La 'Montaña' de Zaratán
near Zaratán, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Salida con el niño de tres años para subir la gran "montaña" de Zaratán, que vemos todos los días desde la terraza de casa, y explorar nuevas zonas por sus alrededores.
Realmente la montaña es un pequeño cerro que domina las tierras circundantes y el pueblo, con buenas vistas de todo alrededor.
Salimos casi del principio de la calle Camino a Arroyo. Al poco nos internamos en las tierras, hay dos senderos marcados por el tránsito de personas y amigos perrunos y cogemos el de la derecha. Andamos con una ligera subida un rato pequeño hasta llegar a unos almendros que ofrecen algo de sombra y paramos a almorzar, el Sol pega fuerte. El almuerzo es muy importante para el niño y para mí, y compartimos un poco de bocadillo y cantimplora. Es un día genial, con calor pero soportable. Llevamos botas y pantalón largo para evitar arañazos de los cardos, que el crío aprende de los errores y no quiere volver con las piernas con arañazos, como la última vez.
A partir de aquí hay varias sendas que rodéan la "montaña" por ambos lados y otra que sube directamente, según venimos. Torcemos hacia la derecha y antes de rodearla del todo, enfrente de los últimos chalés del pueblo, cogemos otro camino que ya sube a la cumbre. Son pocos metros pero muy empinados. Hay que apoyar bien los pies y tirar para arriba y lo hacemos sin resbalones. En la cumbre saltos de alegría y observar todo lo que nos rodea. Intentamos ver nuestra casa, la autovía por la que va todos los días al cole, las tierras con la hípica con caballos a lo lejos y pájaros buscando comida en los campos. Tomamos un trago y comentamos por donde bajaremos, haciendolo finalmente por detrás, ni por el lado que hemos subido ni por el que teníamos delante nuestro desde los almendros. Es una bajada pronunciada pero menos que la de la subida y más corta, y la recorremos con cuidado corriendo los últimos metros. Después llaneamos un poco y aún nos toca otra bajada, también pronunciada pero muy breve que nos mete de lleno en una especie de bosque de cardos altos y delgados que parece un bosquecillo, sobre todo si mides un metro y te pasan de la cabeza. Usamos los bastones de bambú para abrirnos camino, más que por ser necesario por diversión.
Proseguimos el paseo explorando zonas por las que nunca habíamos pasado, llegamos a unos árboles que están cerca de un arroyo y movemos un tronco para sentarnos un rato y comer unas peras. Después encontramos una senda que creemos que nos llevará a un camino y la seguimos. Al llegar al camino nos encontramos con una antigua atalaya, destruida por orcos, le explico al niño. Era un torreón de montaraces hace tiempo, pero los orcos la conquistaron y malograron. De ahí seguimos en camino un trecho, hacia el arroyo, pero después de cruzarlo lo abandonamos siguiendo otras sendas para así poder llegar a otro camino que nos llevará al que va a Arroyo de la Encomiena. Justo cuando entramos en ese camino vemos las ruinas de la Posada Real que hemos visto muchas veces cuando pasamos por ahí de paseo a ver los caballos de la hípica. Ahora ya solo queda remontar el camino hacia el pueblo y subir la calle Camino a Arroyo hasta volver al punto de partida y de ahí a casa.
Un bonito paseo con el campo seco al final del verano. Muchas aventuras y emociones y volvemos con la sensación de haber estado mucho tiempo fuera y muy muy lejos de casa, aunque realmente estábamos al lado.
Realmente la montaña es un pequeño cerro que domina las tierras circundantes y el pueblo, con buenas vistas de todo alrededor.
Salimos casi del principio de la calle Camino a Arroyo. Al poco nos internamos en las tierras, hay dos senderos marcados por el tránsito de personas y amigos perrunos y cogemos el de la derecha. Andamos con una ligera subida un rato pequeño hasta llegar a unos almendros que ofrecen algo de sombra y paramos a almorzar, el Sol pega fuerte. El almuerzo es muy importante para el niño y para mí, y compartimos un poco de bocadillo y cantimplora. Es un día genial, con calor pero soportable. Llevamos botas y pantalón largo para evitar arañazos de los cardos, que el crío aprende de los errores y no quiere volver con las piernas con arañazos, como la última vez.
A partir de aquí hay varias sendas que rodéan la "montaña" por ambos lados y otra que sube directamente, según venimos. Torcemos hacia la derecha y antes de rodearla del todo, enfrente de los últimos chalés del pueblo, cogemos otro camino que ya sube a la cumbre. Son pocos metros pero muy empinados. Hay que apoyar bien los pies y tirar para arriba y lo hacemos sin resbalones. En la cumbre saltos de alegría y observar todo lo que nos rodea. Intentamos ver nuestra casa, la autovía por la que va todos los días al cole, las tierras con la hípica con caballos a lo lejos y pájaros buscando comida en los campos. Tomamos un trago y comentamos por donde bajaremos, haciendolo finalmente por detrás, ni por el lado que hemos subido ni por el que teníamos delante nuestro desde los almendros. Es una bajada pronunciada pero menos que la de la subida y más corta, y la recorremos con cuidado corriendo los últimos metros. Después llaneamos un poco y aún nos toca otra bajada, también pronunciada pero muy breve que nos mete de lleno en una especie de bosque de cardos altos y delgados que parece un bosquecillo, sobre todo si mides un metro y te pasan de la cabeza. Usamos los bastones de bambú para abrirnos camino, más que por ser necesario por diversión.
Proseguimos el paseo explorando zonas por las que nunca habíamos pasado, llegamos a unos árboles que están cerca de un arroyo y movemos un tronco para sentarnos un rato y comer unas peras. Después encontramos una senda que creemos que nos llevará a un camino y la seguimos. Al llegar al camino nos encontramos con una antigua atalaya, destruida por orcos, le explico al niño. Era un torreón de montaraces hace tiempo, pero los orcos la conquistaron y malograron. De ahí seguimos en camino un trecho, hacia el arroyo, pero después de cruzarlo lo abandonamos siguiendo otras sendas para así poder llegar a otro camino que nos llevará al que va a Arroyo de la Encomiena. Justo cuando entramos en ese camino vemos las ruinas de la Posada Real que hemos visto muchas veces cuando pasamos por ahí de paseo a ver los caballos de la hípica. Ahora ya solo queda remontar el camino hacia el pueblo y subir la calle Camino a Arroyo hasta volver al punto de partida y de ahí a casa.
Un bonito paseo con el campo seco al final del verano. Muchas aventuras y emociones y volvemos con la sensación de haber estado mucho tiempo fuera y muy muy lejos de casa, aunque realmente estábamos al lado.
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