Osuna

Paseo por la monumental ciudad sevillana de Osuna (que detenta un rico patrimonio histórico artístico), con un pequeño recorrido periurbano para visitar un yacimiento arqueológico y su afamada cantera.

Inicio la ruta junto al Parque de San Arcadio (patrono de la ciudad) y la Plaza de Toros; ésta se inauguró en 1904, construida con sillares extraídos de la cantera cercana, prestándose como escenario para recrear la Gran Fosa de Daznak, el principal reñidero de Meereen (ciudad de la Bahía de los Esclavos) de la famosa serie Juego de Tronos. La escena necesitó unos 650 extras y más de mil personas en total para rodar los combates a modo de juegos gladiatorios. Tras este rodaje se dedicaron en el Museo de Osuna dos salas a esta serie, que forman el “Salón de Hielo y Fuego”, donde ver imágenes del rodaje, réplicas licenciadas (de armas, trajes, huevos de dragón...), miniaturas, autógrafos de los actores y actrices de la serie...

Paso junto a la Rotonda del Escudo, con dos osos encadenados a un castillo, haciendo referencia al antiguo nombre de Osuna, “Urso” (oso en latín); según la tradición, ésta era tierra abundante en osos.

Al lado del parque se encuentra el antiguo Hospital de Jesús María y José, hoy centro de enseñanza, cuya iglesia es la Ermita de San Arcadio, del siglo XVII.

Sigo por la calle Lucena en dirección a la plaza Juan XXIII, tradicionalmente conocida como plaza de San Pedro por localizarse contigua a la capilla de esa advocación (fundada por el IV Conde de Ureña, Juan Téllez Girón, en el primer tercio del siglo XVI, para panteón de sus criados); está ocupado actualmente por las Madres Carmelitas.

A este personaje, Juan Téllez Girón, nacido en Osuna en 1494, debe su mayor esplendor monumental la ciudad, alcanzado a mediados del siglo XVI (llegando a convertirse en el mayor y más deslumbrante conjunto monumental del renacimiento sevillano), con la construcción de trece iglesias y conventos, un hospital, la Universidad, la Colegiata y el Sepulcro ducal, considerándose el principal mecenas de su época. Su antepasado Pedro Téllez de Girón recibió el señorío de la ciudad en el siglo XVI, después de haber sido encomienda de la Orden de Calatrava (por su situación fronteriza con tierras musulmanas tras su conquista por Fernando III). Ya con Felipe II (muy amigo del primer titular del ducado) sus
descendientes recibieron el título de Duques de Osuna.

Arranca de esta plaza una de las calles más señeras de Osuna, la de San Pedro (que fue reconocida por la Unesco como la segunda calle más bella de Europa), poseedora de un buen número de construcciones promovidas por los Duques de Osuna. Frente a la plaza del Marqués (antigua placeta de los Caldereros), se alza el palacio del Marqués de la Gomera, hoy hotel, principal ejemplo del barroco civil de la ciudad, como muestra su espléndida fachada con influencias de la arquitectura colonial. Se edificó en otro de los momentos de mayor auge constructivo de la ciudad, en la segunda mitad del siglo XVIII, dado el desarrollo económico alcanzado por la nobleza rural auspiciado por la política agraria de los Borbones.

En la misma calle está la Cilla del Cabildo Colegial, edificada para granero de los diezmos que antiguamente se pagaban a la Iglesia (hoy es la Cssa Parroquial). Destaca su palaciega portada donde se representa la Giralda con las Santas Justa y Rufina entre jarrones de azucenas (símbolos catedralicios sevillanos).

Termina esta calle en la de la Carrera, por la que se llega a la plaza de Rodríguez Marín (presidida por el busto de este polígrafo ursaonés), que primero fue de San Sebastián y luego de Santo Domingo, por encontrarse aquí la Iglesia de Santo Domingo y parroquia de la Asunción, que perteneció al convento de los dominicos. Construida en ladrillo en el siglo XVI, destaca su bella espadaña decorada con azulejos.

Girando a la derecha por la calle Gordillo y luego por la de la Compañía, paso junto a San Carlos El Real, antiguo convento jesuita (abandonado tras la expulsión de la Orden por Pragmática Real en 1767, pasando Iglesia y Convento a ser propiedad del Estado, de donde procede el sobrenombre de Real). Se conserva el templo, dedicado a San Carlos Borromeo, con su alta y esbelta torre. Anexo a la iglesia estaba el Colegio de los jesuitas, del que queda el claustro, en torno al cual se dispone la Casa de la Cultura y Biblioteca Municipal, con entrada por la calle adyacente, la calle Sevilla.

