Camino de Silvestrito con visita a la Cueva y a la Fuente de Valhondo
near Valdejeña, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Esta es una excursión para hacer con toda la familia, sin ocupar más que un par de horas, que pueden extenderse si se desean visitar parajes próximos.
El Sendero de Silvestrito es el nombre que le ha dado alguna institución caritativa (¿Proynerso?) a un recorrido en torno a la montaña llamada Carrascal, en Valdegeña, para darle algún aliciente al turismo en este pueblo soriano. El nombre se ha puesto en homenaje al personaje que da título al libro de Avelino Hernández, natural de este lugar, que no es más que un trasunto del autor, donde cuenta para chicos y chicas la vida diaria de un niño de la posguerra española, dando cuenta de cómo pasaba el tiempo y se divertía a gusto sin televisión, juegos interactivos ni teléfonos móviles de esos inteligentes que alienan y sacan los cuartos a los adolescentes.
La primera foto es de la estatua del muchacho que hay enfrente de su casa paterna, en Valdegeña, y la segunda la tapa del libro que narra sus hazañas, que os invito a leer y a ofrecer a vuestros hijos como lectura, para que conozcan un poco del pasado de estas tierras duras del oriente mesetario, a través del castellano inmaculado que Avelino utilizó en sus novelas y cuentos.
Salimos del pueblo por Peña Rubia, enfilando el camino bien señalizado por debajo de la Iglesia. El primer trozo es el Barranco, un camino que subía a Nieva o Suellacabras, y que discurre como un desfiladero entre peñas, donde se puede sorprender a los buitres oteando a sus presas. A la izquierda se ve el agujero de la Cueva, de la que luego hablaremos.
En seguida se deja el camino y se tuerce a la izquierda para enfilar la pared que se extiende hasta la Cueva. Al día de hoy todo está muy bien indicado, con marcas rojas y amarillas en las carrascas. Ya en el punto más alto hay un cartel que explica el paisaje, la fauna y la flora. Es una atalaya desde donde se divisa al este el Moncayo, hacia el oeste el monte Matute con sus aerogeneradores y al norte el monte que llaman Peñagatos, final del término de Valdegeña.
Aunque no esté contemplado en el itinerario "oficial", bajamos a la Cueva, que es un orificio muy grande por fuera, que luego se estrecha y termina a unos diez metros. En el pueblo hay historias y leyendas sobre este sitio.
Seguimos hacia el sur, hasta ver la Pica (un monte pelado con mucha historia que ahora se resuelve en una veintena de molinos de viento para generar electricidad) y conectar con el camino que baja a la cantera y a la dehesa de Valdegeña.
Nada más desembocar en el camino nos desviamos medio km para visitar la fuente del arroyo Valhondo, que nace en la linde de Aldealpozo y, cuando tiene agua, va a desembocar en el Rituerto. En estos finales de agosto está seco, pero deja la muestra de una pequeña poza con agua en lo alto del barranco.
Volvimos al camino y lo seguimos durante un km, más o menos, para luego tomar el sendero que nos llevaría de nuevo al pueblo. Un cartel con fotos de pájaros marca el comienzo de un bonito camino entre carrascas y jaras, salpicado de lugares donde los carboneros transformaban la leña en carbón de encina para los asadores y cisco para los braseros. Hoy es un oficio casi desaparecido, pero en otro tiempo daba de comer a la gente del pueblo y de otros pueblos cercanos.
La senda termina en el lugar denominado Recogedero, por ser donde se concentraba el ganado del pueblo, por la mañana, para esperar al vaquero y bajar a la Dehesa, donde pastarían todo el día.
El Sendero de Silvestrito es el nombre que le ha dado alguna institución caritativa (¿Proynerso?) a un recorrido en torno a la montaña llamada Carrascal, en Valdegeña, para darle algún aliciente al turismo en este pueblo soriano. El nombre se ha puesto en homenaje al personaje que da título al libro de Avelino Hernández, natural de este lugar, que no es más que un trasunto del autor, donde cuenta para chicos y chicas la vida diaria de un niño de la posguerra española, dando cuenta de cómo pasaba el tiempo y se divertía a gusto sin televisión, juegos interactivos ni teléfonos móviles de esos inteligentes que alienan y sacan los cuartos a los adolescentes.
La primera foto es de la estatua del muchacho que hay enfrente de su casa paterna, en Valdegeña, y la segunda la tapa del libro que narra sus hazañas, que os invito a leer y a ofrecer a vuestros hijos como lectura, para que conozcan un poco del pasado de estas tierras duras del oriente mesetario, a través del castellano inmaculado que Avelino utilizó en sus novelas y cuentos.
Salimos del pueblo por Peña Rubia, enfilando el camino bien señalizado por debajo de la Iglesia. El primer trozo es el Barranco, un camino que subía a Nieva o Suellacabras, y que discurre como un desfiladero entre peñas, donde se puede sorprender a los buitres oteando a sus presas. A la izquierda se ve el agujero de la Cueva, de la que luego hablaremos.
En seguida se deja el camino y se tuerce a la izquierda para enfilar la pared que se extiende hasta la Cueva. Al día de hoy todo está muy bien indicado, con marcas rojas y amarillas en las carrascas. Ya en el punto más alto hay un cartel que explica el paisaje, la fauna y la flora. Es una atalaya desde donde se divisa al este el Moncayo, hacia el oeste el monte Matute con sus aerogeneradores y al norte el monte que llaman Peñagatos, final del término de Valdegeña.
Aunque no esté contemplado en el itinerario "oficial", bajamos a la Cueva, que es un orificio muy grande por fuera, que luego se estrecha y termina a unos diez metros. En el pueblo hay historias y leyendas sobre este sitio.
Seguimos hacia el sur, hasta ver la Pica (un monte pelado con mucha historia que ahora se resuelve en una veintena de molinos de viento para generar electricidad) y conectar con el camino que baja a la cantera y a la dehesa de Valdegeña.
Nada más desembocar en el camino nos desviamos medio km para visitar la fuente del arroyo Valhondo, que nace en la linde de Aldealpozo y, cuando tiene agua, va a desembocar en el Rituerto. En estos finales de agosto está seco, pero deja la muestra de una pequeña poza con agua en lo alto del barranco.
Volvimos al camino y lo seguimos durante un km, más o menos, para luego tomar el sendero que nos llevaría de nuevo al pueblo. Un cartel con fotos de pájaros marca el comienzo de un bonito camino entre carrascas y jaras, salpicado de lugares donde los carboneros transformaban la leña en carbón de encina para los asadores y cisco para los braseros. Hoy es un oficio casi desaparecido, pero en otro tiempo daba de comer a la gente del pueblo y de otros pueblos cercanos.
La senda termina en el lugar denominado Recogedero, por ser donde se concentraba el ganado del pueblo, por la mañana, para esperar al vaquero y bajar a la Dehesa, donde pastarían todo el día.
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