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走到地平線, Un Camino Hacia El Horizonte, Cicloturismo y Senderismo; Páramo De Ocetá, Monguí Boyacá.

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Trail stats

Distance
40.54 mi
Elevation gain
6,073 ft
Technical difficulty
Very difficult
Elevation loss
4,701 ft
Max elevation
12,795 ft
TrailRank 
80 5
Min elevation
8,143 ft
Trail type
One Way
Time
one day 7 hours 7 minutes
Coordinates
5413
Uploaded
April 28, 2022
Recorded
February 2017
  • Rating

  •   5 1 review

near El Carmen, Boyacá (Republic of Colombia)

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Itinerary description

Cicloturismo y Senderismo.

Sentado me encontraba, en aquel mirador, a los pies del altar de aquella virgen blanca, que divisaba el pequeño pueblo de Sucre Santander incrustado al occidente, cobijado de espumosa neblina; aquella virgen que de reojo percibía mi soledad e intuía mis pensamientos, mientras dando la espalda a aquellas lejanas montañas que desde hace eternidades, se han dedicado a saludar al astro rey cuando asoma entre ellas, en un baile de colores y sonidos de todo ser alado, llamado amanecer. Mientras desde allí mi mente iba y volvía y me preguntaba, qué misteriosos secretos, se esconden en aquella distante cordillera, en ese oriental y lejano horizonte.

Buscando aquella amiga reina y llevándola en el corazón, regreso a mi casa, recordando como el cielo incendiario de la naciente noche anterior y su collar de luces titilantes de los puertos del Magdalena, me despedía con esas preguntas sin respuesta, con esa soledad atiborrada de nostalgia. Allí pensaba sin dudarlo y sin temor a lo evidente, que el oriente que se dibujaba frente a mí, siempre me ha traído, excelsas enseñanzas y vivencias indelebles en el alma. El oriente, el más lejano incluso al que yo una vez, no hace mucho acudí, aquel que me ha dado y que se encuentra, tras océanos, desiertos, selvas y montañas, continentes, destruyendo todos los imposibles, siempre tendrá cabida en un alma que anhela sin duda volver. El oriente es cuna de bendiciones, aljibe de sonrisas y refugio de esperanzas. El oriente que fue hogar para mi peregrino espíritu y es casa de ella, quien hoy está conmigo y me acompañará hasta el fin de mis días, en este y los demás caminos, terrenales o no.

Ya sumergido en la cotidianidad que es fiel compañera, esperando que el día pase con nostalgia, recordando los pensares que surgieron en ese mirador, y ya en el parque de mi pequeño poblado, donde el día se hacía insoportable copia de muchos anteriores que de seguro olvidaré, cuando quería salir pedaleando lo más pronto posible de allí, llega su abrazo, en donde ya no había necesidad del habitual desespero, y precisamente su opuesto aparece, rebosante de expectativas, llegando con tintes de aquel afán hermoso porque el tiempo cabalgue más rápido aún, para que me traiga ese día en el que se haga tangible lo que en aquella misiva de esperanza, se manifestaba.

Mi amada, respondía a muchas preguntas, años antes inconclusas y de respuesta ilegible, en ese mirador de la vida. Sus increíbles ojos y un destellante blanco y marmolado color de tez, iluminaba, paralelo todo ello a su sonrisa. Aquella mujer de oriente, sí, del lejano oriente, a donde miraba con tristeza, pocos días antes, a causa de los ya distantes días en los que allí viví. Ella, de la hoy distante China a donde mi mente volaba y trataba de llegar, quería desde su bicicleta y con recuerdos de casi todos los paisajes existentes en sus alforjas, que yo la acompañase en una nueva travesía en donde con la casi imposible misión de ver un paisaje nuevo, se nos mostraba como reto.

Ella, quien ha estado en desiertos, nevados, grandes ciudades, bosques, valles, caminos, playas, selvas y hasta en mi mente y vida, en los momentos de dulce o amargo de existencia, como nadie, me pedía un paisaje distinto a cualquiera de los que ya sus bellos ojos habían catado por tanto tiempo. No tardamos en llegar, a Duitama, con escaso dinero y tiempo por equipaje, pero con demasiada voluntad por navegar, ya emprendiendo viaje solos, poco después en ruta, haciendo y respondiendo una pregunta con cada giro de nuestros pedales, con cada metro avanzado, al unísono, sobre todo lo desconocido para ella, quien hoy comparte conmigo mi tierra, mi casa, que le enamora.