Ésta es otra de las calles más monumentales de la localidad. Salgo frente al Convento de Santa Catalina, que tiene una disposición paralela a la calle con dos portadas abiertas en el muro de la fachada, como era usual en los conventos de religiosas (esquema que se repetirá en los monasterios mexicanos); la principal, de ladrillo (del siglo XVII), tiene una hornacina que rompe el frontón donde se aloja la imagen de Santa Catalina junto a la rueda del martirio.

Esta señorial calle posee bellos palacios, como el de Goyanes y Herdara, del siglo XVIII, antiguos juzgados, con su fachada con el escudo nobiliario sobre el dintel de la puerta, enmarcada por columnas salomónicas (con pámpanos y racimos de uvas idénticos a los de la capilla de Jesús Nazareno de la Iglesia de la Victoria). Enfrente se encuentra la Casa de los Hermanos Arjona y Cubas, hoy sede del Museo de Osuna (aquí el track se vuelve un poco loco por la visita que realizo al museo, muy recomendable para los seguidores de Juego de Tronos). Uno de los dos hermanos Arjona ocupó el cargo de Asistente de Fernando VII en Sevilla y el otro fue capellán secreto supernumerario del Papa Pío VI.

Termina esta bella calle junto a la Iglesia-Convento de Nuestra Señora del Carmen; en su inacabada cabecera se hallan elementos góticos y renacentistas, luego en el siglo XVIII se reformaron las naves y la portada (destaca su retablo renacentista y la sillería del coro).

Sigo bajando por la calle Sor Ángela de la Cruz, donde se encuentra otro convento, el del Espíritu Santo, que fue antigua residencia de los Canónigos Regulares del Espíritu Santo (hoy de las Hermanas de la Cruz), doblando al final para continuar, ahora de subida, por la calle Carretería hasta la plaza del Salitre. Vuelvo por la calle del Carmen a la de Sevilla, que dejo ahora por la calle Palomo buscando la Plaza del Duque, que fue en su día parte de la huerta del Duque (en una de sus esquinas estaba el palacio ducal del siglo XVII), cediendo los terrenos en el último cuarto del XVI para la creación de este espacio donde se celebraban los festejos públicos.

Muy cerca está la antigua plaza del Polvero, así llamada porque aquí se fabricaba cal, hoy plaza de la Consolación (por el convento bajo esa advocación de la Orden Tercera de San Francisco, fundado en el siglo XVI -realizándose reformas de estilo barroco en los siglos XVII y XVIII). La bóveda de la capilla sacramental se adorna con yeserías del XVII. Alberga la imagen de la patrona, venida desde Inglaterra (se salvó del expolio de la reforma anglicana de Enrique VIII).

Tras un callejeo por las calles Cristo de la Paz, de la Cruz y de la Quintana, continúo por la de Antequera hasta la de San Agustín, donde se encuentra la iglesia del mismo nombre fundada por el IV Conde de Ureña (que alberga una Virgen embarazada; también es destacable la imagen del Cristo de la Vera Cruz). En la misma calle podemos admirar la portada de piedra sepia (con dos columnas estriadas sobre pedestales bulbosos y el escudo de los Reina y Jurado) del Palacio de Miguel Reina Jurado, único elemento original conservado (se convirtió en los años setenta del siglo pasado en Edificio de Correos).

Me dirijo ya hacia la Plaza Mayor, desviándome antes a la calle Huerta, donde frente a la Iglesia de Santa Clara (donde se trasladaron en el siglo XVII las religiosas clarisas procedentes de la antigua Ermita de Santa Ana) se alza el Palacio de los Cepeda, del XVIII: muestra una fachada barroca con balcón coronado por el escudo de la familia protegido por dos figuras de alabarderos; el miembro más ilustre de este linaje fue Santa Teresa de Jesús, que aparece dibujada en el zaguán. Hoy es sede de los juzgados.

Ya en la Plaza Mayor podemos ver la Iglesia Convento de la Concepción (de los siglos XVI y XVII), de la Orden de las Concepcionistas Franciscanas. Es de nave única presidida por la Inmaculada desde el altar mayor. Destaca la espadaña de ladrillo de dos cuerpos.

Otro elemento arquitectónico destacable es el Ayuntamiento, levantado en el siglo XVI sobre la antigua Puerta de Teba, con un mirador para las autoridades que seguían desde aquí los espectáculos públicos celebrados en la Plaza Mayor. La arcada del segundo piso ya se construyó en el siglo XVIII, añadiéndole el reloj a finales del XIX.

Dejo la plaza por la empinada calle de la Torre, donde se encuentra uno de los monumentos más antiguos de Osuna, la Torre del Agua, bastión militar de época almohade (después reformado por los calatravos en el siglo XIV), que hoy alberga el Museo Arqueológico (con relieves iberos, vidrios romanos, monedas...)

