El Roblón de Estalaya (Montaña palentina)
near Estalaya, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Una ruta de esas que son bastante conocidas y, por tanto, concurridas y en vacaciones y con buen tiempo nos daba cosica hacer por si nos encontrábamos mucha gente. Sin duda es un regalazo poderla hacer con comodidad y es muy recomendable para todos y si es en familia mejor. Tiene los ingredientes necesarios para ser súper bonita y atractiva para niños pequeños: recorrido moderado (5 kilómetros), algo de desnivel (200 metros), caminos bien señalizados y sin ningún tipo de dificultad y como recompensa un grandísimo roble, que da nombre a la ruta. Todo ello en un entorno donde hay prados, bosques y el pantano de Requejada al fondo.
Dejamos el coche en el aparcamiento de donde parte la ruta, hay un panel informativo señalando la misma. Vamos nosotros y los dos niños, el mayor de 5 años y la pequeña de 3 años, los cuales no tuvieron ningún tipo de problema en completar la ruta. Cada uno va con su respectiva mochila con parte de almuerzo y su botella de agua. Justo antes de partir vemos a unas cigüeñas "pastando" en el prado que hay justo al lado. Hemos madrugado un poco y, aunque no es muy tarde son las 10:30 de la mañana, este hecho junto con haber elegido el lunes como día para hacer la ruta hace que no haya nadie más en el aparcamiento, salvo una autocaravana con sus ocupantes aún dormidos.
Hay que pasar una barrera con cinta que evita que salga el ganado, se puede desprender la cinta y luego colocar y pasar por la barrera hecha para peatones. El camino se hace cómodo, está bien señalizado en todo el recorrido y es de tierra. Enseguida cruzamos un puente sobre el final del río Castillería o sobre un ramal del embalse de Requejada, según cómo esté este de lleno o de retraído. Al cruzar este giramos a la derecha y proseguimos hasta encontrarnos con una bifurcación de caminos. Cogeremos el de la izquierda y volveremos por el de la derecha.
Nada más empezamos por el ramal de la izquierda notamos la subida que es ligera y bien llevadera para los más pequeños, pero constante. Tenemos que pasar otra portezuela, otra vez por el paso de personas y seguimos el ligero ascenso. La pista sigue y ahora atraviesa un prado muy bonito y verde que llega justo hasta donde empieza el bosque, el robledal, a lo lejos. Ahí es a donde nos dirigimos y ahí es donde debemos de encontrar el gran Roblón de Estalaya, cabezas grises de las copas aún peladas que contrastan con el verde vivo, es genial.
Después de cruzar un arroyo pequeño y de girar a la derecha otra vez, entramos en el robledal magnífico y se continúa ascendiendo. Nos encontramos con un refugio, un apeadero a mí me parece, pero que en caso de tormenta daría cobijo a quién en él se cobijara. Cada paso nos depara una sorpresa, el refugio, un tronco caído, unas hojas elegidas de entre los montones. Yo me maravillo de la quietud del entorno y disfruto de que seamos los únicos en aquel momento en aquel lugar, nunca lo imaginé así.
La subida se intensifica un poco, pero estamos muy animados y llegamos a otra bifurción que nos envía en la dirección del Roblón, hacia la izquierda. A la derecha cogeremos el desvío para el regreso y el tramo que hagamos ahora será el mismo que realicemos en la vuelta.
Seguimos unos tramos más, los últimos más empinados están jalonados por unos postes unidos por cuerdas. Luego llegamos al sitial donde nos aproximamos al roble. Es enorme y extenso. Domina toda la zona con su presencia y ninguno nos habíamos hecho a la idea de la inmensidad que podría abarcar. Tiene en torno suyo una pasarela de madera para que se pueda pasear a su alrededor y admirar en toda su majestad. Hay una placa con sus datos, medidas y edad. Él nació hace 500 años, indica. Todos sus coetáneos ya no están con él. A su alrededor solo hay árboles jóvenes, niños a su lado. Él es el tatarabuelo de todos ellos, el último. Merece nuestro respeto.
Después de las fotos de rigor nos apartamos para disponernos a almorzar teniéndole a la vista. El paraje es genial. Los demás visitantes de la mañana van llegando, me regocijo escuchar su exclamaciones de admiración y de sorpresa, son las mismas que las nuestras. Los niños se expresan todos de manera parecida. Los mayores también.
Después de almorzar y viendo que cada vez sube más gente, decidimos dar una vuelta más a su alrededor y así despedirnos.
El viaje de regreso es igual hasta el cruce último que mencionamos, solo que ahora cuenta abajo. Desde ese cruce sólo hay que continuar el camino, cómodo y con suave pendiente. Al cabo de un kilómetro se sale del bosque y atravesamos un paso canadiense que nos da entrada a unos prados verdes a rabiar con el embalse de Requejada y Vañes al fondo.
Aún nos restan un par de kilómetros, siempre por pista y siempre con indicaciones claras en otro par de cruces, uno en el que hay varias indicaciones con los senderos que van hasta Vañes y hasta Cervera de Pisuerga, y el otro que fue el primero que nos encontramos al iniciar la ruta. Los últimos metros son por estos metros iniciales del camino de ida, cruzando el puente y llegando al aparcamiento.