No podía ser más valorable ese momento, cruzando por parajes boyacenses, en un tedioso y plano andar, no divisaba nada del paisaje, solo quería ver sus ojos y escuchar su voz, que a veces se disfrazaba con un poco de viento. De esa manera y luego de un ascenso copioso que permitía una conversación más audible, aparece en el paisaje pintado un minúsculo poblado de nombre Tópaga, en donde su colonial e impactante iglesia, ataviada en madera y oro y las casas que orgullosas, lucen cuan color fuese posible, destrozando en contraste, el omnipresente verde del campo y el imponente azul celestial, nos ha dejado bun sabor de boca y brincos de corazón, bajo el cobijo de pinos multiformes en el centro del parque.

Al llegar, ella solo se suelta de la bicicleta y extiende sus brazos para abrazar a todo Tópaga, poco antes de que quisiera capturar con su lente, cada uno de los tintes del lugar. Había escuchado que los chinos a través de la historia, llevan en sus genes, la necesidad de meditación y bajo un pequeño sueño en un prado del parque, tomamos una siesta, para elevar el espíritu y espantar al cansancio, que quería ir con nosotros en el ascenso que restaba hasta Monguí. Los niños jugaban alegres mientras sus inocentes sonrisas, provocadas por nuestra meditación, disfrazada de siesta, adornaban aquella tarde dorada, como el altar de la iglesia del lugar.

Nos despedimos de Tópaga, por consejo de la noche que estaba anunciando su pronta llegada y retomamos el ascenso que patrocina la conversación que se detuvo por los colores de la anterior villa. De un momento a otro Monguí nos saluda, con la alegría de recibir a alguien que jamás había estado en sus tierras. Nos mostraba sus grandes edificios coloniales y republicanos, su gran templo de dos torres, levantado en roca de la alta montaña, intentando sin éxito mimetizarse en la plaza infinitamente empedrada.

El cielo se mostraba impecable, sin rastro de algodonada nube y le daba paso a la noche que nos daría licencia para un refreesco a las gargantas, que poco usaban las palabras, tan frías como el aire de ese lugar y luego el merecido pernoctar, que no daba espera. Se acaba la noche y desde el colorido balcón se divisaba el pueblo ya adornado por los rayos del rey, que dicta el tiempo, aquí y en la tierra de China; lo hacían ver a Monguí, distinto, más vivo y lúcido, más grande y habitado. Los callejones y puentes se apreciaban mejor con las luces de la noche, pero la plaza y las inusuales edificaciones de cautivadora arquitectura de aquel ya lejano siglo XVII, mostraban a toda luz, sus especiales distinciones.

Con las primeras horas de aquella mañana, se inicia la marcha en ascenso, con flemático andar por la empedrada senda, hasta el rocoso y extraño portal de La Gloria, mientras a espaldas un imponente paisaje, dejaba su timidez y empezaba a manifestarse, dejando ver a Duitama y otros poblados de la hermosa Boyacá. Dicho portal era como la entrada a otro mundo, un lugar en el que el avance se hace difícil, porque el aire pesa con cada metro escalado; Incluso antes de llegar a la roca del cofre ya pasando los 3000 metros, dos andantes francesas, sentadas, luciendo su frustración, ya estaban cantando a su guía, las tonadas del regreso. Entiendo su condición y prometimos disfrutar y saborear aún más, tal paisaje que precedía a ese paraje; era simplemente espectacular.

El horizonte, poco a poco ya dibujaba grandes montañas, que se bañaban con enormes bosques de los Guaques o Frailejones, más altos que yo haya visto jamás, mientras comprendíamos, que por esos mismos caminos, los ancestros Muiscas, atravesaban estos parajes a paso bravío e inexorable, sin la fatiga que nos viste a los actuales, para llegar a su destino, persiguiendo veloces venados cola blanca o simplemente, para hablar con sus amigos, tal vez los mismos Guaques que en ese momento veíamos, para desahogar sus pesadumbres. Había muchos de más de metros de altura, centenarios. El camino se adorna cada vez más de milenarias huellas de la vida pasada, con bellos fósiles y rocas esculpidas por el incansable viento, que habla de tiempos ya remotos.

Aquella senda que a veces se fundía y desaparecía con la naturaleza, mostraba Lupinos, Senecios y Pega Moscos de increíbles colores, frailejones de inverosímiles tonos plata, dorado y verde intenso, junto con pequeños conejos marrones que corrían afanosos, al escuchar nuestro paso, por entre la vegetación o entre los cojines de agua, más dulce y pura que haya probado, que a veces destilaba de mayores alturas, para llegar y permitirse calmar nuestra sed. Luego de tanto caminar, mi compañera y yo nos ataviamos de sonrisas al divisar el hermoso Valle de los Espejos, que con indescriptible semblante de un dorado omnipresente, nos saluda y hace que todo aquel esfuerzo, haya valido la pena. Ella eterniza cada instante con la lente y seguro, con su memoria, como yo.

