Faro de Cabo Blanco. Anthercas

En el extremo oriental de la Bahía de Palma visitamos El Cap Blanc, principio y final de Mallorca, uno de los parajes más sorprendentes e inquietantes de la Isla, donde muchas personas han decidido quitarse la vida, algunos despeñándose con el coche; cuenta una leyenda sobre la trágica muerte del farero que aquí prestaba servicios, al notificarle la Dirección de Obras Públicas, que su nuevo destino era Isla Columbretes, lugar de castigo para los fareros más conflictivos, a modo de respuesta, se arrojó por el acantilado. El faro de Cap Blanc está deshabitado desde 1.994.

Aparcamos a la entrada verjada de la pista asfaltada, en 225 m una ancha abertura en la alambrada, nos permite acercarnos al borde del acantilado con una panorámica sublime; esta costa salvaje y mágica de la Marina de Llucmajor, se halla azotada por rigurosos vientos. Una nubes nos impiden disfrutar de la famosa puesta de sol.

Rodeo el cercado del faro, entrando en su recinto junto a la puerta de acceso salvando el murete de un 1 m aproximadamente; el Faro de Cabo Blanco se inauguró el 31 de agosto de 1863 con una óptica catadióptrica fija y lámpara moderadora de aceite de oliva con una mecha, hasta 1883 que se sustituyó por parafina; en 1917, se añadieron pantallas giratorias con sistema de relojería y flotador de mercurio, para producir una apariencia luminosa de 3+2 ocultaciones; en 1970 se procedió a la electrificación del faro y se montó un óptica catadióptrica, siendo la óptica más antigua colocada en un faro de las Baleares.

En un principio contaba, como muchos otros faros, con un servicio de lancha para el abastecimiento de sus habitantes, y se llegó a utilizar un camino que discurría por el acantilado para subir el combustible hasta el faro, cuyo alcance nominal son 15 millas náuticas (28 Km), la altura focal sobre nivel del mar 95 m, en una altura soporte de 12 m.

Sin haber visto en condiciones la puesta de sol, volvemos al aparcamiento empujados por el viento.