Santa Cruz de Tenerife

Paseos de Ikandu
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Guanches.

Los Guanches fueron los primeros habitantes de las islas. Entroncados genética y culturalmente con los beréberes procedentes del norte de África su presencia en las islas data del siglo VI a.c. Su físico cambiaba ostensiblemente según fueran hombres y mujeres. Mientras los primeros podían medir entre 1,65 y 1,70 metros las mujeres rara vez pasaban del 1,60 metros si bien ambos tenían una esperanza de vida hasta los 45 años como máximo.

Habitaban en cuevas naturales situadas en laderas de barrancos o en acantilados costeros. En su interior destinaban la parte más aireada y luminosa a la cocina y la parte más protegida, y por lo tanto más oscura, la utilizaban como dormitorio. Todo el habitáculo se rellenaba con arena sobre la cual situaban elementos vegetales y finalmente cubrían todo el espacio con pieles. Fuera de las cuevas iban vestidos con pieles de cabra u oveja sujetas con correas de cuero al cuello.

Su principal actividad era la ganadería trashumante pastoreando, sobre todo, cabras y ovejas aunque también criaban cerdos, perros gatos y erizos siendo la agricultura una actividad complementaria aprovechando cultivos de secano como la cebada, el trigo, etc... Precisamente de moler y tostar el grano elaboraban el gofio, llamado por los guanches "ahorren", el cual mezclaban con agua, con leche o con manteca. Otro alimento típico de la cultura guache eran las "gachas" elaboradas con trigo molido y después cocido con leche y manteca.

Tenían fama de feroces guerreros siendo muy duchos en el arte del lance y esquive de proyectiles. Utilizaban armas muy arcaicas siendo las más destacadas lanzas, garrotes, piedras arromadizas, etc... no utilizaban, sin embargo, flechas. Como escudos apañaban sus propios vestidos que se enrollaban en los brazos aunque también utilizaban pequeños escudos redondos elaborados con madera de drago.

Expertos en la ciencia del embalsamamiento, muy parecida a la de los antiguos egipcios, la finalidad de este arte estaba estrechamente vinculada a la protección del cadáver y para distinguir al difunto socialmente. Practicaban, igualmente, los sacrificios tanto de animales como de personas de tal manera que durante el solsticio de verano tenían como costumbre arrojar a un niño vivo, justo a la salida del sol, en el paraje conocido como Punta de Rasca en la parte Sur de la Isla.