explicar las constelaciones que tenemos sobre nosotros, pero hay una suave brisa en mis oídos que me impide escuchar sus palabras…

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Waypoints

PictographWaypoint Altitude 1,496 ft
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Candeleda

PictographWaypoint Altitude 2,240 ft
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Cartel

PictographWaypoint Altitude 1,960 ft
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Arroyo

PictographWaypoint Altitude 2,007 ft
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Enebral

PictographWaypoint Altitude 2,216 ft
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Puente

PictographWaypoint Altitude 2,264 ft
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Cartel

PictographWaypoint Altitude 4,141 ft
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Chozo Hiruela Bajera

PictographWaypoint Altitude 4,930 ft
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Foto Prado

PictographWaypoint Altitude 5,640 ft
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Hiruela Cimera

PictographWaypoint Altitude 6,154 ft
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Chorro agua

PictographWaypoint Altitude 6,350 ft
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Fuente

PictographWaypoint Altitude 6,579 ft
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Puerto de Candeleda.

PictographWaypoint Altitude 7,135 ft
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Refugio del Rey

PictographWaypoint Altitude 7,245 ft
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Foto

PictographWaypoint Altitude 7,445 ft
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Subida última

PictographWaypoint Altitude 7,811 ft
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Morezón

PictographWaypoint Altitude 7,240 ft
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Quitamos crampones.

PictographWaypoint Altitude 5,936 ft
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Bajada

Comments  (1)

  • Catdog May 13, 2019

    Hola,
    crees que el refugio de Hiruela Bajera es apto para dormir 2 o tres personas? Queremos ir a primeros de Junio y quitarnos el primer día por la tarde la subida desde la Puente del Puerto hasta allí que recuerdo que era muy pronunciada en el bosque para el segundo día ir más tranquilos. Nos da miedo que el refugio Albarea esté ocupado al poderse acceder en coche.
    Gracias!!!

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