Barcelona- Zona Franca-Colom-Sants

Pensando que se podía llegar al mar desde Zona Franca, enfilo hacia allí y me encuentro en un "cul de sac" que me obliga a pasar por el interior del cementerio, donde observo por cierto que hay una exposición de carrozas fúnebres. Paso la Ronda del Litoral y entro en la zona de la aduana como un camión más. Infructuosamente intento acercarme al agua, pero durante casi cuatro kilómetros tengo que seguir por el arcén de la Ronda del Port, empequeñecido y aturdido por el tamaño de los vehículos que pasan a mi lado y su atronador estruendo. Me desquito observando el antiguo faro que hasta hoy sólo había podido ver de refilón desde el coche, y la moderna terminal Grimaldi. Por fin llego a la orilla del agua en Colon, donde las entrañables Golondrinas se balancean a la espera de llenar sus panzas con el aluvión de turistas deseosos de disfrutar de su particular odisea que luego narrarán como si de verdad hubieran llegado a itaca. Para desquitarme me interno en el bullicio multiétnico de las Ramblas, de soslayo miro hacia la entrada del Museo de Cera y El Bosc de les Fades. Me sorprende y me detengo ante el monumento a la entrañable Mary Santpere, dejo a mi derecha la Plaça Reial y fotografio el liceu como un turista extasiado cualquiera. Giro a mi izquierda para recorrer el Raval, con sus curiosos contrastes, calles húmedas y estrechas y edificos modernos y la emblemática Rambla del Raval, remedo de la auténtica situada unos metros antes.Todo ello fruto del plan de intervención psicosocial llevado a cabo por el ayuntamiento y programado en los años noventa, para intentar erradicar los guetos, la delincuencia y la prostitución. Llego al Mercat de Sant Antoni, actualmente en remodelación, conocido por los chiringuitos de intercambio y compra-venta de artículos de todo tipo para coleccionistas. Enfilo por Urgell, que parece coronada en las alturas por la magnificencia de la Torre de Comunicaciones de Collserola, y me dirijo al Hospital Clínic, curioso y laberíntico edificio, que pone a prueba la orientación y paciencia de todos los usuarios del sistema de salud, y me asomo a sus curiosos patios, donde alberga la sede del pozo de sabiduría del que beben los futuros garantes de nuestra salud. Hablando de sabiduría, me detengo a recordar viejos tiempos en la Escuela Industrial, donde se formaron los antiguos peritos y actuales ingenieros. Paso ante la Piscina Sant Jordi en la que se arremolinan grupos de niños y niñas, alborotando sin rubor la calle con sus gritos y juegos. Lo dejo por hoy y llego a la estación de Sants para dar por finalizado el recorrido.