La Senda del Pinar de Velilla (Sierra del Brezo VIII)

La Senda del Pinar de Velilla sale del aparcamiento que está al final del Poblado de Compuerto.
La ruta la empezamos con mucha emoción hallando dos pequeños mapas de la zona, bajo el panel informativo, entre las piñas, los cuales señalan unos tesoros escondidos en la zona (que enterré cerca unos días antes, dado que anduve por estos lares - ver Sierra del Brezo VI - sabiendo que haríamos esta ruta unos días despues). En ellos se ve una escalera que encontramos al lado del aparcamiento y subimos contestando el sinfín de preguntas que hacen tanto el niño de 4 como la niña de casi 3 años.
Al término de la escalera vemos una baliza con indicaciones de por dónde transcurre la Senda del Pinar, girando a la derecha. Emoción y nervios al ver que esa señal... ¡también está indicada en sendos mapas!
A partir de aquí el camino es muy tranquilo entre el magnífico pinar, teniendo el Poblado de Compuerto algo abajo y a nuestra derecha. Llegamos a la parte en la cual unas vallas nos impiden seguir de frente, teniendo que girar pronunciadamente a la izquierda. Para subir a la mina habría que atravesar la cerca y seguir recto un trecho más, antes de iniciar la ascensión a la misma.
En ese punto los mapas que portan los niños, señalan un banco y un tesoro escondido. Encontramos el banco, hecho de un tronco abierto y, buscando un rato, también el tesoro.
Gritos y alegría y ganas de seguir buscando otro tesoro más que parece estar en una madriguera a pocos metros: a 6 pasos indican los mapas y, efectivamente, escavando cerca de un agujero en el suelo, y lo hallamos.
Continuamos la ruta, mapa en mano y disfrutamos del pinar, las casas de los pájaros que se ven entre los árboles, expléndidos ejemplares de pinos, y las ruinas aquí y allá que convierten el paisaje en un bosque de cuentos, hobbits y duendes.
Hay dos cruces muy bien señalizados y, después de una cuesta corta pero intensa, llegamos a un mirador construido sobre las bases de la antigua tirolina que trasportaba la piedra sacada de la mina hasta la Presa de Compuerto donde era empleada. De hecho, se ve a lo lejos la mina. Allí paramos a descansar, comer los bocadillos y beber de sentados en unos bancos contra un murete de piedra. Allí también, justo cuando recogíamos para irnos, encontramos dos pequeños duendes de madera, último regalo de los hobbits de la zona a los niños.
Se puede continuar el camino hasta el Mirador de Compuerto, unos cientos de metros más en subida, pero nosotros no lo hicimos, ya andábamos algo cansados y con ganas de regresar. El camino se transita muy bien, pero hay cierto desnivel que lo notan las piernas cortitas de nuestros pequeños duendes.
Para volver cogemos otra senda distinta a la de la subida para atravesar los pinos bajando hasta el Arroyo del Pinar y cruzar el pequeño puente hecho de postes de madera sobre el mismo. Éste estaba parcialmente deteriorado, fruto de riadas del último año. Desde aquí el Camino del Pinar baja cómodamente y sin darnos cuenta llegamos otra vez a las escaleras de madera y tierra que nos llevan al aparcamiento.
Una ruta muy cómoda, sin esfuerzos mayores y siempre bajo la cúpula de uno de los pinares más bonitos que podemos encontrar. El aliciente de encontrar mapas de la zona y pequeños tesoros, un extra en un paraje de cuentos y leyendas. Lo disfrutamos mucho, tanto la gente grande como la gente pequeña.

Nota: los datos en movimiento y velocidad media no son reales, claro. Nos llevó el tiempo completo señalado, cerca de dos horas.