Batuecas-Convento San José de Batuecas-Chorro

Hay dos parking, casi seguidos, al sur del convento, el primero reservado, no sé si en su totalidad para buses y vehículos para discapacitados y el segundo, a unos 300 m, más general. Nosotros, octubre y laborable, inadvertidos, aparcamos en el primero, donde no había ningún coche más. Bajamos hasta el segundo parking a curiosear. Desde este parking retrocedemos río arriba con el río Batuecas a nuestra izquierda, por un camino paralelo a la carretera que va hacia Las Mestas. Cruzamos un par de puentes y ya en el primer parking arranca una pasarela de madera que cruza el rio y sigue hasta un refugio y un merendero, como senda accesible.
A lo largo de la pasarela hay cartelas explicativas de fauna y flora de la zona y bancos para descansar.
La senda sigue al costado de las bardas del convento y asciende lentamente siempre con el arroyo a nuestra izquierda. El ambiente es espectacular, bosque denso, con los frutos del madroño llenando de color el suelo y el murmullo del rio acompañándonos.
El convento es un edificio sencillo como corresponde a un eremitorio. Para mí gusto, ubicado en una zona ideal para trabajar el cuerpo y el espiritu.
En el valle son numerosos los abrigos en la roca que durante la prehistoria fueron utilizados como soporte para pinturas ceremoniales.
Dejamos atras el convento, pasamos poco después una canchalera y seguimos las indicaciones para visitar el Canchal de las Cabras Pintadas (unas pinturas rupestres de la época del Neolítico/Calcolitico, bastantes deterioradas, pintadas sobre cuarcita y protegidas de los visitantes por una verja de hierro. Hay cartelas con explicaciones de las pinturas).
De estas pinturas a las siguientes que visitamos, las del Canchal del Zarzalón, hay menos de 500 m de distancia. Ambas están situadas en unos balcones naturales mirando al valle.
Seguimos con el río a nuestra izquierda, cruzamos el Regato de la Paya, y un poco más adelante cruzamos el mismo río Batuecas para tomar el canal del arroyo del Chorro, que sigue a nuestra izquierda.
La subida se hace un poco más pendiente, toda ella por senda de roca y raíces.
Llegamos a la base del Chorro, que dada la época seca se nos aparece como una ligera ducha dispersa de unos 20 m de altura. En primavera habrá que volver.
La vuelta la hacemos por el mismo sitio con la salvedad de las subidas a las ruinas de la Ermita de Santa Teresa, dejando para otra ocasión la visita la Ermita de San Elías, que queda un poco más arriba. Y ya frente al convento la corta subida al mirador de S. Antonio.
Ruta muy aconsejable con niños (andarines, claro).