Las marchas que subimos están al alcance de cualquiera que tenga un mínimo de fondo físico y cierto grado de experiencia en la montaña. No sólo nos gusta patear lo que ya suele estar muy trillado, también procuramos recorrer y descubrir otros muchos rincones, que por estar menos masificados, suelen tener un encanto y sabor especial. Es por ello, por lo que además de las rutas de nuestro entorno más cercano, también subimos aquellas otras que hacemos por los muchos y maravillosos rincones de nuestra geografía, así como algunas de países lejanos a los que nos gusta viajar. A la montaña se debería salir con un material básico y unos conocimientos mínimos necesarios, pero sobre todo con una actitud de respeto y armonía que nos permita integrarnos y así poder disfrutar mucho más de un entorno tan valioso. Si además conseguimos que ni siquiera se note nuestro paso y que las únicas huellas que permanezcan sean las de los “otros” seres vivos, auténticos dueños y señores de su hábitat; la experiencia y esfuerzo habrán merecido la pena.
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