Valsurbio desde Camporredondo de Alba (Sierra del Brezo XIII)
near Camporredondo de Alba, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Ruta con raquetas desde Camporredondo de Alba hasta el pueblo abandonado de Valsurbio. Tenía intención de intentar llegar hasta el refugio de Cristo Sierra, pero la cantidad de nieve acumulada los días previos y recién caída la noche anterior y durante del día de la ruta, hicieron que progresar fuera muy difícil y supusiera un gran esfuerzo. Abrir huella aún con raquetas era un trabajo muy duro en la nieve polvo que producía un gran desgaste y hacia avanzar lento.
Salgo desde el café La Goya y me dirijo al puente que está en la parte baja del pueblo. Nieva y hay un palmo de nieve salvo donde han limpiado. Hay un cartel viejo en el que indica "Valsurvio" (las dos con "V") en la dirección del puente. Una vez atravesado este empieza un camino cubierto flanqueado por algún chozo ruinoso reconvertido en panales, hay varios. A unos cientos de metros hay que dejar el camino principal y cruzar a mano derecha un puente con balizas indicando Valsurbio y el refugio de Cristo Sierra, a 4 y 8 kilómetros respectivamente. A partir de aquí se va adquiriendo altura y aumenta a partes iguales tanto el desnivel como la profundidad en la nieve y la intensidad de las precipitaciones. En un buen camino que se dirige hacia los pinares. Antes de proseguir la marcha paro para cubrir la mochila y ponerme las raquetas y comer algo. El paso por el bosque es bello, todo en vilo, en silencio. El crujir al aplastar la nieve virgen. El viento que arremolina los copos rodeándome. Asciende el esfuerzo y la belleza. Las raquetas abren huella y recuerdo las imágenes más allá del Muro. Cuando salgo de terreno despejado y, al cabo de un tramo más, baja el desnivel y empieza un llaneo abriéndose al valle donde espera Valsurbio más adelante, respiro aliviado, voy desgastado y lento.
Es la segunda vez que estoy en este pueblo abandonado, la primera hace mucho. Y todo sigue igual salvo el paisaje. Hay dos casas reconstruidas a la entrada por esta parte del pueblo. La iglesia es la que aún aguanta algo con su espadaña aún erguida. Todo lo demás son ruinas con tejados caídos y zarzas ocupando los solares destechados. Aún así, trasmite algo, una sensación. Según me acercaba pensaba en los inviernos duros, en los partos dolorosos y en la vida plena y vacía de enseres de las gentes que vivieran en su día en el pueblo a más altitud de toda la comarca, hasta que emigró definitivamente la última familia, hace ya mucho.
Hay un par de cercados nuevos hacia la salida del pueblo, en dirección a Valcobero. Imagino el propósito, imagino lo que cuesta montarlos ahí. Cruzo el arroyo y aprieto los dientes, empieza otra vez la subida y esta es más acusada, la recordaba así de la otra vez que estuve, pero ahora hay nieve y cada vez más. Hundo el bastón y llega a unos 60 centímetros. Es floja y me hundo a pesar de las raquetas y éstas pesan y hay que quitarlas el hielo que se forma por presión debajo de los pies. Abrir brecha es duro pero la imagen de un café en Cristo Sierra me da ánimos.
En medio del sufrimiento, una alegría más, un pequeño corzo atraviesa el camino unos metros por delante de mi dirección. Lo hace despacio, sin prisa, sin hacerme caso. Se hunde hasta la cruz y me da tiempo a cazarle con la cámara.
Poco después llego al desvío donde a mano derecha, donde hay una señal de prohibido circular ningún tipo de vehículos, empieza la bajada que haciendo una circular me llevará de nuevo a Camporredondo de Alba . Pero sin parar continúo por el camino que ahora gira a la izquierda para intentar, al menos, llegar al refugio. Me doy cuenta que no lo voy a conseguir, pero decido intentarlo al menos.
Viendo que el progreso era muy lento y que aún me quedaba el camino de regreso, decido dar media vuelta. He tardado casi media hora en recorrer apenas un kilómetro pero una punzada de no haberlo logrado se me clava. Después de unos minutos un ruido atronador, un estruendo. Miro hacia atrás y, del susto, se me cae un bastón y solo atino a, tambaleante, echarme a un lado del camino. Tras de mí, como de la nada, ha aparecido un enorme 4x4 con los ejes de las ruedas y éstas modificados y gigantes. Avanza sin dificultad abriendo huella a otros dos, tres y hasta cuatro vehículos más. Se paran, intercambiamos palabras de qué hacemos y dónde vamos. Pasan todos y me quedo asombrado, me cambio los guantes mojados y prosigo y gracias a sus huellas, por primera vez, avanzo sin dificultad. Van hacia Valsurbio, a mi me toca salirme del camino y se me pasa por la cabeza seguirles y así aprovechar su rodada, pero lo descarto porque volvería por el mismo camino y quería probar otros.
