Ciudad Rodrigo. Paseo por el centro histórico y miradores de las murallas.
near Ciudad Rodrigo, Castilla y León (España)
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Un corto, y fácil, recorrido por el centro histórico de Ciudad Rodrigo, tras entrar en España por el antiguo puestos fronterizo de Vilar Formoso. Ya no estamos en Portugal, pero quien puede resistirse a volver a ver Ciudad Rodrigo. Llevamos muchos km y quedan muchos más, pero la hora es apropiada para recordar que este es uno de los lugares donde su puede disfrutar de excelentes productos ibéricos, y que si eso se combina con un paseo que nos lleve a ver de nuevo algunos de los numerosos monumentos de esta población será un espléndido cierre de un excelente viaje.
Ciudad Rodrigo es una población de origen muy antiguo, como atestigua un ídolo conservado en el Museo Nacional de Arqueología, y en los alredeores se han encontrado útiles datados en el Paleolítico Inferior, megalitos y restos de pintura esquemática. Ya en el siglo VI a.C. fue habitada por los vetones, pasando después a manos romanas, aunque quedan pocos restos. Los testimonios de ocupación sueva, visigoda y musulmana son también escasos. En la Edad Media se incorpora al Reino de León y fue reconstruída por Rodrigo González Giron, de lo que viene su nombre. En el siglo XII se rodeó de murallas, en el reinado de Fernando II, y empezó la construcción de la Catedral, pasando a ser sede episcopal, seguramente buscando para la defensa de la plaza contra almohades al sur y portugueses al oeste. Su situación de plaza de frontera hizo que en algún tiempo se uniese a Portugal y en otros momenos participase en guerras de sucesión, que terminaron con Isabel la Católica. En los siglos XV y XVI algunos nobles se establecen aquí y edifican la mayoría de los palacios, templos y otros monumentos que persisten. Al tiempo se establece una importante comunidad judía de conversos, que luego serán tratados brutalmente por la Inquisición, y la situación empeora a finales del siglo XVII y principios del XVIII, cuando la ciudad se implica en varias guerras. Aún peor es el tiempo de la Guerra de la Independencia, cuando sufrió importantes daños y Wellington fue nombrado Duque de Ciudad Rodrigo tras conquistar la ciudad, anteriormente en manos francesas. No fueron los últimos malos tiempos, como en otros sitios la represión fue intena en esta zona tras la Guerra Civil.
Dejamos el coche en la calle que da acceso a la Puerta de la calle San Vicente, donde está la Oficina de Turismo, y seguimos por esa calle hacia la Catedral, a cuyo lado, en la calle Herrasti, se encuentra el Seminario d e San Cayetano. Giramos a la derecha y pasamos ante la portada de la Iglesia de Cerralbo, para seguir hacia la Plaza Mayor. y luego continuar por la Rua del Sol hasta las cercanías de la Puerta del mismo nombre y la Torre de los Chaves. Volvemos hacia la Plaza Mayor y preguntamos a una señora que pasa cual es el sitio más recomendable para picar alto; nos da un nombre y para allá nos vamos, sentándonos en una de las mesas de la Plaza. Mientras traen la comanda aprovecho para bajar por la calle de la Colada y llegar hasta la puerta que da acceso al Puente Antiguo y la calle del Ciego Sabino, girando después hacia la izquierda, para llegar a los miradores sobre el río Águeda y el asentamiento del Castillo de Enrique II de Trastamara, actual Parador Nacional, pasado el cual hay otro excelente mirador.
Es hora de volver al redil, y la calle Juan de Arias me llevará pasando por el Palacio de los Águila, actual asentamiento de la Fundación Duques de Soria, y la plaza de Dámaso Ledesma, desde donde vuelvo a la Plaza Mayor sin demora, pues espera duro combate con una enorme bandeja de ibéricos y queso (supongo que sería media ración para ellos, pero para nosotros bastaría para un semana), que nos supieron a gloria, aunque el conductor se conformó con un refresco y los demás con una cerveza. ¡Dura vita, sed vitam!.