Allí descansan cuerpos de agua que como hábiles pintores, reflejan el azul del cielo, los caprichosos contornos de las montañas adyacentes y la forma de las nubes. Aquellas pequeñas lagunas, no eran más que las lágrimas que la bella princesa muisca Ocetá ha derramado en tiempos inmemoriales, por la muerte de su amado soldado, en guerras de conquista, petrificándose en el horizonte, sentada, albergando a los cóndores y al viento. Queda allí su llanto como testigo de un amor imposible, que se ha perpetuado. Habían extrañas siluetas que asemejaban perfiles humanos, como si los hermanos mayores Muiscas, se negasen a irse, a pesar de los siglos y junto a ellas, un montón de piedras, puestas allí por las visitas a este lindo paraje, conocida como la torre de los deseos. Tal vez algo pintado como se pintaron las alturas tibetanas y las tierras orientales de China, de donde venía aquella hermosa ciclista viajera y ahora caminante compañera, con quien al poner las dos piedras al tiempo, pedimos cada uno, nuestro común deseo, que ya sabíamos que se cumplía en ese presente, hoy hecho pasado, aunque en este ahora también se cumpla y por el mañana eterno e ilusorio que no existe.

Cruzamos por los callejones de la ciudad de piedra, refugio de los antiguos pobladores, formados por la prodigiosa mano de la naturaleza, con altas rocas como edificios y profundas y angostas grutas, a donde el sol no le gustaba entrar. La música del viento nos alegraba el alma y nos hacía la inmensidad del paisaje, sentir minúsculos, aún más que en Iguaque tiempo atrás, cuando ascendía a su cima, pero esta era a gran escala y aún más pequeño me sentía. Los bosques de frailejón, entre la montaña, se perdían en la distancia y atravesarles, era como estar en un mundo nunca antes visitado. Era más que placentera esa sensación.

Llegar a la cima para alimentarnos con tal belleza infinita, montañas grandiosas coronadas por el sol y la grandeza, en donde al fondo veíamos piramidales rocas y el nevado del Cocuy que tímido salía, lejano entre la nubosidad en la distancia y que nos hacía prometer estar a sus pies algún día; ante nosotros, a unos cuantos kilómetros, la Laguna Negra, ya en Mongua, otro poblado que compartía su nombre con el antiguo pueblo aborigen que allí habitaba. En esa cima de altura decepcionante para la hermosa libélula, pues ni besábamos los 4000 metros, pudimos tener un digno y maravilloso punto de regreso, donde cualquier dirección nos sorprende con su vista y el viento se empeñaba en llevarnos con él.

Tomábamos el alimento, mientras el alma también cenaba paisajes y ya viendo el sol a una hora tardía, le dije ya no en un inglés que comenzaba a odiar por su monotonía: 时间不早了, 我们该走了, se hace tarde, debemos irnos y con su aprobación y mirada plena de amor y melancolía, comenzamos a descender aquellas latitudes inmensas e inimaginables. La Piedra de la Tórtola, donde las bellas mujeres Muiscas, parían a sus hijas e hijos, nos anuncia después de varias horas de camino, que la Villa de Monguí, ya estaba cerca y su arco de entrada, por una calle escalonada, nos recibía.

Allí me daba cuenta, cuán rápido pasaba el tiempo, donde no hace mucho en el tiempo, cuestionaba mi soledad y me preguntaba sobre lo que albergaba ese horizonte lejano, al que poco después tuve que volver a despedirme, como si un lugar físico sirviera para ello, sentado en ese altar de la Virgen de Sucre, a decenas de kilómetros de allí, un horizonte por donde ya con ella caminaba, haciendo de lado aunque fuese por un breve instante a la siempre presente soledad. No podría ser más cierto, ya anhelando en ese entonces la lejana tierra de China y es así como viene ella, desde allí, me alegra con su mirada, su sonrisa, su presencia, que bastaba para una vez más comprender, que la vida me estaba confirmando que el pensamiento y lo que se evoca, más pronto que tarde se hace realidad y viendo hacia el occidente, desde las alturas de Ocetá, buscaba con la mente, aquel altar, donde antes, quería que todo esto que acababa de ocurrir, se hiciera realidad. Aquel paisaje para ella, cubría su gusto y satisfacción de haber estado también, además de todo escenario posible en el mundo, de todo tipo de paisaje posible, en un inusual y maravilloso páramo, junto a mí, quien tomaba su mano, sin soltarla jamás aunque no podría engañarme más a mí mismo, pues no era ella, quien fuese usufructuaria de mi latir, del hondo respirar y así como llega, como en un sueño, se va.

