El Cairo-Visitando la ciudad

El Cairo...Día 7

Dando saltos de alegría, porque nos han citado a las 8:45 h y no toca madrugar, bajamos a desayunar de muy buen humor, comentando, mientras degustamos apetitosas viandas, la excelente velada de la noche anterior.

Visita al Conjunto Funerario de Saqqara

La visita que nos ocupa la hicimos en minibús, en la aproximación a los puntos de interés, y ya en ellos, unos ratos a pie y otros andando. Repasando ahora el track, me reafirmo en aquello que comenté en vivo, "O el conductor se pierde muy a menudo, o las infraestructuras viarias las diseñó un urbanista turulato". Como vereis hay bastantes idas y venidas por los mismos puntos, que en directo se reflejaban en pasar varias veces ante los mismos reconocibles edificios. Aunque puede que lo hicieran así para tomar las rampas de acceso a las rondas que circundan la ciudad. O ambas dos a la vez. A la llegada al Museo Egipcio, nos espera una interminable riada de visitantes, que hace cola para conseguir entrar. Reflejo de la locura desatada en su interior, donde, figuradamente, hay que luchar a cada paso, para conseguir acercarse a los objetos que deseamos inmortalizar, y de ir despacito, ni hablar. Por supuesto fue una utopía, intentar hacer las fotos sin presencia de congéneres, como podeis comprobar. En planta baja toca explicación sobre el Imperio Antiguo, corriendo escaleras arriba, Imperio Medio. De nuevo Ángel se recrea ante una estátua, en la que explica que Ramsés II y Nefertari se cogen por los hombros en señal de igualdad. Muy ufano apostilla el consabido "Hace tres mil años que ya practicábamos la paridad". Aquí las toses y carraspeos se hacen evidentes, y aprovechando la algarabía, se oye un sonoro " Hace tres mil vale, pero, ¿Y ahora?. Sin aprender la lección, se mete en camisa de once varas, y se explaya narrando, ante unos bellos bajorrelieves, el papel de la mujer en el antiguo egipto, desde el punto de vista de la familia tradicional. Por supuesto consigue provocar un rifirrafe descomunal. Nos deja tiempo libre, seguro que para calmar los ánimos, para visitar el tesoro de Tut Ankh Amon, donde no se pueden hacer fotos, y nos recoge a la salida para hablarnos de Keops, Kefrén y Micerinos. También señala las máscaras de Thuya y Yuya, haciendo hincapié en que aquel, debía ser un primigénio precursor del actual hombre metrosexual, pues a simple vista, dice, cuesta adivinar quién es ella y quién es él. Preparados para marchar, me intereso por saber si nos llevará a la zona del Imperio Nuevo, contestando sin detenerse, que de esa época es la estátua de Hatshepsut, de la que ni yo ni mis colegas hemos tenido en este museo noticias. Añade que están construyendo otro museo, para albergar los incontables tesoros que poseen y que ahora aquí no les caben. Encaminándonos hacia la salida por la tienda de regalos, repleta de recuerdos, donde nadie nos grita "A un euro". Pido perdón por el desliz, pero me confieso algo resabiado. Inmersos en el tráfico, nos afanamos en descubrir si hay mujeres conductoras, de las que, aunque no muy numerosas, encontramos algunas. Pasamos dos veces por la zona en obras del Museo de las Civilizaciones, antes de llegar al Barrio Copto. Nos aclara que el término "copto", siginifica "egipcio", y que dicho barrio alberga mezquitas, iglésias y sinagogas en ejemplar hermandad. Entramos en la Iglésia Ortodoxa de San Sergio, donde acaban de celebrar el Domingo de Ramos, una semana después que los católicos, donde visitamos la Santa Cripta, en la que se refugió la Sagrada Familia, cuando huyó a Egipto de la persecución de Herodes. La sinagoga dicen que se construyó cerca del lugar en que fue encontrado Moisés, depositado por la corriente del Nilo. A la salida, un emprendedor comerciante, detecta que somos españoles, y levanta un cartel anunciando "cerveza con alcohol". Dos de los jóvenes integrantes del grupo, acuden como polillas a la luz, volviendo con el rabo entre las piernas, cuando se congregaron a su alrededor varias personas, con el rostro demostrando una gran desaprobación. Aunque justifican no haber comprado por pedirles tres euros, acaban reconociendo que tal vez no era el mejor momento, en pleno Ramadán, de hacer ostentación en la vía pública de conducta tan pecaminosa. A salvo de miradas indiscretas, pedimos cervezas a la hora de comer, para acompañar el típico bufé, con los componentes habituales, pero con unas bandejas de dulces tan tentadores, que nos rendimos sin remedio. En la siguiente visita entramos a la mezquita de Ibn Tulun, para conocerla y admirar su famoso alminar. Nos ofrecen al entrar peucos para evitar descalzarnos, al módico precio de...lo dejo a vuestra imaginación. Oigo a mis espaldas decir que prefieren vivir la experiencia de caminar descalzos, aunque en mi caso prefiero evitar descalabros, cuando caminemos por los pedregosos patios. Explicaciones, fotos y , por los jóvenes , conquistado el elevado alminar, marchamos hacia el mercado Khan Al-Khalili. La zona de aparcamiento está acotada. A modo de corralito, unas vallas aislan el lugar, no dejando pasar la policía a nadie nativo del lugar. Sólo un hombre carente de las dos piernas, pidiendo limosna mientras se arrastra a fuerza de brazos, y una pálida anciana con dificultades para caminar, logran franquear la barrera. Varias