Una ruta genial que recomiendo hacer en cualquier época del año y con cualquier climatología mientras se vaya adecuadamente preparado de calzado y prendas. Eso sí, evitaría hacerla en días donde se prevea mayor afluencia de público o en las horas centrales del día.
Dejamos el coche en el aparcamiento de donde parte la ruta, hay un panel informativo señalando la misma. Vamos nosotros y los dos niños, el mayor de 5 años y la pequeña de 3 años, los cuales no tuvieron ningún tipo de problema en completar la ruta. Cada uno va con su respectiva mochila con parte de almuerzo y su botella de agua. Justo antes de partir vemos a unas cigüeñas "pastando" en el prado que hay justo al lado. Hemos madrugado un poco y, aunque no es muy tarde son las 10:30 de la mañana, este hecho junto con haber elegido el lunes como día para hacer la ruta hace que no haya nadie más en el aparcamiento, salvo una autocaravana con sus ocupantes aún dormidos.
Hay que pasar una barrera con cinta que evita que salga el ganado, se puede desprender la cinta y luego colocar y pasar por la barrera hecha para peatones. El camino se hace cómodo, está bien señalizado en todo el recorrido y es de tierra. Enseguida cruzamos un puente sobre el final del río Castillería o sobre un ramal del embalse de Requejada, según cómo esté este de lleno o de retraído. Al cruzar este giramos a la derecha y proseguimos hasta encontrarnos con una bifurcación de caminos. Cogeremos el de la izquierda y volveremos por el de la derecha.
Nada más empezamos por el ramal de la izquierda notamos la subida que es ligera y bien llevadera para los más pequeños, pero constante. Tenemos que pasar otra portezuela, otra vez por el paso de personas y seguimos el ligero ascenso. La pista sigue y ahora atraviesa un prado muy bonito y verde que llega justo hasta donde empieza el bosque, el robledal, a lo lejos. Ahí es a donde nos dirigimos y ahí es donde debemos de encontrar el gran Roblón de Estalaya, cabezas grises de las copas aún peladas que contrastan con el verde vivo, es genial.
Después de cruzar un arroyo pequeño y de girar a la derecha otra vez, entramos en el robledal magnífico y se continúa ascendiendo. Nos encontramos con un refugio, un apeadero a mí me parece, pero que en caso de tormenta daría cobijo a quién en él se cobijara. Cada paso nos depara una sorpresa, el refugio, un tronco caído, unas hojas elegidas de entre los montones. Yo me maravillo de la quietud del entorno y disfruto de que seamos los únicos en aquel momento en aquel lugar, nunca lo imaginé así.
La subida se intensifica un poco, pero estamos muy animados y llegamos a otra bifurción que nos envía en la dirección del Roblón, hacia la izquierda. A la derecha cogeremos el desvío para el regreso y el tramo que hagamos ahora será el mismo que realicemos en la vuelta.
Seguimos unos tramos más, los últimos más empinados están jalonados por unos postes unidos por cuerdas. Luego llegamos al sitial donde nos aproximamos al roble. Es enorme y extenso. Domina toda la zona con su presencia y ninguno nos habíamos hecho a la idea de la inmensidad que podría abarcar. Tiene en torno suyo una pasarela de madera para que se pueda pasear a su alrededor y admirar en toda su majestad. Hay una placa con sus datos, medidas y edad. Él nació hace 500 años, indica. Todos sus coetáneos ya no están con él. A su alrededor solo hay árboles jóvenes, niños a su lado. Él es el tatarabuelo de todos ellos, el último. Merece nuestro respeto.
Después de las fotos de rigor nos apartamos para disponernos a almorzar teniéndole a la vista. El paraje es genial. Los demás visitantes de la mañana van llegando, me regocijo escuchar su exclamaciones de admiración y de sorpresa, son las mismas que las nuestras. Los niños se expresan todos de manera parecida. Los mayores también.
Después de almorzar y viendo que cada vez sube más gente, decidimos dar una vuelta más a su alrededor y así despedirnos.
El viaje de regreso es igual hasta el cruce último que mencionamos, solo que ahora cuenta abajo. Desde ese cruce sólo hay que continuar el camino, cómodo y con suave pendiente. Al cabo de un kilómetro se sale del bosque y atravesamos un paso canadiense que nos da entrada a unos prados verdes a rabiar con el embalse de Requejada y Vañes al fondo.
Aún nos restan un par de kilómetros, siempre por pista y siempre con indicaciones claras en otro par de cruces, uno en el que hay varias indicaciones con los senderos que van hasta Vañes y hasta Cervera de Pisuerga, y el otro que fue el primero que nos encontramos al iniciar la ruta. Los últimos metros son por estos metros iniciales del camino de ida, cruzando el puente y llegando al aparcamiento.
Una ruta genial que recomiendo hacer en cualquier época del año y con cualquier climatología mientras se vaya adecuadamente preparado de calzado y prendas. Eso sí, evitaría hacerla en días donde se prevea mayor afluencia de público o en las horas centrales del día.
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