Waypoints

PictographReligious site Altitude 8,271 ft
Photo ofNobsa Boyacá

Nobsa Boyacá

Nobsa Boyacá

PictographWaypoint Altitude 8,428 ft
Photo ofAsenso a Tópaga

Asenso a Tópaga

Asenso a Tópaga

PictographWaypoint Altitude 8,829 ft
Photo ofCamino a Tópaga Photo ofCamino a Tópaga Photo ofCamino a Tópaga

Camino a Tópaga

Para Tópaga

PictographReligious site Altitude 9,472 ft
Photo ofTópaga Boyacá Photo ofTópaga Boyacá Photo ofTópaga Boyacá

Tópaga Boyacá

Tópaga Boyacá

PictographReligious site Altitude 9,557 ft
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Bella Tópaga

Bella Tópaga

PictographWaypoint Altitude 9,072 ft
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Ascenso a Monguí

PictographWaypoint Altitude 9,065 ft
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Llegando a Mongüi

Llegando a Mongüi

PictographReligious site Altitude 9,383 ft
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Mongüi Boyacá

Mongüi Boyacá

PictographWaypoint Altitude 10,840 ft
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Portal De La Gloria

Portal De La Gloria

PictographWaypoint Altitude 11,266 ft
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El cofre

El cofre

PictographMountain pass Altitude 11,923 ft
Photo of3627 msnm Photo of3627 msnm Photo of3627 msnm

3627 msnm

PictographWaypoint Altitude 12,119 ft
Photo of3700 msnm Photo of3700 msnm Photo of3700 msnm

3700 msnm

PictographFlora Altitude 12,090 ft
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Bosque de Frailejones

Bosque de Frailejones

PictographFlora Altitude 12,270 ft
Photo ofFrailejones o Guaque en Muyscubun (lengua Muisca). Amigos de los indígenas Photo ofFrailejones o Guaque en Muyscubun (lengua Muisca). Amigos de los indígenas Photo ofFrailejones o Guaque en Muyscubun (lengua Muisca). Amigos de los indígenas

Frailejones o Guaque en Muyscubun (lengua Muisca). Amigos de los indígenas

PictographArchaeological site Altitude 12,323 ft
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Fósiles

Fósiles

PictographWaypoint Altitude 12,405 ft
Photo of3800 msnm Photo of3800 msnm

3800 msnm

PictographPanorama Altitude 12,618 ft
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El Peñón

El Peñón

PictographLake Altitude 12,641 ft
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Valle de los Espejos

Lágrimas de Ocetá

PictographPanorama Altitude 12,549 ft
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Cañón

Cañón

PictographWaypoint Altitude 12,648 ft
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Ciudad de Piedra

Ciudad de Piedra

PictographCave Altitude 12,720 ft
Photo ofCueva de la ciudad perdida Photo ofCueva de la ciudad perdida Photo ofCueva de la ciudad perdida

Cueva de la ciudad perdida

Cueva de la ciudad perdida

PictographPanorama Altitude 12,762 ft
Photo ofHorizonte

Horizonte

PictographSummit Altitude 12,762 ft
Photo ofLaguna Negra Photo ofLaguna Negra Photo ofLaguna Negra

Laguna Negra

Laguna Negra y Cima

PictographWaypoint Altitude 12,329 ft
Photo ofCamino de regreso

Camino de regreso

Camino de regreso

PictographWaypoint Altitude 10,627 ft
Photo ofLa Tórtola, Nacimiento del pueblo Muysca

La Tórtola, Nacimiento del pueblo Muysca

PictographWaypoint Altitude 9,836 ft
Photo ofPortal de la otra vida Monguí Photo ofPortal de la otra vida Monguí Photo ofPortal de la otra vida Monguí

Portal de la otra vida Monguí

Comments  (2)

  • Photo of Oscar Upegui
    Oscar Upegui Apr 30, 2022

    Muy buena ruta, acompañada de un buen registro fotográfico y una muy buena crónica, felicitaciones Marius y gracias por compartir el trazado.

  • Photo of DXMARIUS
    DXMARIUS Sep 1, 2022

    Gracias amigo, este fue el páramo de los más hermosos e imponentes, que he visto en mi vida.

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