Explorando la Acequia de Valladolid

Una ruta sin fin desde el Parque de Recursos Ambientales y Educativos (PRAE) hasta donde logres llegar. Ideal para andar tranquilamente y disfrutar de las hojas del otoño que lo alfombran todo con sus colores típicos de las hojas caídas de chopos y álamos, junto con trozos de pinar que intercalan este paseo.
Lo realizamos a finales de octubre, un día bonito con sol y el suelo no estaba muy embarrado. No es aconsejable hacerlo después de fuertes lluvias por el barro que se forma. Fuimos con nuestros niños de 3 años la pequeña y 5 el mayor y disfrutaron mucho del paseo. Como antes indico, el final lo marcas tú, el tiempo que tengas para andar y las ganas que tengas. Nos llevo cerca de 2 horas con paradas recorrer un tramo de 2,5 km de ida y luego recorrerlo de vuelta.
Desde el aparcamiento de tierra que está fuera del PRAE, yendo hacia la entrada donde se pone el mercadillo ecológico el segundo y penúltimo día de cada mes, entrada izquierda, cogemos el camino que aparece disimulado a mano izquierda, antes de entrar. Hay un camino a cada margen de la acequia que por ahí discurre.
Esta acequia tiene el nombre de Acequia de Valladolid y la podremos encontrar con o sin agua, dependiendo del uso que se la esté dando en esos momento.
El camino trascurre recto a cada lado de la acequia, sin desniveles visibles. Al poco de empezar se llega a un cruce de carretera, la acequia lo pasa por debajo haciendo una especie de esclusa inversa. Proseguimos admirando el color amarillo de los árboles y viendo llover cientos de hojas cuando el viento las arroja al suelo. Hay un giro prolongado hacia la derecha y nos encontramos con una bifurcación a cerca de un kilómetro del principio del paseo. Podremos seguir rectos (girando un poco hacia el lado derecho) y proseguiríamos la Acequia de Valladolid, o torcer a la izquierda y empezaríamos la Acequia de Simancas, pueblo donde termina y empieza esta última.
Nosotros que íbamos por el margen derecha de la acequia en el sentido de la marcha, tuvimos que pasar la esclusa que formaba la bifurcación para poder proseguir hacia Simancas. Un puentecillo sin dificultades para la gente grande, un gran logro para hobbits pequeñitos.
Una vez en el nuevo ramal, al cabo de unos metros nos encontramos un puentecillo y lo cruzamos y progresamos por la otra margen. Vamos por una o por otra en función de lo que nos apetezca y para el regreso lo haremos igual, en ocasiones volviendo por el mismo sitio, en otras por la margen contraria. Proseguimos un kilómetro más, aproximadamente. Más esclusas y más hojas que pisamos y recogemos y jugamos con ellas. Decidimos dar media vuelta dado que la niña se estaba cansando y quedaba aún todo el regreso y la mañana transcurría rápida y se marchaba veloz y todavía teníamos que almorzar para recuperar fuerzas. Esto lo hicimos, ya de vuelta, sentándonos en el puentecillo antes mencionado, dado que era lo que estaba más seco de todo el camino.
El resto de recorrido igual de bonito y relajante que el principio. Otro día queremos volver para tomar otro ramal, empezar en otro punto y andar otro tramo... hay muchas posibilidades. Es un gusto perderte y caminar a un par de kilómetros de Valladolid, igual que si estuvieras a varios cientos de ellos.
Es el segundo año que paseamos por estos caminos y, sin duda, el descubrimiento que nos hizo la pequeña de la casa en su momento fue una gran suerte.