manzanas y estrechas callejuelas componen el mercado, bullendo de vida como un hormiguero antes de las lluvias, en un interminable, de gentes, peregrinar. Nos invita el guía, por entrar en el programa, a tomar un té en el famoso y bellamente decorado Café de los espejos. Demostrando ahí y ahora, nuestro valor y capacidad de aprendizaje, nos mantenemos impertérritos ante un enjambre de vendedores y curiosos, niños y mayores, utilizando todas las argucias del comercio, habidas y por haber desde tiempos inmemoriales. Curiosamente también ha llegado hasta aquí la moderna mercadotécnia. Oigo con sorpresa pedirle al guía, que nos lleven a Cal Jordi, del que parece ser han tenido noticias por internet. Grandes gangas, excelentes oportunidades, y la promesa de triunfar en la búsqueda de la oportunidad en exclusiva les atraen como cantos de sirena. Aunque se ríe y aclara, que el tal Jordi es egipcio, aunque su mujer española, se interna por un dédalo de pasajes y escaleras, para alcanzar en la primera planta de un patio de vecinos, el local demandado. Sigo asombrado cuando encontramos una larga cola de españoles a la puerta del bazar. Donde Jordi, en una más que aceptable castellano, nos ofrece asiento e hidratación. Pasado el trance hipnótico, sin botín alguno en las manos, renunciando a sus sueños de triunfo, nos acercamos hasta la comercial calle de Al-Muizz. Ante un cartel en catalán , me susurra Ángel al oido, "Sois muy queridos por generosos compradores", con estudiada complicidad . ¿Por qúe será? La calle alberga tiendas y joyerías, que regentadas por cristianos, están en domingo cerradas y por ello vacías. Nos detenemos en un rincón, para observar lo que acontece cuando llega la hora de romper el ayuno, cerca de las seis y media, ya casi anochecido. Se para la actividad de improviso, nadie nos interpela ni agobia, sentados todos en tranquillos y portales, frente a sus garitas los policías, preparando los alimentos que en breve consumirán. Algunos ofrecen dátiles a transeúntes para ellos desconocidos. Es de piadosos creyentes ayudar al prójimo, practicando caridad y a la vez ganando méritos. Al tercer canto del imán, que resuena por toda la calle en los altavoces, toman primero los dátiles mojados en agua, para recuperar azúcares y líquidos perdidos durante el día, rematando después con lo que les apetecía. Un muchaco ofrece a un joven de nuestro grupo, la botella de zumo de guava de la que acaba de beber, que rechaza con sonrisa y gesto amable para no desairarle. Finalizado el paseo, nos recoge el minibús al otro lado de la Puerta del Ejército, para llevarnos a cenar. No sabemos si por reparar resquemores o redondeando la propina, nos ofrece el Señor Malak ir a un restaurante que ofrece, un menú algo diferente. Por supuesto aceptamos, al ir sin cargos añadidos, degustar un excelente Koshary. Tal fue el éxito de la propuesta, explica, que empezó en planta baja, y ya va por cinco pisos. Doy fe de que los cinco subimos, y por supuesto luego bajamos. El aspecto es totalmente pulcro, de plástico los cubiertos, la bebida sin vaso, directamente cada uno de su botella, y llevando los camareros guantes, aunque cuando comparten el alimento para rematar la ruptura del ayuno, los llevan a su boca sin cambiarlos después. Se compone el plato de una base de fideos y pasta en forma de pistones, con acompañamientos en platos aparte de verduras, garbanzos, cebolla caramelizada, vinagre, tabasco, tomate y limon. Para rematar el acto, sabiendo que soy facilón, pide Ángel al camarero que construya mi plato como ejemplo para los demás. Añade al tomate limón para aderezar el guiso, luego todos los acompañamientos menos las verduras, y queriendo rematar con el picante, le detengo con un gesto, para ponermelo yo. Con suficiencia me pide Ángel que confíe y deje al camarero su trabajo hacer. Accedo sin demasiadas reticencias, pero duda y derrama casi todo el tabasco en una esquina del plato, saliendo a todo correr como si le llamaran con urgencia. Procuro evitar la ardiente zona, consiguiendo deleitarme sin entrar en erupción. Acabada la velada, volvemos al hotel para preparar maletas.

El Cairo-Barcelona...Día 8

Aunque no tenemos que madrugar demasiado, tampoco podemos hacernos los perezosos, estando preparados a la hora convenida, descansados y contentos. Entramos al aeropuerto pasando un control inactivo justo frente a la puerta. Es obligatorio pasar un segundo control , este activo, antes de poder facturar. Hombres y mujeres separados, con la agente femenina esmerándose a fondo para toquear sin parar. El tercer control situado en la puerta de embarque. Ahora mujeres primero, toqueteadas de nuevo. Mientras esperamos al avión, oigo a un paisano comentar que les ofrecieron la dichosa cena-espectáculo, por la que nos pedían quince euros añadidos, frente a las pirámides, por treinta y cuatro euros. Diciendo que no quiso ir, porque prefiere ver la Font Màgica de Montjuic. Confieso que marcho hacia Barcelona algo triste, por abandonar tan bellos y exóticos lugares. Y con mucho desasosiego y tristeza por dejar atrás a más de un millón de amigos. Al menos es lo que me parece, a juzgar por lo que me decían por todas partes sin cesar, desde que pisé el crucero.

Crucero por el Nilo de Luxor a Aswan

Les mando a todos ellos un fuerte abrazo y mis mejores deseos.