El camino de regrese desde este punto es fácil y arduo al mismo tiempo. En bajada por los cortafuegos se avanza bien, con cuidado y sin desgaste. Pero un tramo por medio del bosque para acortar la gran distancia que me quedaría por caminos, se convierte en un problema al hundirme en ocasiones hasta la cintura. La nieve cede sobre la vegetación que se abre y te traga y enreda las raquetas. Una vez superado el último esfuerzo, logro enlazar con un cortafuegos que tira recto hacia abajo y llega hasta casi el segundo puente con balizas.
Salgo desde el café La Goya y me dirijo al puente que está en la parte baja del pueblo. Nieva y hay un palmo de nieve salvo donde han limpiado. Hay un cartel viejo en el que indica "Valsurvio" (las dos con "V") en la dirección del puente. Una vez atravesado este empieza un camino cubierto flanqueado por algún chozo ruinoso reconvertido en panales, hay varios. A unos cientos de metros hay que dejar el camino principal y cruzar a mano derecha un puente con balizas indicando Valsurbio y el refugio de Cristo Sierra, a 4 y 8 kilómetros respectivamente. A partir de aquí se va adquiriendo altura y aumenta a partes iguales tanto el desnivel como la profundidad en la nieve y la intensidad de las precipitaciones. En un buen camino que se dirige hacia los pinares. Antes de proseguir la marcha paro para cubrir la mochila y ponerme las raquetas y comer algo. El paso por el bosque es bello, todo en vilo, en silencio. El crujir al aplastar la nieve virgen. El viento que arremolina los copos rodeándome. Asciende el esfuerzo y la belleza. Las raquetas abren huella y recuerdo las imágenes más allá del Muro. Cuando salgo de terreno despejado y, al cabo de un tramo más, baja el desnivel y empieza un llaneo abriéndose al valle donde espera Valsurbio más adelante, respiro aliviado, voy desgastado y lento.
Es la segunda vez que estoy en este pueblo abandonado, la primera hace mucho. Y todo sigue igual salvo el paisaje. Hay dos casas reconstruidas a la entrada por esta parte del pueblo. La iglesia es la que aún aguanta algo con su espadaña aún erguida. Todo lo demás son ruinas con tejados caídos y zarzas ocupando los solares destechados. Aún así, trasmite algo, una sensación. Según me acercaba pensaba en los inviernos duros, en los partos dolorosos y en la vida plena y vacía de enseres de las gentes que vivieran en su día en el pueblo a más altitud de toda la comarca, hasta que emigró definitivamente la última familia, hace ya mucho.
Hay un par de cercados nuevos hacia la salida del pueblo, en dirección a Valcobero. Imagino el propósito, imagino lo que cuesta montarlos ahí. Cruzo el arroyo y aprieto los dientes, empieza otra vez la subida y esta es más acusada, la recordaba así de la otra vez que estuve, pero ahora hay nieve y cada vez más. Hundo el bastón y llega a unos 60 centímetros. Es floja y me hundo a pesar de las raquetas y éstas pesan y hay que quitarlas el hielo que se forma por presión debajo de los pies. Abrir brecha es duro pero la imagen de un café en Cristo Sierra me da ánimos.
En medio del sufrimiento, una alegría más, un pequeño corzo atraviesa el camino unos metros por delante de mi dirección. Lo hace despacio, sin prisa, sin hacerme caso. Se hunde hasta la cruz y me da tiempo a cazarle con la cámara.
Poco después llego al desvío donde a mano derecha, donde hay una señal de prohibido circular ningún tipo de vehículos, empieza la bajada que haciendo una circular me llevará de nuevo a Camporredondo de Alba . Pero sin parar continúo por el camino que ahora gira a la izquierda para intentar, al menos, llegar al refugio. Me doy cuenta que no lo voy a conseguir, pero decido intentarlo al menos.
Viendo que el progreso era muy lento y que aún me quedaba el camino de regreso, decido dar media vuelta. He tardado casi media hora en recorrer apenas un kilómetro pero una punzada de no haberlo logrado se me clava. Después de unos minutos un ruido atronador, un estruendo. Miro hacia atrás y, del susto, se me cae un bastón y solo atino a, tambaleante, echarme a un lado del camino. Tras de mí, como de la nada, ha aparecido un enorme 4x4 con los ejes de las ruedas y éstas modificados y gigantes. Avanza sin dificultad abriendo huella a otros dos, tres y hasta cuatro vehículos más. Se paran, intercambiamos palabras de qué hacemos y dónde vamos. Pasan todos y me quedo asombrado, me cambio los guantes mojados y prosigo y gracias a sus huellas, por primera vez, avanzo sin dificultad. Van hacia Valsurbio, a mi me toca salirme del camino y se me pasa por la cabeza seguirles y así aprovechar su rodada, pero lo descarto porque volvería por el mismo camino y quería probar otros.
El camino de regrese desde este punto es fácil y arduo al mismo tiempo. En bajada por los cortafuegos se avanza bien, con cuidado y sin desgaste. Pero un tramo por medio del bosque para acortar la gran distancia que me quedaría por caminos, se convierte en un problema al hundirme en ocasiones hasta la cintura. La nieve cede sobre la vegetación que se abre y te traga y enreda las raquetas. Una vez superado el último esfuerzo, logro enlazar con un cortafuegos que tira recto hacia abajo y llega hasta casi el segundo puente con balizas.
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