Cuenca y Teruel 2022. Día 2 de 4

Día 2.
Día con mucho off. Mucho. 285 km que nos dejarían en Alcalá de la Selva con una sonrisa de oreja a oreja.
A la salida del hotel coincidimos con dos cordobeses que conocimos la noche anterior mientras completaban el puzle de camas en el hotel y nos daban aposento para que no tuviéramos que quitarnos las botas en el vestíbulo y liarla parda.
Salimos juntos, pero no revueltos. En estos casos se suele buscar la independencia pues ninguno conoce los ritmos de los otros ni el plan en que cada uno va. Al final de lo que se trata es de evitar el concurso de ver quién la tiene más larga y disfrutar cada uno de lo que en su mochila lleva previsto, lo que no quiere decir que no se compartan km si encarta.
Y así fue. Salimos juntos hasta que nos separamos, jejej. Luego volvimos a encontrarnos en el nacimiento del Tajo, donde nos hicimos varias fotos juntos.
A la salida nos volvimos a separar en el siguiente pueblo. Más adelante, en el penúltimo día volveríamos a encontrarnos. Llevábamos rutas muy parecidas, aunque no iguales.
El día iba fenomenal. Y mejor que se pondría. Las pistas estaban muy buenas para las motos, y el tiempo acompañaba al cien por cien.
Todo parecía que iban a ser pistas rápidas y fáciles. O carriles divertidos con algún tramillo picantón que se alternaba de nuevo con pistas o carriles fáciles que nos permitían descansar un poco.
Al pasar Orea cogimos un carril bastante empedrado y empinado que preludiaba el berenjenal del viaje. Se veía venir porque nos metimos en una zona estrecha y muy frondosa con el camino húmedo y con mucho musgo. Pero mientras subía sólo nos hacía disfrutar. Paramos en un rellano y echamos unas fotos, porque el día anterior no tuvimos tiempo... Si… estaba resultando el día espectacular. Con las sonrisas en la cara intuíamos lo que vendría después. Un barrizal impresionante de como un kilómetro de largo que nos hizo sudar, pero que no hizo más que poner la guinda a la ruta del día.
En Orihuela del Tremedal echamos gasolina, porque sabíamos que toda la comarca anda escasa de gasolineras y no se debe apurar el depósito.
Comimos en Noguera del Albarracín. Tengo la sensación de que en esta zona hay más bares, y todos llenos, que gasolineras. Al menos uno en cada pueblo y bien visible. Supongo que es donde se certifica la voluntad de los lugareños por no dejar en abandono el lugar de origen.
Seguíamos devorando carriles sin ganas de parar hasta que no tuvimos más remedio que hacerlo al encontrarnos de sopetón la estampa inenarrable de Albarracín.
Cuánto me estaba gustando este viaje… Atravesamos el pueblo y volvimos a parar. Esta zona está masificada de turistas de toda clase y estirpe. Quien busque la tranquilidad debe elegir bien la fecha en que lo visitará. Tanto el pueblo como su entorno estaban plagados de gente, coches y, sobre todo, autocaravanas estacionadas hasta a varios kilómetros de Albarracín.
Por fin, y es un decir, llegamos a Teruel donde paramos obligadamente a limpiar el barro de nuestras motos porque no teníamos ninguna garantía de que en Alcalá de la Selva hubiera lavadero en su gasolinera.
Continuamos y llegamos a nuestro hotel en La Virgen de la Selva, una urbanización que hay dos kilómetros más adelante del municipio que le presta su apellido, a los pies de la estación de esquí de Valdelinares. Un hotel que estaba tomado por toda la gente joven y no tan joven de la urbanización. Eran alrededor de las 7 de la tarde, y el cerveceo no parecía tener horario. Costaba moverse entre las mesas y la gente que ocupaba la terraza que daba acceso al hotel mientras se me vino a la cabeza la odisea que pasamos la tarde de antes para poder quitarnos las botas con tranquilidad. Aquí fue todo mucho más rápido. Y tras la reconfortante ducha, bajamos a esa concurrida terraza para dar cuenta de nuestros merecidos quintos de cerveza con sus correspondientes viandas mientras veíamos cómo iban llegando a chorreo varias cuadrillas de moteros como nosotros.
La localidad es una maravilla y, a pesar de no haber tenido planeada una visita a pie por la zona, no pude evitar recorrer la calle principal para, aun siendo ya de noche, convencerme una vez más de lo bonita que es nuestra España en cualquiera de los rincones que decida uno detenerse.