Con la sólida presencia de la Colegiata (que recuerda a una fortaleza) durante la subida por la calle Higueral, atravesando luego un parque de pinos, llego frente a otro de los más emblemáticos monumentos de Osuna: la antigua Universidad, declarada BIC en la categoría de monumento. Fue universidad hasta la ocupación por tropas napoleónicas, aunque hoy es un centro adscrito a la Universidad de Sevilla, donde se pueden cursar distintos grados. Es un edificio sencillo, de líneas rectas, de planta rectangular organizado en torno a un patio de planta cuadrada. Lo flanquean cuatro torres en los ángulos, rematadas por chapiteles recubiertos de cerámica vidriada. Actualmente, la mayor parte de las dependencias originarias han sido adaptadas y transformadas en aulas modernas, sin interés artístico y arquitectónico, pero conserva de su estructura original en el costado suroriental la entrada principal inmediata a la puerta de acceso, la capilla, la sala de Grados o la Girona, el patio central porticado, la escalera que comunica con la planta superior, la antigua biblioteca y el Paraninfo con un magnífico artesonado mudéjar. Fue fundada también por el IV Conde de Ureña, al que se atribuyen personalmente las pinturas murales de la Girona.
También ha sido escenario de Juego de Tronos.

Es muy recomendable la visita -guiada- a la Colegiata, principal monumento de la localidad (y ya es decir mucho), joya arquitectónica del Renacimiento. Fue construida en el lugar que ocupó la Iglesia del Castillo, totalmente destruida por un incendio, fundada en el año 1535 por Juan Téllez Girón, al conseguir una bula papal para que la que ya era Parroquia fuera al mismo tiempo Colegiata. Como colegiata, su categoría como templo es inmediatamente inferior a la de catedral (no es sede episcopal). Se levantó en sillería procedente de las canteras locales, con su característico tono amarillento, pero también con una gran porosidad que ocasiona un alto índice de humedad (que le ocasionaron problemas estructurales). Su fachada principal tiene cuatro contrafuertes cuadrangulares y en el lateral izquierdo, se levanta la torre, del siglo XIX.
La Puerta de la Cuesta se abre frente al Monasterio de la Encarnación y permite la entrada directa a la nave del Evangelio (la que comunica con la nave de la Epístola es la llamada Puerta del Sol).
En su interior alberga dos iglesias, una pequeña (pero con tres naves, coro -disponía de varios sacerdotes-, púlpito y altar mayor), de uso exclusivamente funerario, el Panteón de los Duques de Osuna o Santo Sepulcro, construido entre 1544 y 1555, que es una de los ejemplos más bellos del Renacimiento español. Se accede desde un pequeño patio con arcos escarzanos decorados con grutescos y paramentos con pinturas murales del siglo XVI, con la Santa Cena como motivo central, mal conservadas por encontrarse bajo los efectos de la intemperie; pasado el patio y la Sacristía, se llega a la Capilla de la Virgen de la Granada, pieza excepcional del siglo XVI: porta una granada símbolo de fertilidad (por el gran número de semillas de esta fruta) y el sagrario se aloja en su seno. Luego la bellísima iglesia, con el retablo del Entierro Cristo del siglo XVI en el altar, una delicada Virgen de alabastro y una doliente escultura en terracota de San Jerónimo, con su leoncito. Bajo la iglesia se encuentra la cripta con las lápidas de la familia ducal (tras arruinarse económicamente, los Duques de Osuna conservan como único privilegio el ser enterrados aquí).
Ya en la Iglesia Colegiata, visitamos la capilla de la Inmaculada (con retablo que preside la capilla dedicado a la Inmaculada Concepción, con un enorme manto como símbolo de protección a sus fieles), donde el altar del Cristo de la Misericordia alberga una magnífica talla de Cristo en la Cruz, obra de Juan de Mesa de 1623.
En el Museo de Arte Sacro hay una gran colección de obras de arte, destacando los cuadros de José de Ribera, "El Españoleto" (formado en Nápoles), del siglo XVII: son cuatro lienzos que representan a San Pedro, San Jerónimo (con el Ángel del Juicio) y los martirios de San Sebastián y de San Bartolomé. También resalta la escultura de San Francisco, del gran imaginero Martínez Montañés, el “dios de la madera”.
La nave del templo, donde concluye la visita, es de planta rectangular con tres naves y nueve capillas; en la de la Virgen de la Antigua podemos admirar otra obra maestra de Ribera, a pesar de su juventud cuando la realizó: el Calvario.

