Luco de Jiloca-puente romano-ermita del Rosario-Luco

Tercera ruta que hicimos junto a la excelente compañía de Paquita y Justo, partiendo desde el punto donde iniciamos la vuelta a Burbáguena el día anterior. Antes que nada hay que decir que el GPS me sigue haciendo jugadas y que el desnivel es mínimo a pesar de lo que diga wikiloc.
La caminata sigue discurriendo con el Jiloca a nuestra izquierda entre vegetación de ribera y campos de cultivo hacia la sierra. Llaman la atención los puentes abandonados de la antigua vía férrea que encontramos por el camino, que rodeados de álamos y zarzas dan una imagen que parece sacada de cualquier cuadro del Romanticismo pictórico. El camino no tiene pérdida. Hacia el final de la ida comienza a despejarse, ya cerca de Calamocha quedando prácticamente sólo árboles, para llegar a la confluencia con el río Pancrudo. Aquí observamos los puentes que veníamos a visitar: el antiguo ferroviario, que fue notorio a nivel nacional a principios del siglo pasado por la catástrofe que ocurrió al hundirse al paso de un tren de pasajeros a causa de una mala construcción y las avenidas del Pancrudo en época de lluvias; y el imponente romano, que hace gala de la robusta fábrica con la que los romanos hacían las cosas. Prueba de ello es que sigue ahí después de los siglos para disfrute de los paseantes. Un poco más allá la ermita, de una reciedumbre y altura que no es propia de estas construcciones. Cruzamos la carretera para observar la presa, y tomamos el camino de vuelta por la misma senda, no sin antes recoger unas pocas nueces de un nogal añejo. Ya hemos hecho apetito para la sensacional comida en Daroca.
En definitiva, excelente colofón a los tres paseos tan agradables, con una climatología impagable para las fechas y una compañía inmejorable.