Y el viaje se acaba, como todo. Pero queda el recuerdo, y la esperanza de cumplir nuevos proyectos, si es posible tan gratificantes como el recién terminado.
Ciudad Rodrigo es una población de origen muy antiguo, como atestigua un ídolo conservado en el Museo Nacional de Arqueología, y en los alredeores se han encontrado útiles datados en el Paleolítico Inferior, megalitos y restos de pintura esquemática. Ya en el siglo VI a.C. fue habitada por los vetones, pasando después a manos romanas, aunque quedan pocos restos. Los testimonios de ocupación sueva, visigoda y musulmana son también escasos. En la Edad Media se incorpora al Reino de León y fue reconstruída por Rodrigo González Giron, de lo que viene su nombre. En el siglo XII se rodeó de murallas, en el reinado de Fernando II, y empezó la construcción de la Catedral, pasando a ser sede episcopal, seguramente buscando para la defensa de la plaza contra almohades al sur y portugueses al oeste. Su situación de plaza de frontera hizo que en algún tiempo se uniese a Portugal y en otros momenos participase en guerras de sucesión, que terminaron con Isabel la Católica. En los siglos XV y XVI algunos nobles se establecen aquí y edifican la mayoría de los palacios, templos y otros monumentos que persisten. Al tiempo se establece una importante comunidad judía de conversos, que luego serán tratados brutalmente por la Inquisición, y la situación empeora a finales del siglo XVII y principios del XVIII, cuando la ciudad se implica en varias guerras. Aún peor es el tiempo de la Guerra de la Independencia, cuando sufrió importantes daños y Wellington fue nombrado Duque de Ciudad Rodrigo tras conquistar la ciudad, anteriormente en manos francesas. No fueron los últimos malos tiempos, como en otros sitios la represión fue intena en esta zona tras la Guerra Civil.
Dejamos el coche en la calle que da acceso a la Puerta de la calle San Vicente, donde está la Oficina de Turismo, y seguimos por esa calle hacia la Catedral, a cuyo lado, en la calle Herrasti, se encuentra el Seminario d e San Cayetano. Giramos a la derecha y pasamos ante la portada de la Iglesia de Cerralbo, para seguir hacia la Plaza Mayor. y luego continuar por la Rua del Sol hasta las cercanías de la Puerta del mismo nombre y la Torre de los Chaves. Volvemos hacia la Plaza Mayor y preguntamos a una señora que pasa cual es el sitio más recomendable para picar alto; nos da un nombre y para allá nos vamos, sentándonos en una de las mesas de la Plaza. Mientras traen la comanda aprovecho para bajar por la calle de la Colada y llegar hasta la puerta que da acceso al Puente Antiguo y la calle del Ciego Sabino, girando después hacia la izquierda, para llegar a los miradores sobre el río Águeda y el asentamiento del Castillo de Enrique II de Trastamara, actual Parador Nacional, pasado el cual hay otro excelente mirador.
Es hora de volver al redil, y la calle Juan de Arias me llevará pasando por el Palacio de los Águila, actual asentamiento de la Fundación Duques de Soria, y la plaza de Dámaso Ledesma, desde donde vuelvo a la Plaza Mayor sin demora, pues espera duro combate con una enorme bandeja de ibéricos y queso (supongo que sería media ración para ellos, pero para nosotros bastaría para un semana), que nos supieron a gloria, aunque el conductor se conformó con un refresco y los demás con una cerveza. ¡Dura vita, sed vitam!.
Y el viaje se acaba, como todo. Pero queda el recuerdo, y la esperanza de cumplir nuevos proyectos, si es posible tan gratificantes como el recién terminado.
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Precioso Ciudad Rodrigo.
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Historia, monumentos y grandes miradores. Y excelentes ibéricos.
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Uno de los centros históricos mejor conservados.