Saliendo de la Colegiata, en la placeta de enfrente, se levanta desde 1549 el Convento de la Encarnación (fundado como Hospital de la Encarnación del Hijo de Dios), que pasó a ser a principios del siglo XVII colegio de la Compañía de Jesús (antes de su traslado a San Carlos El Real) y en 1626 monasterio de monjas mercedarias (con el patrocinio de la duquesa de Osuna). Gran parte del interior de la clausura se ha convertido en Museo donde destacan una colección de Niños Jesús, piezas de orfebrería e importantes obras de imaginería. Destaca su patio con un azulejo sevillano del siglo XVIII de gran valor artístico, donde se representan los cinco sentidos, las estaciones del año y vistas de la Alameda de Hércules de Sevilla, escenas de monjas rezando en el coro e incluso de tauromaquia y montería.

Vuelvo hacia la Universidad para, ya por campo, ver restos de la antigua muralla de Osuna. Rodeando un olivar, bajo al camino, continuando por el de la derecha cuando se bifurca hasta llegar a la Vereda o Camino Real de Granada. Aquí podremos ver restos de época romana, de la Colonia Genetiva Iulia (fundada tras la guerra entre cesarianos y pompeyanos en Hispania), siendo donde se hallaron las tablas de bronce con la ley fundacional de la colonia, la Lex Ursonensis.

Sigo por la vereda en dirección a la Necrópolis de las Cuevas, localizada a ambos márgenes del camino. Estos sepulcros excavados en la roca blanda de biocalcarenita al parecer se remontan al Calcolítico (en el tercer milenio a.C.), aunque los indicios de su existencia son ya de época romana (y hasta los siglos V-VII d.C.). Lo que vemos es una pequeña parte del conjunto en la Antigüedad, existiendo también tumbas al aire libre. En las Cuevas, divididas en departamentos con techos abovedados, hay unas 150 fosas, las más recientes, de época visigoda, que estuvieron decoradas con pinturas policromadas (de aves), posiblemente paleocristianas. Durante siglos fueron saqueadas, hasta que empezaron a excavarse ya en el último cuarto del siglo XVIII.

Me dirijo ahora al Coto las Canteras, conocido popularmente como “La Petra de Andalucía”, atrochando por un olivar hasta salir a un camino por el que sigo en dirección a Osuna, con unas bonitas vistas de la Universidad y la Colegiata. Las canteras, de areniscas calcáreas, han sido usadas desde los íberos, aunque fueron sobre todo explotadas desde el siglo XVI, suministrando los sillares con los que se han levantado casas, palacios, iglesias... hasta los años sesenta del siglo XX. Ahora pueden visitarse sus 4.000 m² de jardines con diferentes especies autóctonas y su amplio salón auditorio (donde se celebran conciertos, bodas civiles, eventos culturales...), con una temperatura constante de 22ºC; también se muestra una colección de enseres y herramientas utilizadas para la extracción y transporte de piedras.
Su exterior se adorna con esculturas de arenisca (león y carnero) y tallas (dos guerreros tocando el cuerno), que recuerdan al antiguo Egipto o a Mesopotamia.

Tras recorrer el interior de las canteras, salgo al camino que sube a las evocadoras ruinas de la Ermita de la Vía Sacra; después bajo hacia el pueblo, siguiendo por el camino Buenavista y luego por unas escalinatas que llevan a la plaza de la Merced, abierta a fines del medievo en las inmediaciones de la Puerta Nueva. Preside la plaza la Iglesia y Torre de la Merced (desacralizada y ahora en restauración, por lo que no se puede admirar su excepcional torre). Y como no sólo de arte nos alimentamos, recomiendo entrar en la Taberna Raspao para reponer fuerzas en un ambiente flamenco y taurino.

Terminada la colación, voy finalizando el paseo bajando por la calle Cueto hasta llegar a la de la Carrera, continuando luego a la derecha y pasando junto al Pósito de la Villa, donde se ubicaba el Corral de Comedias antes de que el Duque de Osuna lo destinase a paneras (luego fue audiencia, centro de reclutamiento militar, hospital y hoy es residencia de mayores); la parte superior de la portada muestra el escudo del municipio: dos osos encadenados a una torre sobre la que se alza una esfinge, león o caballo alado, mitad animal mitad humano.
En la acera de enfrente se encuentra la Parroquia de Nuestra Señora de la Victoria, del siglo XVI, con su portada de arco de medio punto y una hornacina con la escultura de la Virgen de la Victoria, que también preside el altar mayor.

Termina la calle en la plaza Cervantes, plaza de la Feria en el siglo XVIII, junto a la única puerta conservada de la muralla, que se correspondía a la Puerta de Écija: durante el reinado de Carlos IV se construyó el Arco de la Pastora, de estilo neoclásico, bajo el que paso concluyendo la visita a esta bella ciudad.